El coronavirus ha cambiado la vida de millones de ciudadanos españoles, para los que, tras más de 50 días confinados, la vida tal y como la conocíamos ha desaparecido. Las grandes reuniones con amigos o las muestras de afecto en público han dejado paso a los paseos solitarios y a la mascarilla como fiel acompañante.
A pesar de ello parece que, poco a poco, se va vislumbrando la luz al final del túnel, y con la desescalada, se pone el objetivo en la esperada llegada de un nuevo concepto: la nueva normalidad.
Aunque terminen estas fases de desconfinamiento, está claro que las cosas después de una pandemia mundial, que ha dejado más de 247.000 muertos, no pueden volver a ser lo que eran, al menos durante un largo periodo de tiempo.
Numerosos expertos han hecho estudios sobre cómo será esa nueva vida tras el coronavirus, y si realmente el ser humano cambiará su actitud. Aunque todavía se desconocen los efectos exactos que esta crisis sanitaria va a provocar, sí que hay algunas cosas que sabemos que no van a ser igual, al menos en el futuro próximo:
El uso de la mascarilla es uno de los grandes cambios que se han producido desde hace unos meses hasta ahora. A principios de año su uso quedaba relegado a alérgicos o personas enfermas, pero en la actualidad la mascarilla está ganando cada vez más terreno en el día a día de los españoles.
Es tal su importancia que desde su uso en el transporte público ya es obligatorio. Todos los expertos coinciden en que es importante introducirla cada vez más en nuestra vida para acostumbrarnos a su uso.
Desde hace un tiempo los expertos llevan haciendo hincapié en los beneficios que aporta el teletrabajo, pero a pesar de ello, antes de que el coronavirus llegara a nuestras vidas solo 800.000 personas trabajaban desde casa, al menos una vez a la semana. Esto suponía menos del 5% de la población ocupada.
Con la llegada del COVID-19 estas cifras han cambiado, y se ha abierto una puerta de no retorno hacia esta forma de trabajo que permite trabajar desde cualquier punto siempre que se tenga un ordenador y acceso a Internet.
Desde el Ejecutivo siguen apoyando el teletrabajo para estas fases de desescalada y para el futuro próximo, ya que es una medida sencilla que permite reducir los riesgos de contagio.
El teletrabajo también va a ayudar a la reducción de las horas punta en el transporte público. Atrás quedarán los vagones llenos de gente sin casi espacio para moverse. Las empresas deberán establecer jornadas flexibles y todas las garantías necesarias para que los trabajadores puedan evitar las aglomeraciones.
Con la vuelta a esa nueva normalidad también se retomará, poco a poco, la vida social y el ocio y turismo, pero sin duda será muy distinto a como lo conocíamos. Cada vez más lugares de restauración u hoteles están recurriendo a todo tipo de medidas que reduzcan al mínimo el riesgo de contagio.
Así, no es de extrañar que esta nueva realidad no tengamos que volver a utilizar nuestras manos para abrir puertas, grifos o pulsar interruptores, y sean los sensores los que se encarguen de este trabajo.
En el confinamiento la tecnología ha jugado un papel clave, tanto para las relaciones sociales como las laborales, con el uso del teletrabajo. Sentirnos cerca de nuestra familia y amigos ha sido posible gracias a las videollamadas, cuyo uso se ha disparado durante el estado de alarma.
Esas videoconferencias no desaparecerán de un día a otro de nuestras vidas, y aunque en ningún caso sustituirán a los encuentros en persona, cada vez se utilizarán más tanto para reuniones de trabajo como para no perder el contacto con nuestros seres queridos.