Entramos en el Hospital 12 de Octubre golpeado por las tres olas sin piedad para ver cómo se han organizado y mejorado de ola en ola, desde la primera avalancha que sufrieron en marzo. Muchos hospitales de Madrid fueron escenarios de guerra. El 12 de Octubre es solo un ejemplo. Pero un ejemplo que queremos recordar porque aquí los médicos no han descansado todavía, y trabajan sin tregua, sin olvidar la angustia de “no llegar” a todo, y la tristeza que deja el recuerdo de todos los que no pudieron salvar.
Lorena Castro es la coordinadora de urgencias. Recorre los pasillos que en marzo se llenaron de enfermos en sillas, sillones o camas. “Era medicina de guerra. Pasamos de 150 puestos a 350 en menos de 10 días”. De hecho, esta misma semana de marzo tenían más de 300 esperando una cama en las 18 plantas del 12 de Octubre. Y no había. Reconvirtieron todo en zona de urgencias, incluso los despachos o la zona de hostelería, donde se habilitaron tomas de oxígeno para los enfermos que llegaban sin parar”. Era una avalancha con ambulancias esperando en la puerta con pacientes moribundos, “imparable y cada vez venían más graves”, explica Lorena. En marzo, el Covid lo invadió todo y el desconocimiento también.
Los hospitales llevaban desde finales de enero recibiendo pacientes con neumonías bilaterales atípicas. En las urgencias no daban crédito a lo que les llegaba. De hecho los jefes de urgencias de todos los hospitales madrileños se juntaron en un grupo de WhatsApp en el que cada noche ponían el número de pacientes, el perfil y las características que habían visto ese día en la enfermedad. Ellos sabían que era Covid porque miraban a China y aprendían. De hecho comenzaron a hacer radiografías en vez de PCRs para confirmar sus sospechas. Iban más rápido cribando a los enfermos que llegaban. Las radiografías eran calcadas.
Los contagiados se quedaban en sus casas porque los médicos aun no sabían que la enfermedad avanzaba imparable a partir del séptimo día de síntomas, o que la gente tenía neumonías bilaterales gravísimas y no era consciente porque aparentemente respiraba bien. Es lo que luego conocimos en la calle como hipoxia silenciosa: “Se ahogaban menos de lo que su pulsioxímetro indicaba pero estaban muy graves y esta enfermedad cuanto antes la tratas mejor pronóstico tiene. Eso también lo aprendimos en marzo”. Los explica Carlos Lumbreras, jefe de Medicina Interna del Hospital 12 de Octubre. En planta la revolución era muy parecida a la de urgencias. No faltaron camas pero tuvieron que reconvertir todas las plantas. El Covid avanzaba y lo engullía todo. Durante todo el mes de marzo fue avanzando por las 18 plantas. Carlos Lumbreras no paraba de gestionar camas, volaba por los pisos. Las enfermeras volaban por las habitaciones
Aunque la última semana de marzo batieron el récord con 1.300 hospitalizados, Pilar del Olmo, supervisora de Hospitalización del 12 de Octubre recuerda ya la primera semana de marzo con horror. Habían dejado una planta nueva de medicina interna para Covid. Pero les llamaron el fin de semana para trabajar porque no daban abasto. Fue al hospital con su equipo para preparar plantas nuevas a los contagiados. Tuvieron que mover a los enfermos supuestamente no Covid a otras plantas. Iban sin mascarillas porque suponían que estaban en zona limpia. No sabían que esos enfermos también tenían la enfermedad. Se contagió. Y muchos sanitarios se contagiarían en esa vorágine. Tenían EPIS pero los justos. Y tenían mucho miedo. Miedo que intentaron no trasladar a los enfermos que llegaban a los hospitales en silencio porque estaban aterrorizados y porque estaban muy enfermos. Un año después los pasillos están en silencio porque se cierran las puertas de las habitaciones para evitar la dispersión de los aerosoles. En marzo las puertas estaban abiertas para poder escuchar las toses, las respiraciones. “Los pacientes fallecían con facilidad”, recuerda Paloma.
En la Unidad de Cuidados Intensivos vivieron una situación que califican de catástrofe. Llegaron a tener más de 100 pacientes. Inimaginable. ¿Entraba todos en la UCI? “Entraban los que más posibilidades tenían de recuperarse”. Lo explica Juan Carlos Montejo, jefe del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital 12 de Octubre, “dentro de los parámetros que tenemos que utilizar en condiciones de emergencia o catástrofe. Era todos los días y lo aplicábamos en varias ocasiones”.
Repasando ahora las máquinas y los tubos a los que están conectados, Montejo recuerda que el pulmón artificial, la ECMO, una máquina equipada con una bomba centrífuga, que se encarga de mover la sangre, y un oxigenador no se ponía a todos porque la capacidad era limitada. Los respiradores, sin embargo, no faltaron en esta UCI porque el equipo de compras removió cielo y tierra para conseguirlos. No se utilizaban los mejores, se utilizaban todos, mejores y peores. La primera ola fue una bestialidad y aprendieron con mucho dolor y mucho sufrimiento.
Elena Esteban, enfermera de la UCI, recuerda que tuvieron que hacer un programa de humanización para atender a los contagiados. La Unidad de Críticos es durísima y los pacientes se enfrentaban a la muerte solos. No se podían despedir de sus seres queridos. Los intubaban y sedaban, sin despedida, sin una mano a la que agarrase conocida, sin saber si despertarían. Esta enfermedad es mortífera y ha superado incluso los estándares de mortalidad de los intubados que ronda el 30%. Las enfermeras se dieron cuenta de la necesidad de utilizar las tabletas o los móviles para, a través de las pantallas, conectar a los enfermos que tanto dolor padecían.
La UCI provoca estrés, mucho sufrimiento físico y psicológico en los enfermos. “Era el momento de tomar consciencia de que era Antonio, de que era Miguel, de que era Paloma, que tiene dos hijos…” recuerda Elena. Montejo dice que están cansados de estar cansados. Porque los aplausos les ayudaron y pensaba que su trabajo estaba contribuyendo a curar, a salvar vidas. Pero ahora están frustrados porque ellos van cada día al hospital y escuchan las fiestas, los debates sobre viajar o no viajar, y la sensación es que en la escala de valores de muchas personas está primero la diversión, y el bienestar personal.