La primera paciente confirmada de COVID-19 en Italia tenía niveles detectables de partículas virales infecciosas en sus ojos mucho después de que la infección se hubiera eliminado de su nariz.
El pasado 23 de enero, una mujer de 65 años voló desde Wuhan (China), donde comenzó el brote de coronavirus, a Italia. Cinco días después, comenzó a experimentar síntomas de la enfermedad y fue ingresada en el hospital. Presentaba tos seca, dolor de garganta, coriza o inflamación de la membrana mucosa de la nariz y conjuntivitis. Dio positivo por coronavirus y, unos días más tarde, también desarrolló fiebre, náuseas y vómitos.
El tercer día que estuvo en el hospital, los profesionales sanitarios tomaron un hisopo (bastoncillo) y descubrieron que tenía ARN, o material genético, del coronavirus en sus ojos. Aunque el ojo rosado de la mujer se aclaró el vigésimo día que permanecía ingresada, descubrieron que el virus persistió hasta el día 21, según el informe.
"El ARN del SARS-CoV-2 se detectó en hisopos oculares días después de que era indetectable en hisopos nasales. Descubrimos que los fluidos oculares de pacientes infectados pueden contener virus infecciosos y, por lo tanto, pueden ser una fuente potencial de infección. Estos hallazgos resaltan la importancia de las medidas de control, como evitar tocarse la nariz, la boca y los ojos y lavarse las manos con frecuencia", explicaron los autores del estudio.
Además, los oftalmólogos deben tener precaución durante los exámenes clínicos, ya que los ojos pueden ser tanto una entrada al virus como una fuente de propagación. Esta investigación demostró que la afectación ocular puede ocurrir temprano en el curso de la enfermedad.