La lejía ha sido un producto muy popular durante la pandemia de COVID-19, ya que su disolución en agua se ha utilizado en muchos hogares para desinfectar los objetos que llegaban a casa y eliminar así el virus. Pero, ¿qué ocurre si esta sustancia salpica los ojos? Este tipo de incidente corresponde a entre un 8 y un 18% de todos los traumas que se suelen presentar en relación a la visión. El nivel de los síntomas que presente el paciente dependerá del tipo de químico, la concentración, la superficie de contacto, la duración y el grado de penetración.
Cuando la lejía llega a nuestros ojos, se forman pequeños globitos dentro y al reventarse internamente cada uno es como volver a sufrir el daño, matando las células madre que hay dentro, se malogra la córnea y eleva la presión ocular generando glaucoma. El proceder adecuado para evitar males mayores es no tocarse: si nos salpica cualquier producto tóxico de limpieza, no debemos frotarnos los ojos. Si tenemos lentillas hay que quitarlas lo antes posible. Lo que debe hacerse es colocarse debajo de un chorro de agua fría durante 20 minutos, y siempre en el mismo sentido.
Se debe lavar el ojo siempre en el mismo sentido (de la nariz al ojo), ya que de no hacerse así, el líquido podría caer en el otro ojo y se extendería el daño. Es importante abrir los párpados para que irrigue profusamente el ojo. Después hay que acudir a un centro médico para que un oftalmólogo complete el lavado, evalúe el grado de la quemadura y brinde la prescripción médica respectiva.
Es recomendable que las diluciones de agua y lejía sean bajo las cantidades preestablecidas y utilizar lentes de protección para estar protegido en caso de accidentes.