Margarita del Val, investigadora científica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), avisa que gran parte del mundo probablemente llevará mascarilla "durante un par de años", en MarketWatch.
La viróloga advierte que, en los próximos años, se requerirán cambios en el estilo de vida. "Hay que acostumbrarse a llevar una mascarilla y a tomar un par de medidas durante un par de años e integrarlas en nuestra vida cotidiana", explica Del Val. "Superaremos esto en algunos años, pero no tenemos que esperar que esto sea una carrera de cien metros. Será un maratón", continúa.
La científica, que ha estado instando a que se restrinja Madrid por municipios, afirma que la capital necesita un mejor control de la cuarentena y el rastreo de contactos, y que carece de los funcionarios de atención de la salud para hacerlo.
Del Val explica que los habitantes de las zonas más afectadas de Madrid necesitan que se les suministren máscaras limpias cada vez que entran en el metro. "Hay gente que no puede comprar mascarillas quirúrgicas todos los días y están usando mascarillas de baja calidad y no son tan efectivas para ellos ni para otros".
Con esto, también destaca que autobuses y metros van demasiado congestionados, poniendo así en riesgo a los usuarios: "El transporte público tiene que ser más seguro y hacerlo más seguro significa tener más trenes y autobuses para que no estén tan llenos. También hay que tratar de tener horas de salida en diferentes compañías a diferentes horas, para que no tengamos una hora punta muy concentrada", asegura la viróloga.
Los restaurantes siguen siendo una gran preocupación para la titular del CSIC, sobre todo cuando el clima cálido se va. Predice un "gran problema" con la bebida y la comida en el interior, incluso con restricciones de capacidad al 50%. "Creo que cuando la gente comía y bebía al aire libre, lo cual era tomar una medida, al aire libre, lo cual es bueno, se olvidaban de una segunda medida... la distancia o las máscaras".
También instó a los hoteles a reabrir sus puertas para las personas con síntomas, para evitar que los trabajadores que viven en condiciones de hacinamiento propaguen el virus. "En la primera oleada de la pandemia se abrió una red de hoteles, y esos establecimientos están infrautilizados ahora que el verano ha terminado", sentencia del Val.