Cuando el coronavirus comenzó a ser noticia en los medios, los países occidentales experimentamos un fuerte racismo hacia la población china, ya que Wuhan fue el origen de la pandemia. Poco a poco esta sensación de pánico colectivo se centró en España, generalizándose hacia los sanitarios. Fueron muchos los médicos y enfermeras que denunciaron en redes sociales las amenazas de sus vecinos. Las cartas en los buzones pidiéndoles irse a un hotel se convirtieron en la antítesis de los aplausos a las ocho de la tarde.
Ahora la situación ha cambiado y cualquiera podría ser portador del virus: un vecino, el repartidor que nos trae paquetes o incluso nuestra pareja o padres.
Si hay algo que nos asusta del coronavirus es la incertidumbre asociada. No sabemos cuáles son los síntomas que vamos a experimentar a ciencia cierta. Tampoco podemos conocer las secuelas, ya que es algo que aparece con el tiempo. Y lo peor de todo es que ni siquiera existe una vacuna. Esta situación de desconocimiento es el caldo de cultivo ideal para que surja la discriminación.
La Organización Mundial de la Salud ya alertaba de ello desde verano, cuando comenzó el desconfinamiento en España. En su campaña #SanosEnCasa no solo destacaban la importancia de usar mascarilla o teletrabajar, sino también el papel de la discriminación.
“El miedo es una reacción normal en situaciones de incertidumbre, pero a veces este miedo se expresa de un modo que resulta hiriente para otras personas”, señalaba la OMS. Recomendaban no discriminar a personas por miedo a la propagación de la COVID-19, sobre todo a sanitarios y personas contagiadas.
El Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos señalaba también el fuerte estigma que viven los pacientes con coronavirus, sobre todo:
Elisa es una joven de 24 años de Navarra. Su vida es normal, estudia y trabaja. Su ocio se limita a quedar con los amigos de toda la vida. Lleva meses sin ir a fiestas y cuando ve que un bar o tienda está muy transitado, da media vuelta. Aun así, ha dado positivo en la prueba de la COVID-19.
“Me empecé a encontrar muy mal, con diarrea, fiebre y mucho dolor de cabeza. Llamé al médico para pedir cita y por teléfono me dijeron que tenía toda la pinta de ser coronavirus y que me aislase”, recuerda. “Estuve tres días que iba del baño a la cama, y ya por la noche me asusté mucho porque vi que al ir al baño había sangre. Estaba muy débil y llevaba 72 horas con fiebre, así que fui a urgencias”.
La prueba confirmó lo que ella sospechaba. Había dado positivo y con síntomas de lo más molestos. “Obviamente yo me aislé porque no soy tonta y no quiero poner en peligro a nadie, pero me entró mucho miedo a que la gente se enterase”, confiesa.
“Para empezar no quiero preocupar a mis padres, además un amigo de la familia falleció en agosto por coronavirus y sé que si se enteran van a pasarlo fatal”, relata. “Y también me da palo que la gente me margine cuando me cure. Yo soy la primera que si se enterase de que alguien ha dado positivo, tendría un poco de miedo. Por eso estoy llevando esto en silencio. Solo lo sabe mi novio y dos amigas”.
Si sospechas que padeces coronavirus lo primero que debes hacer es ir a tu casa, aislarte del resto de compañeros de piso y ponerte en contacto con tu médico para que te indique el procedimiento a seguir. Esto lo sabemos todos. Pero hay algo que los medios no nos explican y que los sanitarios no pueden responder: ¿Debemos decirle a nuestros amigos, familiares o compañeros de trabajo que hemos dado positivo?
La decisión es muy personal. En otras palabras, depende de ti y de la confianza que tengas con tu entorno. Pero ten en cuenta que el apoyo social es fundamental para afrontar cualquier enfermedad, el coronavirus incluido. Al ser una patología tan incierta, es habitual sentir miedo y ansiedad, y nuestros amigos y familiares pueden ayudarnos a gestionar mejor esas emociones tan comunes pero desagradables.
Por eso lo ideal es compartir la noticia con quienes tú te sientas cómodo. No necesitas publicar un comunicado en Instagram como si fueses un influencer (ojo, puedes hacerlo si te apetece), pero no está demás contar con varias personas de confianza para proporcionarte soporte psicológico.