Los más pequeños han asimilado e interiorizado perfectamente la importancia del uso de la mascarilla para hacer frente al temido coronavirus. Son los primeros convencidos de que son necesarias y su comportamiento en la vuelta al cole está siendo ejemplar. Tienen muy claro cómo usarlas y se ha convertido para ellos en el complemento de moda: de sus equipos de fútbol favorito, de dinosaurios, confeccionadas a mano por la abuela, con los dibujos que más gustan… La variedad de masarillas reina en las aulas, aunque alguno reconoce que con tanta actividad a veces es complicado cuidarla: “Ya esta es la única que tengo. He tenido muchas pero se me han roto”, cuenta un pequeño.
Los niños han introducido en su vida la mascarilla como si siempre hubiera estado sobre sus bocas: “Algunas veces, de hecho, me olvido de que la tengo”. “No me la voy a quitar nunca. Solo para comer”, cuentan, mientras alguno también matiza que las ve “un poquito rollito”, pero reconoce que aun así le “gusta”.
Han entendido cómo ponérsela mucho mejor que los mayores, y además conocen muy bien su utilidad: “Hay que ponérsela por encima de la nariz”. “Yo la quiero llevar algunas veces, pero tengo que llevarla todos los días”. “Sirve para que no te penetre el virus y no contagiemos a los mayores”. “Para que si alguien está contagiado no me contamine o si yo estoy contagiado no contaminar al resto”, explican.
Los pequeños se dan cuenta de todo. También de que, pese a la necesidad de usarla y la novedad de los distintos diseños… por momentos resulta incómoda: “Da calor”. “Me agobia mucho, pero hay que aguantar”, explican. Y sin duda lo harán.