Jorge está aprendiendo a respirar. Tiene 42 años y lleva 40 días en la UCI. Su fisioterapeuta practica con él. Utiliza técnicas de movimiento y de fisioterapia respiratoria. Le tuvieron que hacer la traqueotomía pero no es lo único, aunque sea lo evidente; hay muchas más señales en su cuerpo dolorido. Las secuelas del COVID son brutales. La “UCI da vida pero hay que dar calidad a esa vida” nos explica María Segura, la fisioterapeuta.
Juana está mejor pero todavía respira con dificultad. Durante la sesión tiene que parar a coger aire. Se ahoga cuando nos cuenta cómo cree que se contagió. Cree que fue el repartidor de la compra que subió a su casa. Pero las fechas no cuadran. A los dos días se estaba “muriendo” dice. Su marido y su hija han pasado la enfermedad en casa. Ella sigue en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de La Princesa. Juana se lamenta al pensar en la gente que no respeta las normas y ni se imaginan el padecimiento de los enfermos de la UCI. “No estoy bien, a veces tengo arrebatos y siento que me falta la vida”. Le falta la vida porque le falta el aire.
Los pacientes que están despiertos ya escuchan a sus médicos, pero están muy desorientados. Las secuelas cognitivas son muy graves también. Cuando despiertan tras la intubación, tienen que aprender a vivir. El destete del ventilador es el momento más importante. Por eso mientras están sedados ya comienza la rehabilitación. Activar los músculos del diafragma incluso durante la sedación para poder quitarles la respiración mecánica. El Covid debilita toda la musculatura y también la respiratoria. No es solo por el reposo prolongado. Por eso tienen que aprender a comer, a tragar y a respirar de nuevo cuando salen del coma inducido. Empiezan de cero como los niños pequeños. Nos lo cuentan María José Arriaza y Noelia Mosquera, las dos médicos rehabilitadores. Se reúnen con los intensivistas y repasan la evolución de sus 25 pacientes. Los rehabilitadores diseñan la terapia y los intensivistas cuidan y vigilan a los enfermos conectados. El trabajo es multidisciplinar.
Los pacientes que duermen, tiene sedación profunda para poder soportar la invasión de la respiración mecánica. Los pulmones se expanden ayudados por la máquina. En el monitor de impedancia torácica el jefe de la UCI nos explica. “Si el pulmón está elástico va bien, si se va endureciendo irá a peor seguro”. El cuerpo lucha contra el virus, y ellos cuidan ese cuerpo para que venza en la batalla. Es complicado de explicar pero importante.
Alfonso Canabal es el jefe de la Sociedad de Intensivistas de la Comunidad de Madrid y reconoce que sienten cierta frustración con esta enfermedad. Solo pueden dar corticoides e inmunodepresores, pero no hay un tratamiento eficaz contra la neumonía vírica que provoca el COVID. Por eso se lo juegan todo a la atención precoz, porque mejora la supervivencia. Si preparan al enfermo para respirar antes, estará menos tiempo conectado a una máquina. Y eso significa que tendrá más posibilidades de vivir. La UCI tiene una tasa de mortalidad del 30%, pero algunos estudios hablan del 60% en los intubados Por eso en esta unidad libran una batalla en la que necesitan toda la artillería para vencer y salvar vidas; intentan reducir la mortalidad y las secuelas devastadoras que está produciendo el COVID.