Unas 150.000 personas en España tienen párkinson. Es la segunda enfermedad neurodegenerativa con más prevalencia en el país, solo superada por el alzhéimer. Pero, según los expertos, esta cifra se triplicará en el año 2050, entre otras causas, por el aumento de esperanza de vida de la población.
La Sociedad Española de Neurología (SEN) expone que el diagnóstico de la enfermedad tarda entre uno y tres años. Hay varios factores que dificultan la identificación de la enfermedad, como asociarla únicamente con temblores y otros síntomas motores. Son muy característicos, pero no se dan en todos los pacientes ni tienen que ser necesariamente los primeros en aparecer. De hecho, un 30% de los pacientes con párkinson no tienen temblores. En el 40% de los casos, el primer síntoma es la depresión.
Las personas con párkinson no son grupo de riesgo frente al coronavirus, según la SEN. Esto supone que no tienen más peligro que la población general de contagiarse y tampoco que, en el caso de hacerlo, su pronóstico sea peor. Además, insisten en que no hay evidencias de que los tratamientos que utilizan estos pacientes aumenten el riesgo, por lo que no deben abandonarse.
También instan a que, si se tienen citas programas, se llame al centro hospitalaria para preguntar cómo proceder. Aun así, recomiendan a las personas mayores no salir de casa.
Es importante que en el domicilio se mantengan las rutinas habituales, los ejercicios y las terapias complementarias. Además, recomiendan a que las personas con párkinson siempre tengan en sus casas una nota con la información básica de su enfermedad y la tarjeta sanitaria.
Según la Federación Española de Párkinson, se trata de “un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva”. Se caracteriza por una pérdida o degeneración de neuronas de la zona media del cerebro, lo que supone una pérdida de dopamina en el organismo. Esta sustancia es la encargada de transmitir la información necesaria para realizar movimientos con normalidad.
Los principales síntomas motores que muestra una persona con párkinson son lentitud de movimientos, temblores en reposo, rigidez muscular e inestabilidad postural.
Además, pueden aparecer síntomas no relacionados con el movimiento, como demencia, alucinaciones, insomnio, parestesias, alteraciones visuales o fatiga, entre otros.
Un 2% de las personas mayores de 65 años y un 4% de las que tienen más de 85 están diagnosticadas con párkinson. Es habitual creer que se trata de una enfermedad solo asociada a ancianos, pero se conocen casos en los que los primeros síntomas aparecen en la infancia y la adolescencia. Un 15% de las personas con párkinson tienen menos de 50 años.
Hoy por hoy, el párkinson no tiene cura y lo que se intenta es retrasar al máximo el avance de la enfermedad. Para ello se utilizan fármacos, que se pueden complementar con sesiones de fisioterapia (para mejor la movilidad), logopedia (enfocada a la comunicación), terapia ocupacional (para que el paciente pueda seguir siendo autónomo en su vida diaria) y psicología (que incluye aspectos emocionales, cognitivos y conductuales).
Una diagnóstico temprano puede mejorar mucho la calidad de vida de la persona que tiene la enfermedad. Esto se debe a que, al ser degenerativa, cuanto antes se empiece a tratarla, más se retrasará su evolución.