El ayuno intermitente se ha convertido en una práctica cada vez más de moda que genera no pocas discusiones entre profesionales de la nutrición. Lo cierto es que, como ocurre con la mayoría de métodos para controlar nuestro peso, se trata de un método que no debe llevarse a cabo sin supervisión médica. Además, del mismo modo que puede suponer ventajas y beneficios para nuestro organismo, también presenta posibles inconvenientes que se deben tener en cuenta. ¿Qué es el ayuno intermitente y cuáles son sus beneficios? ¿Qué riegos conlleva para tu salud y cómo debes practicarlo para que sea seguro?
El ayuno intermitente consiste en alternar periodos de ayuno con periodos de alimentación. No se trata de una dieta en sí misma, sino de un régimen alimenticio que puede utilizarse junto con una dieta o restricción calórica para perder peso.
Este método puede presentar beneficios como mejorar la composición corporal, facilitar la quema de grasa sin contar calorías y favorecer la autofagia, es decir, el mecanismo por el que las células de nuestro cuerpo se degradan y reciclan sus propios componentes.
Así, en lugar de comer cinco veces al día en pequeñas cantidades, el ayuno intermitente propone periodos más o menos prolongados en los que no daremos alimento a nuestro organismo -aunque sí determinados líquidos- para evitar los efectos indeseados de comer en exceso. Así evitaremos incrementar el nivel de inflamación de nuestro cuerpo, al oxidar nutrientes para obtener energía de forma continuada.
También evitaremos que nuestro organismo se acostumbre a disponer de energía de manera constante sin recurrir a las reservas, aumentando la flexibilidad metabólica y esquivando la posibilidad de que el cuerpo tienda a almacenar energía y se olvide de cómo hacer uso de lo almacenado de forma eficaz.
Eso sí, estos ayunos deben ser controlados y llevarse a cabo de forma que no nos falte de nada a nivel nutricional. El más evidente es el que realizamos al dormir, muchas veces sin darnos cuenta (por ejemplo, si cenamos a las 9 de la noche y nos levantamos tarde, retrasando el momento del desayuno).
Otros tipos de ayuno más conscientes son el ayuno 12/12 (12 horas de ingesta y 12 de ayuno), 16/8 (ingesta de 16 horas y ayuno de 8 horas), ayuno 24 (días alternos) y ayuno 48 (dos días de ayuno y cinco de ingesta normal en la semana). Durante las horas de ayuno se pueden tomar infusiones y demás líquidos, aunque no todo vale.
Otros beneficios del ayuno intermitente son reforzar el sistema inmune, reducir el riesgo de obesidad y diabetes, mejorar el estado de ánimo en general, promover la autolimpieza del sistema digestivo -previniendo la aparición de gases y el sobrecrecimiento bacteriano-, mejorar las digestiones, mejorar nuestro perfil lipídico -es decir, nuestro colesterol, además de reducir los triglicéridos-, ayudar a mejorar la sensibilidad a la insulina...
También reforzaremos nuestra capacidad de autocontrol, ya que muchas veces confundimos el hambre con la ansiedad, a lo que se suma que estamos demasiado acostumbrados a comer más de la cuenta. No solo reduciremos la probabilidad de padecer muchas enfermedades al mantener nuestro peso en niveles adecuados, sino que resistiremos mejor el estrés y la oxidación, mecanismos que entran en juego en muchas dolencias.
Eso sí, el ayuno intermitente no es para todo el mundo -por ejemplo, se desaconseja en caso de diabetes-, y siempre hay que consultar a un profesional antes de dar ningún paso. Tampoco se aconseja en caso de embarazo o lactancia. La supervisión médica es necesaria siempre en caso de acudir a esta técnica.
Si sufres estrés o ansiedad, alguna enfermedad mental, o si has tenido problemas de bulimia o anorexia en el pasado, es mejor huir de este tipo de práctica. Ten en cuenta también otros peligros, como no tener en cuenta patologías preexistentes, no nutrirte adecuadamente... y provocar desmayos o fatiga por esta falta de equilibrio y control.