Hace apenas diez años Instagram era como un álbum de fotos público, pero ahora esta red social se ha convertido en un microcosmos en el que creemos saber todo lo que sucede en la vida de los demás gracias a su feed. Los likes y los comentarios se han convertido en un indicativo de nuestra popularidad, y en este océano de apariencias hay un lugar oscuro al que nadie quiere llegar: los haters.
Todos somos haters de algo. Igual que hay personas que adoran la pizza con piña, otras la detestan. Esta relación de amor-odio se puede extrapolar al mundo de Instagram, sobre todo cuando entran en juego usuarios con un gran número de seguidores.
A más fama tiene una persona, más posibilidades hay de que aparezcan haters. Esto de forma aislada no es algo negativo; no podemos pretender gustar a todo el mundo. El problema surge cuando los haters recurren al bullying para validar sus opiniones. En otras palabras, no pasa nada si te cae mal un influencer, pero sí que es peligroso que necesites humillarle o insultarle para sentirte mejor.
Tenemos una idea distorsionada de lo que una crítica significa. La consideramos algo negativo, peligroso y cruel, cuando no siempre es así.
Es aquí donde debemos diferenciar las críticas constructivas de las destructivas:
El problema es que por un lado hay influencers que no toleran ningún tipo de crítica, aunque sea constructiva, y que hay followers que hacen críticas destructivas justificándose en que “son constructivas”.
Pensamos que ser influencer es la panacea. Viajes, regalos y dinero, un oasis en plena pandemia. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.
Muestra de ello es la declaración de Khloé Kardashian tras filtrarse varias fotografías de ella sin filtros ni edición. "La presión, la constante ridiculización y el juicio de toda mi vida para ser perfecta y cumplir con los estándares de otros sobre cómo debería verme ha sido demasiado para soportar", explicaba en un comunicado.
Sin embargo, la influencer americana no es la única que ha sentido cómo la presión social le pasaba factura. Figuras públicas españolas como Alexandra Pereira, Rubén Doblas, Ibai Llanos o Marta Riumbau han hablado abiertamente en sus redes sociales de las repercusiones de determinados comentarios.
Alexandra Pereira, más conocida como Lovely Pepa, logró el cierre de un foro de Internet en el que se criticaba abiertamente a famosos e influencers, exponiendo detalles privados de sus vidas. En su caso, lo más duro de soportar fueron los insultos racistas hacia su pareja.
Ibai Llanos, pese a ser un personaje muy querido en Internet, tiene que lidiar a diario con comentarios despectivos sobre su peso y su físico.
Rubén Doblas, popularmente conocido como El Rubius, reconoció en una entrevista que uno de los motivos por los que se mudó a Andorra fue el acoso diario que recibían tanto él como su pareja. Irina, la pareja de Rubén, habló abiertamente del bullying que recibía en un post de Instagram. “Me resulta increíble y surrealista cómo podemos llegar a tirar nuestro tiempo, siendo lo más valioso que poseemos, usándolo en auto-destruirnos y derrumbarnos mutuamente”, reflexionaba.
Marta Riumbau, influencer de belleza, moda y decoración, reconoció recientemente cómo las críticas sobre su físico casi le llevan a quirófano. En su caso, comenzó a adentrarse en el mundo de YouTube cuando apenas era mayor de edad, y a diario recibía comentarios sobre su boca, su mandíbula y sus mejillas. Convenció a su madre para realizarse una bichectomía, pero el cirujano le convenció de que no tenía sentido operarse. Ahora da gracias de no haber hecho caso a esos comentarios destructivos constantes que lleva recibiendo años.
Pueden parecer casos aislados, pero aquellos que se dedican a las redes sociales deben lidiar a diario con miles de comentarios, de los cuáles una parte son críticas dañinas. ¿Lo más fácil? Aludir al físico. “Has engordado”, “¿Estás embarazada?”, “Estás adelgazando demasiado”, “Tu cuerpo es enfermizo” son sólo ejemplos de lo que podemos encontrar en la sección de comentarios de la mayoría de influencers con un gran número de seguidores.
A menudo creemos que tener dinero o muchos seguidores es un antídoto milagroso contra los problemas de salud mental, pero tener fama no nos exime de sufrir.
Recibir comentarios destructivos constantemente es una forma de acoso, aunque nos resulte chocante ponerle ese nombre ya que hay una pantalla de por medio. Además, en el caso de los influencers este bullying tiene un peso extra ya que no son comentarios aislados, sino un constante acoso y derribo que puede provocar:
“Es que compartiendo su vida se exponen a eso”, argumentan algunos haters. Esta creencia no sólo es falsa, sino que perpetúa el acoso. Todos nos exponemos en redes e incluso en nuestro día a día, pero nadie tiene derecho a insultarnos, a humillarnos o a hablar de nuestra familia o seres queridos.
Para frenar el acoso debemos reconocer que muchas personas de a pie somos parte del problema. Nos escandalizamos ante el bullying escolar como el que sufrió la joven Erika 2santos, pero perpetuamos este tipo de conductas en redes sociales. Por eso es fundamental hacer autocrítica y reflexionar sobre todos esos comentarios que pensamos que eran constructivos, pero en realidad eran humillaciones.