A todos nos ha pasado: llegamos a casa después de un largo día de trabajo y el cuerpo nos pide una cena opípara y una buena dosis de sueño reparador. Sin embargo, acostarnos poco después de cenar puede tener efectos perjudiciales para nuestra salud e influir en la calidad de nuestro descanso. Ni qué decir tiene que consumir una gran cantidad de calorías justo antes de meternos en la cama hará que toda esa dosis de energía sin 'gastar' se acumule en forma de grasa. ¿Cómo y por qué evitar esta rutina tan perjudicial? ¿Cuáles son los beneficios de cenar pronto?
En un mundo ideal, todos tendríamos tiempo suficiente para descansar después de nuestra jornada laboral, atender a nuestras tareas cotidianas y cenar a una hora prudente. Los expertos recomiendan que transcurran al menos dos horas desde la última ingesta de alimento del día hasta el momento de acostarnos. La realidad, en muchos casos, es otra, pero también es cierto que muchas veces existe cierto margen de maniobra por nuestra parte para mover cosas de sitio en nuestra rutina y cuidarnos mejor en este y en otros sentidos.
La planificación es clave para conseguirlo: la gestión de nuestro tiempo es muy importante y, para organizar nuestra agenda de forma eficiente, es necesario hacer un ejercicio de responsabilidad y de proyección activa.
Haz una lista de cuáles son las rutinas que te benefician y te hacen feliz, y 'poda' todo aquello que resulte accesorio': gimnasio, lectura, un buen paseo... A continuación, intenta organizar tu horario de forma que tengas tiempo para todo lo importante, dejando fuera lo más prescindible.
El ejercicio físico y una alimentación sana no deben faltar en este listado: prácticas como el 'Baig Cooking' pueden ayudarte a conseguirlo sin renunciar a una buena (y sabrosa) nutrición. Además, es importante que tu tiempo de descanso, de deporte y de ingesta de alimentos se sitúe en momentos definidos de tu calendario para que tu rutina se convierta en un engranaje perfecto. Entre otras cosas, da un lugar prioritario al desayuno, intenta hacer un hueco decente para tu almuerzo (que incluya un pequeño descanso) y coloca la cena en un momento que te permita relajarte poco a poco posteriormente.
Para terminar de convencerte de cómo estas pautas pueden cambiar tu vida y hacerte más feliz, toma nota de los grandes beneficios de cenar pronto:
Por último, no olvides que, además de cenar pronto, hay que cenar bien. Ello pasa por elegir bien el tipo de alimentos que vamos a consumir. Por ejemplo, se recomienda optar por productos ligeros, evitando embutidos o grasas, así como hidratos de carbono que no vamos a 'quemar' en las siguientes horas. Frutas, yogurt, verduras... así como proteínas como las que encontramos en el huevo o en el pescado, son una buena elección. En general, es mejor optar por productos de fácil digestión: cremas, purés, horno o plancha... siempre con poco aceite.
Evita también alimentos azucarados, platos preparados de procedencia industrial, verduras indigestas (brócoli, repollo, lechuga...), comida picante, refrescos y café. Si puedes, remata con una infusión relajante que te ayude a fomentar el estado de relajación previo al descanso.