El impacto y los efectos de la pandemia del coronavirus continúan hoy alcanzando una escala inconmensurable. Más de un año y medio después de que irrumpiesen los primeros casos en Wuhan, China, el SARS-CoV-2 sigue causando estragos, con la Organización Mundial de la Salud advirtiendo de que en las próximas dos semanas se va a alcanzar la cifra de las 200 millones de personas contagiadas en todo el mundo, mientras son ya 4,1 millones las que han muerto por la covid-19.
Con devastadoras consecuencias en múltiples niveles y sectores, la pandemia ha tenido y continúa teniendo una repercusión terrible para el individuo, ya no solo a nivel físico sino también psicológico. Prueba de ello es un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale, en Estados Unidos, en el que se asegura que desde que durante este tiempo, desde que se alzase el coronavirus SARS-CoV-2, han aumentado considerablemente los casos de paranoia.
Concretamente, los investigadores señalan que los sentimientos paranoicos detectados, además, se han asociado con una mayor aceptación de las teorías de la conspiración surgidas en torno a la pandemia. Además, indican estos casos han proliferado más en aquellos lugares con fuertes medidas de restricción, –como la obligatoriedad de las mascarillas–, cuando el individuo, cumpliendo escrupulosamente las normas, se ha encontrado con otras personas con escasa adherencia a las mismas.
“Nuestra psicología se ve enormemente afectada por el estado del mundo que nos rodea. Desde el punto de vista de las políticas, está claro que si un Gobierno establece reglas, es importante que se cumplan y se apoye a las personas para que las cumplan. De lo contrario, pueden sentirse traicionados y actuar de forma errática”, explican los investigadores, que tras la realización de múltiples encuestas en línea comprobaron que los “niveles de paranoia y volatilidad” habían crecido entre la población general.
Concretamente, como informa Yale News, prestaron especial atención a las diferencias entre las regiones donde se había impuesto el uso de mascarilla obligatoria y donde simplemente se recomendaban. Así, determinaron que la paranoia y los comportamientos erráticos tuvieron niveles más elevados en aquellas regiones donde se exigían mascarillas frente a otras donde las medidas eran más flexibles. Fundamentalmente, explican, “los valoren eran más altos en las zonas donde la adherencia a las normas contra el covid era más baja y donde, en cambio, algunas personas sentían más firmemente que las reglas debían cumplirse”. Es decir, como resume Phil Corlett, profesor asociado de Psicología y autor principal del estudio, “esencialmente la gente se volvía paranoica cuando había una norma y la gente no la seguía”.
Además, en este sentido, encontraron que “las personas que eran más paranoicas eran más propensas a respaldar conspiraciones sobre el uso de las mascarillas y las posibles vacunas”, entre otras.
En este sentido, han recordado que hay muchos precedentes históricos de un aumento en las teorías de la conspiración durante tiempos de trauma, desde la creencia predominante de que los brotes de peste bubónica medievales fueron causados por judíos que envenenaban agua de pozo hasta el movimiento 'La Verdad del 11-S' que sostuvo que los ataques terroristas de 2001 fueron orquestados por el gobierno de los Estados Unidos. "En tiempos de trauma y grandes cambios, lamentablemente, tenemos la tendencia a culpar a otro grupo", afirman.