Los parásitos son organismos que viven en el cuerpo de un ser vivo y compiten por los nutrientes que consumen. Cuando se desarrollan en el organismo humano se debe a la falta de higiene, tanto personal como al preparar alimentos, así como las condiciones del lugar donde se consumen.
En nuestro organismo pueden sobrevivir en el sistema digestivo parásitos como Anisakis, Giardia, Enterobius y Cryptosporidium; en sangre destacan Plasmodium, Trypanosoma y Leishmania, en genitales Trichomonas vaginalis y a nivel subcutáneo podemos encontrarnos con Onchocerca. Existen también parásitos que pueden vivir fuera del organismo como los piojos o las garrapatas.
Distinguimos por un lado seres unicelulares microscópicos, como las amebas y los causantes de enfermedades como la malaria, la leishmaniasis y la toxoplasmosis, y por otros grupos más complejos y de mayor tamaño como pueden ser los helmintos (comúnmente llamados "gusanos") y los artrópodos (garrapatas, piojos o pulgas), según recoge 'Abc'.
En la práctica diaria de los laboratorios españoles nos encontramos sobre todo parásitos intestinales como Giardia lamblia y Enterobius vermicularis. En viajeros y pacientes inmigrantes nos solemos encontrar con diversas amebas que causan las llamadas diarreas del viajero y con casos de malaria (Plasmodium sp.). La hidatidosis (causada por Echinococcus granulosus), la triquinosis (Trichinella spiralis) y la leishmaniosis (Leishmania sp.) son frecuentes en determinados animales de zonas rurales del país, suponiendo un riesgo de contagio para el ser humano.
Por su alta prevalencia y la gran mortalidad asociada (sobre todo en África) destaca el paludismo o malaria, causada por especies del género Plasmodium. Otras parasitosis a tener en cuenta serían la enfermedad de Chagas (causada por el parásito Trypanosoma cruzi), la ascaridiasis (causada por Ascaris lumbricoides) y la toxoplasmosis (Toxoplasma gondii), ésta última sobre todo en embarazadas. El acceso a atención médica y tratamientos es esencial en el manejo de muchas de estas infecciones para evitar complicaciones.
El parásito accede a nuestro organismo a través de agua no tratada, comida contaminada, sangre (transfusiones, transmisión congénita) o picaduras de insecto. Una vez allí se establece una relación en la cual el parásito obtiene beneficio de nosotros.
Esta interacción puede convertirse en una relación equilibrada entre las defensas del hospedador y los mecanismos de infección del parásito, pero cuando se rompe este equilibrio a favor del parásito el hospedador empieza a manifestar diversos síntomas. Dependiendo principalmente de nuestro sistema inmunitario y del tiempo de instauración del tratamiento adecuado la infección puede progresar hasta causar graves complicaciones.
Existen diversos fármacos antiparasitarios e insecticidas que actúan contra estas infecciones eficazmente. Pero, al igual que pasa con otros antibióticos usados para tratar infecciones por bacterias, se han detectado algunas resistencias. En algunos casos, como en las infecciones por Enterobius vermicularis (comúnmente llamadas “lombrices anales”) es importante no sólo tratar al paciente diagnosticado, sino investigar y tratar a toda la familia y amigos en contacto con él y hacer una buena limpieza de objetos y ropa para evitar reinfecciones.
No todos los parásitos están relacionados con la falta de higiene o la alimentación. Las condiciones ambientales también juegan un papel importante en la supervivencia de muchos insectos que transportan e inoculan el parásito en el huésped. La garrapata que transporta Trypanosoma cruzi (enfermedad de Chagas), por ejemplo, sólo se encuentra en determinadas zonas de Sudamérica.
El parásito podría llegar a causarnos la muerte, pero hay que tener en cuenta el tipo que es, el estado inmunitario que tengamos y la rapidez en instaurar un tratamiento adecuado. Existen algunas infecciones que en individuos sanos normalmente cursan con síntomas leves (diarreas causadas por amebas intestinales) y otras que pueden causar graves complicaciones en cualquier paciente (malaria).
En algunas ocasiones la peligrosidad del parásito reside en su poder para transmitir otras enfermedades: algunas garrapatas son capaces de inocular enfermedades potencialmente mortales como la fiebre de Crimea-Congo.
Para prevenir estas infecciones es esencial conocer el mecanismo de transmisión del parásito. Existen medidas de barrera físicas como las mosquiteras y el uso de una vestimenta adecuada que evitan las picaduras de insectos transportadores de parásitos. También podemos evitar estas picaduras con repelentes cutáneos.
Para prevenir las infecciones por parásitos que se transmiten por el agua o alimentos es fundamental establecer buenas medidas higiénicas, y es fundamental el diagnóstico precoz en embarazadas para evitar la transmisión congénita. Un campo de investigación importante en la actualidad es el desarrollo de vacunas contra parásitos. Su elaboración está resultando un gran reto en muchos casos, pero se espera conseguir buenos resultados, como los obtenidos actualmente con la vacuna contra la malaria.