El miedo a sufrir una enfermedad es para muchos igual o peor que sufrirla: ¿sabes lo que es la nosofobia?
La nosofobia es el antes, el miedo a ponernos enfermos; la hipocondría es el después, cuando uno piensa que padece una enfermedad fatal
Cuando se trata de hablar de fobias dignas del diván de un psiquiatra o de algún amigo confesor que nos aguanta hasta las dos de la mañana, la hipocondría y la nosofobia son dos hermosos temas de discusión. La primera es materia de muchas ficciones (comedias en su mayoría) y te la imaginas de sobra. Uno ya está convencido de que padece alguna enfermedad incurable, que ese puntito negro en la pierna es el inicio de una gangrena y nada se puede hacer. Miedo a algo que ya se sufre y es irreversible. ‘Doctor, córteme la pierna, se lo pido de rodillas’.
Con la nosofobia pasa lo contario. Es una fobia de nombre algo menos eufónico y seguro que no has oído hablar tanto de ella. Durante la pandemia del covid los casos han aumentado. Te contamos qué es y cuáles son los síntomas de esta rara avis de las neurosis contemporáneas.
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¿Qué es la nosofobia?
La nosofobia es un trastorno de ansiedad primo hermano de la hipocondría. Se parece mucho en su manera de formularse por los pacientes que la sufren, pero el punto clave está en la noción temporal. Mientras que los hipocondríacos están convencidos de que ya tienen la enfermedad que sea (‘doctor, esto no es reflujo, esto es un tumor, ya conversa conmigo, le voy a presentar a mis hijos’), con la nosofobia el terror está en la hipótesis: es el miedo a enfermar.
Los que sufren nosofobia tienen un pánico irracional a sufrir una enfermedad en un futuro. Imaginemos por ejemplo una persona con antecedentes de cáncer en su familia que empieza a sudar mares blancos un día y se convence de que A lleva a B. Si mi madre sufrió cáncer, yo también voy a sufrirlo. Lo que en una persona neuronormativa este trastorno sería un pensamiento que no iría a más, en el nosofóbico desencadena una ansiedad paralizante que le pone a dar vueltas en círculos sobre un pensamiento que canibaliza su cerebro: voy a sufrir, voy a sufrir, voy a sufrir y no podré curarme.
Los nosofobicos presienten sobre sí mismos males mortales que padecerán un tiempo más o menos indeterminado y poco preciso. Como todas las fobias, el miedo tiene un componente irracional, sin ninguna base lógica. Es, sencillamente, la potencia de una premonición terrible que no somos capaces de controlar. En este caso, sobre la enfermedad en sí. Por ejemplo, se da mucho en personas que trabajan en el ámbito sanitario y están en contacto con los trastornos y enfermedades de otros.
Hipocondría y nosofobia
La situación del nosofóbico suele ser perversa. El hipocondríaco confirma delante del médico sin admitir discusión lo que cree que ya tiene. El nosofóbico tiende a aplazar indefinidamente la visita al especialista. El miedo a confirmar sus sospechas es tan irracional que le paraliza y le impide acudir a la consulta. Evitan a toda costa, mediante pensamientos circulares y obsesivos, someterse a un examen. No soportan la idea de confirmar la enfermedad. Suelen ser personas que rechazan de plano ver películas en las que aparezca alguna enfermedad. Un hipocondríaco es una rata de biblioteca de su supuesta enfermedad y analiza y lee todo lo que puede sobre ella. No verás ni de lejos a un nosofóbico contándote la trama de un capítulo de Hospital Central o de House, y si lo hace, a lo mejor se desmaya.
Lo más curioso de este trastorno de ansiedad fóbico (está categorizado como tal) es la deriva y ramificación de esos miedos a cosas de la vida diaria que ni te imaginas. Los nosofóbicos son criaturas que desarrollan también un pánico cerval a envejecer y a menudo entran en adicciones relacionadas con el culto al cuerpo y a la juventud. Mantenerse jóvenes a cualquier precio. La tanatofobia es otro de los rasgos que suelen enraizarse dentro de la nosofobia: un intenso rechazo a la idea de la muerte y a los que, por su edad, podrían estar en condiciones de conversar con la Parca. Si conoces a alguien nosofóbico, quizás llegue a confesarte esto después de tomarse unas copas: ‘Odio a los viejos’. Detestan la senectud.
Tratamiento de la nosofobia
Como en muchos trastornos de ansiedad, los ansiolíticos y antidepresivos apenas parchean un daño profundo en la psique. Puede que las benzodiacepinas ayuden puntualmente, pero la mayoría de especialistas afirman que la nosofobia debe tratarse con psicoterapia para conseguir que el paciente se desprenda de este terror innominable a ponerse enfermo.
Los nosofóbicos tienen una ventaja frente a los hipocondríacos, ya que, mientras puedan mantenerse alejados de sus propias hipótesis sobre el sufrimiento y evitar a toda costa pensar en contraer la enfermedad, su equilibrio emocional puede tener una especie de ‘precariedad’ estable. El comportamiento evitativo es su herramienta para combatir el caos.
Como te contamos, el tratamiento con psicoterapia es fundamental. El enfoque cognitivo-conductual es el que suele ofrecer mejores resultados al que desee mantener a raya esta fobia tan particular y poco mainstream. La reestructuración cognitiva tardará, pero si no nos ponemos en manos de un profesional, es imposible escapar del círculo al que nos arroja nuestra propia cabeza.