Las fobias son problemas de salud mental bastante más habituales de lo que se puede pensar. Existen tantos tipos como miedos irracionales: a enfermar, a los payasos, al agua, a los juguetes que lloran como si fueran bebés (¿quién no los ve al menos un poquito siniestros?), a que te toquen… pero, por muy divertidos que te puedan parecer estos ejemplos, son un problema para las personas que los sufren. Las personas fóbicas experimentan un miedo irracional al contacto con el estímulo o simplemente al pensar en él, lo que tiene efectos sobre su cuerpo y su cabeza. Para evitarlos, y especialmente si el objeto de su fobia está muy presente en su día a día, suelen terminar aislándose, lo que empeora su calidad de vida y puede desembocar en depresión.
Las fobias pueden aparecer en cualquier momento de la vida, aunque suelen comenzar en la niñez o en la adolescencia. Las causas no se comprender todavía al cien por cien, aunque se sabe que en ocasiones pueden ser hereditarias o estar relacionados con episodios desagradables o traumáticos en la infancia. Por ejemplo, un niño que se haya quedado encerrado en un ascensor puede terminar sufriendo claustrofobia y acrofobia, es decir, miedo patológico tanto a los espacios cerrados como a las alturas.
Para ayudar a desestigmatizarlas, es importante entender las fobias y aprender a identificarlas, lo que incluye las más extrañas o curiosas. En Yasss te traemos dos de ellas, la turofobia y la crematofobia. Y no, la última no tiene nada que ver con los crematorios.
Una fobia es un tipo de trastorno de la ansiedad que surge a raíz de un temor fuerte e irracional ante un estímulo que presenta poco o ningún peligro real. Las personas que sufren este tipo de patologías tratan de evitar enfrentarse a él, por lo que limitan su actividad en función de las posibilidades de exposición que existan. Es decir, si se tiene miedo a los payasos, basta con no salir en Halloween y no visitar circos, pero cuando la fobia es al agua o al contacto físico, la cosa se complica. Por eso, la persona tiende a aislarse; cuando no lo hace y contacta con ese estímulo, puede sufrir pánico, miedos, taquicardias, sudores, falta de aire o pensamientos que le hacen pensar que va a morir.
Sin embargo, las fobias tienen tratamiento, y cuanto antes se atajen mejor se solucionan. Por eso, si sientes que estás empezando a relacionarte con miedo ante un determinado estímulo, lo mejor es que acudas a un psicólogo y le presentes tu caso. Una vez hecho el diagnóstico y con las terapias adecuadas, podrás superar la fobia a largo plazo.
¿Eres un loco del queso? ¿De los que abres su nevera y tiene doscientos tipos diferentes? Cuando tienes visitas en casa, ¿te pareces al francés del anuncio de President? Totalmente normal y justificado: el queso es un alimento completísimo y vegetariano, un héroe que te salva la noche cuando no sabes qué cenar. Dicho esto, si tienes un amigo turofóbico, espero que guardes esos preciados tesoros azules, de cabra y manchegos, que ventiles la cocina y que perfumes toda la casa: ante la mera visión u olor del queso, puede sufrir un ataque de pánico.
Las personas turofóbicas tienen fobia al queso en cualquiera de sus variedades. Puede estar relacionado con un hecho traumático de su infancia (por ejemplo, un atragantamiento), aunque no tiene por qué ser así necesariamente. Lo único cierto es que la aparición del queso en su mesa puede llevarles a entrar en pánico, sufrir náuseas y palpitaciones o sensaciones de irrealidad, entre otras.
En un mundo en el que producir para consumir después (y volver a empezar) parece ser la única dinámica posible, resulta que hay gente que tiene fobia al dinero. Se trata de los crematofóbicos, personas que sienten pavor ante la visión de las monedas, los billetes o los pagos en efectivo. En ocasiones, el miedo abarca todo lo que tiene que ver con la riqueza: tener dinero o no, las cuentas corrientes, el empobrecimiento… el resultado, como es habitual, es la evitación de la situación que produce la ansiedad, lo que no es nada fácil.
En cualquier caso, como el resto de las fobias, se puede llegar a superar con el tratamiento adecuado. Lo más importante es reconocer los síntomas a tiempo y pedir ayuda cuanto antes, sea cual sea el objeto que produce pavor.