¿Humanizar cura? La respuesta breve es no. Humanizar la manera en la que se trata a los pacientes en un hospital no cura y, ni mucho menos, salva vidas. Pero sí se convierte en una pieza fundamental para mejorar la percepción, el estado de ánimo e incluso el deseo de involucrarse en el seguimiento del tratamiento o acciones prescritas para la recuperación de la persona. Por lo tanto, no es un tema baladí. Influye en la salud. Incluso el dolor es percibido de diferente manera cuando nos sentimos bien tratados.
El paciente o la paciente puede llegar a entender que no le cures pero nunca que no le cuides. Y es ahí donde radica la esencia de la humanización de la atención sanitaria. Esa persona podrá comprender que la ciencia o su cuerpo no dé más de sí; que con los medios disponibles no seamos capaces de ofrecer la solución ansiada. Pero jamás que no nos preocupemos por ella. Que no sepamos mirarle a los ojos y tratarle como lo que es: una persona que merece respeto.
Más allá de la voluntad personal de los grandes profesionales que habitan en nuestros hospitales, existen factores que dificultan que la atención sanitaria que ofrecemos sea más humana. Entre ellos, figuran la escasez de tiempo, la falta de recursos personales y físicos, la tecnificación de la medicina (que nos ha llevado a estar más pendientes de las máquinas y de los resultados de una prueba que de las personas), el propio diseño de las instalaciones médicas y el síndrome de estar quemado que afecta a una plantilla cada vez más mermada y agotada.
A todo ello, debemos añadir el efecto devastador de la pandemia de covid-19, que se ha llevado por delante parte de lo avanzado en este terreno. La pandemia nos tapó el rostro a los profesionales de la salud, nos despojó de apariencia humana con los EPIs, nos impuso incorporar más procesos de protección en cada acción que desarrollábamos y nos robó tiempo. Se llevó por delante a muchas personas mayores de una generación admirable que, en la primera ola, murieron solos… Desolador. La pandemia ha demostrado que no estábamos preparados para algo así y que debemos humanizar, de nuevo, ese trato echándole imaginación.
Sin embargo, en todo ese maremágnum de obstáculos, como siempre, aparecen las personas con sensibilidad. Y es digno de destacar cómo profesionales del ámbito sanitario, desde médicos, enfermeros, auxiliares, personal de limpieza y otras labores han demostrado su capacidad de empatizar en mil y una ocasiones. Lo han hecho ofreciendo, por ejemplo, su teléfono personal para que una persona, consciente de que se moría, pudiera despedirse de su hijo. Sentido común, podríamos decir, pero un sentido que se ha topado en los últimos tiempos con demasiadas barreras.
Un gesto. Una mirada. Un silencio. Mejorar el trato en un centro sanitario se resume en muchas ocasiones simplemente en prestar atención, saber que al otro lado hay una persona y analizar lo que hacemos para mejorarlo.
Veamos un ejemplo. Un estudio desarrollado en la UCI del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla reveló que el 60 % de sus pacientes refirieron dificultad a la hora de dormir adecuadamente derivada de la toma de constantes nocturnas realizada por el personal sanitario.
Por su parte, el estudio Percepción del sueño de los pacientes en una Unidad de Cuidados Intensivos, realizado en Clínica Universidad de Navarra, señala que los ruidos, los monitores y la ronda de constantes fueron factores determinantes en la calidad del sueño.
Investigaciones como estas nos ayudan a sacar conclusiones. Por supuesto que debemos estar pendientes de los pacientes y verificar sus constantes, pero tenemos que personalizar la atención, ver quién necesita realmente que supervisemos su estado cada hora y a quién podemos desearle buenas noches y dejarle descansar hasta la mañana siguiente. No podemos caer en hechos tan llamativos como despertar a un paciente para darle la pastilla de dormir, algo que ocurre en nuestros hospitales.
Sin embargo, gracias a la sensibilidad de los profesionales sanitarios y, en especial, de profesionales de la enfermería, ya se llevan a cabo mejoras tan sencillas y decisivas como agrupar y minimizar las actuaciones, eliminar el ruido de los teléfonos por la noche y sustituirlo por luces, hablar en un tono bajo, sustituir carros ruidosos por otros más silenciosos, etc.
La leyenda cuenta que un médico sabio dijo “La mejor medicina es amor y cuidados”. Alguien le preguntó: ¿y si no funciona? Él sonrió y contestó “Aumenta la dosis”.
Aumentémosla entonces. Son muchas las posibilidades a nuestro alcance, pero resumamos algunas de las acciones más reseñables:
Si lo pensamos bien, la humanización sanitaria desemboca en el simple sentido común de que debemos cuidar a quien lo necesita. Si es posible, curarle, pero siempre y en todo momento, cuidarle. Quizá no salvemos vidas, pero haremos que merezcan la pena.