Alejandra tiene conductas tóxicas: “Hago daño a los demás, pero no asumo que es culpa mía”
Los psicólogos están de acuerdo en que no podemos poner la etiqueta de ‘tóxicas’ a todas las personas que nos hacen daño de una forma u otra, ya que perpetúa el círculo vicioso de la toxicidad
Alejandra tiene claro que no es una persona tóxica, sino que tiene conductas tóxicas: “Dejé de intentar conocer a gente, porque no quería tener la fama de tóxica igual que tuve la fama de falsa en el instituto”
Una psicóloga nos da varias pautas para poner fin a las conductas tóxicas y dejar de herir a quienes nos rodean: autoconocimiento, asertividad y límites en las relaciones
Cuando hace cinco años hablábamos de algo tóxico, hacíamos referencia a beber lejía, dar un paseo en chanclas por Chernóbil, vivir en una casa con tejados de amianto o, en el mejor de los casos, pedir en un karaoke la canción de Britney Spears. Pero los tiempos cambian y el lenguaje también.
Al igual que surgieron términos como crush y ghosting, la generación millennial nos acabamos apropiando del concepto ‘toxicidad’ para etiquetar a aquellas personas egoístas, narcisistas y crueles. Pero rápidamente cruzamos la línea. ¿Tu mejor amigo decía que tenía que estudiar pero en realidad estaba de compras con su primo? ¡Tóxico! ¿A tu novia se le olvidaba tu cumpleaños? ¡Tóxica! ¿Tu padre dejaba de darte la paga porque acababas de cumplir 30 años y ya tenías trabajo, piso y coche? ¡Tóxico!
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No es culpa de los jóvenes. Al fin y al cabo, todos queremos dar sentido a nuestro caótico mundo social, y la forma más sencilla es poniendo etiquetas a las cosas. Es más cómodo decir que alguien es tóxico a entender que tiene conductas dicotómicas. Es decir, que al igual que percibimos lo malo, también hay un trasfondo bueno y un motivo para que actúe como actúe.
Por eso los psicólogos tuvimos que ponernos serios ante esta situación. Ante el auge de la toxicidad, dimos un golpe sobre la mesa y dijimos bien claro que no existen las personas tóxicas.
¿Personas tóxicas? No… ¡Conductas tóxicas!
No vamos a negar que existen personas que son crueles, perversas y que disfrutan haciendo daño. Sin embargo, representan un porcentaje ínfimo de todos aquellos a los que alguna vez hemos llamado tóxicos.
En la vida real, las personas no somos como en las películas de Disney. No hay nadie con una bondad tan pura como la de Anna en Frozen. Incluso los más buenos a veces son egoístas, presumidos o un pelín diabólicos. En la otra cara de la moneda, aquellos que a nuestros ojos son malas en esencia también pueden tener gestos altruistas o palabras bonitas. En pocas palabras, los seres humanos estamos formados por dicotomías. Blancos y negros que si se juntan dan lugar a una escala de grises muy difícil de entender.
Ese es el primer argumento para desterrar la expresión ‘persona tóxica’, pero no el único. Y es que etiquetar a alguien puede provocar un círculo vicioso de la toxicidad, algo que explica muy bien Alejandra, una joven de 26 años que durante toda su adolescencia y edad adulta tuvo comportamientos tóxicos con todos los que la rodeaban. “Yo he sido esa persona que cambia de grupo de amigos cada dos por tres”, recuerda la veinteañera. “Pensaba que tenía muy mala suerte, que la gente me tenía envidia, que sufría bullying o que nadie me entendía. Y así he estado hasta hace dos años”.
Ser tóxica para mí era una inseguridad como quien lo pasa mal por su cuerpo y no se pone bikini en la playa
En el instituto, Alejandra se sentía fuera de lugar. Para causar interés en sus compañeros, se inventaba historias sorbe ella o sobre los demás. “Mentía un montón. Echaba mierda de unos y otros para quedar bien, y al final la gente se acababa enterando”. Al descubrirse sus engaños, la gente la dejaba de lado y rápidamente ganó mala fama. “Me llamaban falsa y no tenía amigos, así que tuve que buscarlos fuera del instituto”.
Al pasar a la universidad, decidió empezar de cero y formar relaciones más sanas y estables. “Hice un grupo de amigos con los que estaba muy a gusto y me esforcé mucho para caerles bien, pero creo que a más me esforzaba, más repelente era”. Acabó sintiéndose sola otra vez, y pronto llegó la temida etiqueta. “La primera vez que me llamaron tóxica me enfadé muchísimo. Era verano y me enteré de que mis amigos habían hecho un grupo de WhatsApp donde estaban sin mí. Me cabreé y me dijeron que no me lo podía tomar todo tan a pecho, que siendo así de tóxica normal que la gente se alejase”, recuerda. “Lo que me dolió es que nadie me dijo porque era tóxica, solo me soltaron esa palabra que he arrastrado durante años. Hubiese preferido que me dijeran ‘mira, esto, esto y esto otro son cosas que no están bien’. Yo creo que habría sido más constructivo”.
“Acabé la universidad sintiéndome muy mal conmigo misma. Ser tóxica para mí era una inseguridad como quien lo pasa mal por su cuerpo y no se pone bikini en la playa. Pues yo dejé de intentar conocer a gente, porque no quería tener la fama de tóxica igual que tuve la fama de falsa en el instituto”, confiesa.
Pasaron los años y Alejandra se aisló cada vez más, hasta que finalmente decidió pedir ayuda profesional. “Busqué en Google psicólogos en mi ciudad y a una que me dio confianza le escribí un mail en el que ponía de asunto ‘Hago daño a los demás, pero no asumo que es culpa mía’. Me dio cita y fue una cosa brutal. Me salvó la vida. Por primera vez me sentí entendida y en ese momento fui capaz de admitir todo lo que no hacía bien”.
Ahora mismo Alejandra no va a terapia ya que no lo necesita más, tiene un grupo de amigos con el que mantiene una relación totalmente saludable, y ha aprendido a lidiar con sus inseguridades sin herir a los demás.
Qué hacer cuando estás haciendo daño a tus seres queridos
- ¿Qué es tóxico y qué no?
El primer paso para establecer relaciones más sanas y dejar atrás las conductas dañinas es diferenciar lo que es tóxico y lo que no. Esto dependerá mucho de ti y de las personas que te rodean. Por ejemplo, hay amigos en los que una broma puede ser simplemente una broma, y otros que lo interpretarán como un ataque.
Si tienes dudas, pregunta a tu pareja, a tu grupo de amigos, a tus compañeros de clase o del trabajo y a tu familia. ¿Hay algo que hagas que les haga sentir inseguros o mal? ¿Tú estás de acuerdo? ¿Cómo puedes mejorar? Esas tres preguntas son clave.
- Identifica el origen de tus conductas tóxicas
Es importante que encuentres la causa de tu comportamiento para poder solucionar la situación de raíz. Puede que sea para sobreproteger a los que te rodean, por miedo al abandono, porque crees que tú sabes más que los demás, por inseguridades que te impiden reconocer tus errores, o por celos hacia lo que tienen los demás.
- Dedica tiempo a tu autoconocimiento
En vez de embarcarte en relaciones sociales intermitentes que te dan un subidón de autoestima momentáneo, conócete mejor a ti mismo. Aprender a gestionar la soledad sin sentirnos inseguros es un buen camino para eliminar las conductas tóxicas.
- No todo lo que hagas será tóxico
Cuando te das cuenta de que algunas de tus conductas son tóxicas, es habitual pensar que todo lo que haces está mal. Esto no es así.
En el futuro te enfrentarás a situaciones en las que alguien se enfadará contigo, te reprochará y no tendrá razón. Cuando esto suceda, te entrarán dudas porque pensarás que, si antaño has hecho cosas egoístas, narcisistas o crueles, es posible que sigas actuando igual.
Para aprender a manejar estos conflictos, es útil aprender técnicas de asertividad. En otras palabras, no debes ni atacar a la otra persona, ni aceptar pasivamente lo que diga. Escúchale, tómate tu tiempo para procesar lo que ha dicho, y di lo que piensas con seguridad, empatía y sinceridad.
- ¿Solo o con ayuda?
Si esta situación te resulta muy difícil de gestionar por tu cuenta, pide ayuda profesional. Busca un psicólogo que esté cualificado y con quien tengas una relación de confianza y ponte manos a la obra.