'¿Cómo es posible que una persona desconozca o dude de su orientación sexual?', se puede preguntar más de uno al leer el título de este artículo. Por desgracia, no es algo tan inverosímil. Vivimos en una sociedad con una fuerte homofobia interiorizada y aunque avanzamos con pasos pequeños hacia la integración, todavía quedan resquicios.
A diario personas de cualquier edad dudan de su orientación sexual. Por un lado está lo que sienten, y por otro lado lo que la sociedad les dice que deben de sentir. Esta discordancia es todavía mayor si crecen en familias homófobas e intolerantes. Ni podemos ni debemos cambiar lo que sentimos. Por otro lado, desde que somos pequeños asociamos la heterosexualidad como lo normativo. A las niñas se les pregunta “si les gusta algún amiguito del cole” y a los niños “si tienen alguna novia”. De una forma u otra, asumimos que ellos se deben sentir atraídos hacia ellas y viceversa. En consecuencia, crecemos con la idea de que desear o amar a del mismo género es extraño.
Natalia tiene 23 años y hasta que cumplió los 18 y comenzó a estudiar en la universidad no tuvo clara su orientación sexual. Hoy ha compartido con Yasss algunas de sus reflexiones sobre la doble discriminación que experimentan las personas bisexuales y los trucos y preguntas que le ayudaron a entenderse mejor y aceptarse incondicionalmente.
El día que me planteé por primera vez mi sexualidad tenía 15 años y estaba en un campamento. Siempre me habían gustado los chicos, pero allí me volví loca por una monitora. Era guapísima, divertida y muy inteligente, y yo quería pasarme horas hablando con ella. Me convencí de que lo que sentía era admiración como cualquier adolescente hacia alguien mayor y carismático, pero ahora tengo claro que me atraía sexual e intelectualmente.
Admitir que era bisexual no fue fácil. Es cierto que cuando me masturbaba lo hacía viendo porno lésbico, pero mi teoría era que la pornografía heterosexual estaba centrada en los hombres y que por eso me gustaban los vídeos de chica-chica. Al final lo que hacía era justificar todos los indicios de que también me gustaban las chicas.
Con 18 años empecé en la universidad y por suerte conocí a gente muy liberal y comprensiva. Hablando con ellos y conociendo su historia, su forma de ver la vida y sus inseguridades empecé a hacerme preguntas que nunca me había hecho. Al final me di cuenta con mucha naturalidad de que era bisexual. Ni siquiera sentí la necesidad de contárselo a la gente, dejé que lo descubriesen cuando de fiesta ligaba con alguien y me daba igual si fuese chico o chica siempre y cuando conectásemos.
Algunas personas fliparon un poco, sobre todo mis padres, aunque ahora lo entienden perfectamente. También me he topado con compañeros del colectivo LGTB que me han juzgado. Desde mi punto de vista las personas bisexuales sufrimos doble discriminación.
Por un lado, algunas personas hetero nos juzgan y no nos entienden. Se piensan que somos “desviados” y que “nos vamos con todo lo que se nos pone por delante”. También creen que esto es “una fase”. Por si esto fuera poco, he llegado a escuchar a personas homosexuales diciendo que los bisexuales entorpecemos la lucha LGTB e incluso que no existe la bisexualidad. ¿Por qué tiene que venir un desconocido a cuestionar lo que siento o dejo de sentir? Duele todavía más cuando ese desconocido forma parte del colectivo LGTB, pero con el tiempo aprendes a pasar.
A mí me ha costado mucho aceptarme como soy. He necesitado tiempo, paciencia y sobre todo el apoyo de personas que estaban pasando lo mismo que yo o que ya lo habían pasado. Por eso me gustaría compartir algunas de las preguntas que me ayudaron a entender mi sexualidad:
Es distinta la admiración que sientes hacia tu mejor amiga que la atracción que experimentas en la discoteca cuando ves a esa chica que te quita el sentido. A mí me daba miedo admitir mi bisexualidad, así que confundía estos dos sentimientos. Pensaba que lo que me gustaba de las chicas era su forma de vestir, su forma de maquillarme, su carisma o su personalidad, pero en el fondo me atraían sexual y emocionalmente.
Tal vez la idea de hacer un trío es una forma de camuflar tus ganas locas de acostarte con alguien de tu mismo género. En mi caso antes de comenzar a ver pornografía lésbica, me gustaba mucho ver tríos porque lo consideraba más “aceptable” y me sentía menos rara.
Si te da curiosidad y tienes unas ganas que te mueres, tú mismo tienes la respuesta. Mi consejo es probar si tienes la oportunidad. Estamos casi en 2020 y nadie te va a juzgar por vivir tu sexualidad como te de la gana. La vida es muy corta y si conoces a alguien que te atrae y es recíproco, lánzate independientemente de si es chico o chica.
Recuerdo que una vez con 17 años estaba en una discoteca y me entró una chica. Yo estaba con mi grupo de amigas del instituto y aunque en el fondo sentía muchísima curiosidad por seguirle el rollo y ver lo qué pasaba, me corte porque me daba miedo que me juzgasen.
Cuando empecé a aceptar mi orientación sexual lo que hacía era tontear con chicas o en persona o mediante aplicaciones de contactos. Me daba mucho palo quedar en persona e ir a más, pero también me sentía como cuando era adolescente y empecé a salir con chicos. Era una emoción y una excitación difícil de describir, y por suerte fui capaz de aceptarme y dar el paso.