A todos nos ha pasado en primera persona o lo hemos visto en persona y redes sociales. Estás tan tranquilo con tus amigos y alguien empieza a soltarte piropos que nadie ha pedido. "Guapa, diosa, pibón…", y cuando le paras los pies porque no te interesa lo más mínimo, todos los halagos se convierten en insultos. ¿Cómo es posible que una persona pase de endiosarte a ponerte a caer de un burro en menos de 10 minutos?
Gestionar un rechazo no es algo sencillo. A todos nos duele en el ego que pasen de nosotros, sobre todo cuando estamos muy interesados en la otra persona. Sin embargo, hay formas más o menos apropiadas de manejar esta desagradable situación. De todas ellas, insultar a la persona y utilizar términos vejatorios para proteger nuestra autoestima es posiblemente la alternativa más dañina e ineficaz.
Ninguna persona está exenta del rechazo alguna vez. Da igual si te declaras a ese compañero de universidad al que ves todos los días o a la chica más atractiva de toda la discoteca. Existe una posibilidad que a veces será menor y otras mayor de que te manden a freír espárragos.
Curiosamente, parece doler más a nuestro ego cuando quien nos rechaza es un desconocido, pero... ¿POR QUÉ?
Si la persona que nos rechaza es un amigo o conocido, hay muchas opciones que justifican la falta de atracción mutua y no todas son negativas. Por ejemplo, puedes pensar que te ve como un amigo o amiga y que por eso no quiere nada romántico o sexual contigo. Sin embargo, cuando te rechaza un desconocido, aunque haya mil explicaciones, la que más peso tiene es que no le gustamos físicamente.
En una sociedad que da tanta importancia al físico, gran parte de nuestra autoestima se construye en torno a la apariencia física. En consecuencia, percibir un ataque hacia ésta puede ser muy doloroso.
¿Cómo gestionan algunas personas este ataque al ego? Atacando de vuelta a la otra persona. De alguna forma, se autoengañan pensando que su potencial ligue no era tan guapo o guapa o no estaba tan bueno o buena.
El problema es que esta gestión del rechazo nos hace más mal que bien, impidiéndonos madurar. En algún momento de nuestra vida tenemos que aceptar que los gustos son muy variados y que la belleza es subjetiva. Para una persona puedes ser espectacular, pero alguien diferente puede considerarte del montón. ¡Y no pasa nada! Nuestra autoestima no debería depender de la aprobación de los demás, sino de nuestro trabajo de autoaceptación.
Si bien la conducta de "insultar tras un rechazo" puede darse en cualquier persona, independientemente de su género, es bastante más habitual en el masculino.
Esto no significa que todos los hombres gestionen fatal el rechazo ni mucho menos, sino que hay unas pautas de socialización diferentes que explican esta situación.
En primer lugar, las mujeres son educadas para ser más emocionales, permisivas y sumisas. Aunque afortunadamente esto está cambiando con los años, para muchas chicas la primera reacción ante un conflicto es el silencio.
En cambio, los hombres desde pequeños son educados en la asertividad, rozando en muchos casos la agresividad. Se tolera mejor que un niño grite o insulte a que lo haga una niña, y esto no es una opinión, sino los datos aportados por numerosos estudios transculturales.
Cuando desde el feminismo se critica el concepto de "masculinidad" no se está criticando a los hombres, sino a todos esos estereotipos asociados al género como que los chicos no lloran o que no pueden demostrar sus emociones porque siempre deben actuar con firmeza y dureza…
No podemos educar a los hombres como si fuesen robots sin emociones, porque cuando el día de mañana se expongan a una situación desagradable –por ejemplo, un rechazo–, pueden reaccionar de manera irracional. Para evitar a toda costa demostrar un ápice de fragilidad y reconocer en voz alta que el rechazo les ha dolido, algunos preferirán insultar y atacar como método de defensa.
Es importante recalcar que esto no es una regla inamovible y que hay mujeres que gestionan el rechazo atacando, pero negar las diferencias de género sólo sirve para perpetuar este problema.
Debemos construir una autoestima sólida y estable, pero también aprender a tolerar nuestras emociones negativas. El rechazo duele a cualquiera, y esa sensación no se va a esfumar insultando.