A lo largo de las últimas décadas, varias investigaciones científicas han estudiado el impacto de la contaminación atmosférica sobre las capacidades cognitivas infantiles, pero un nuevo estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por La Caixa, revela un vínculo entre la contaminación atmosférica y modificaciones en el cuerpo calloso, una zona del cerebro cuya alteración se relaciona con trastornos del neurodesarrollo como el Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y el del Espectro Autista (TEA). A este estudio se sumaba recientemente otro, The Lancet Countdown, en el que 120 científicos instan a los responsables gubernamentales a cumplir de manera inmediata las premisas del Acuerdo de París y evitar así que el cambio climático defina la salud de toda una generación.
No son buenos tiempos para venir al mundo. La contaminación antropogénica es la máxima responsable de la crisis climática que sufre desde hace tiempo el planeta. Los estudios que predicen un futuro nada halagüeño para la humanidad, si no se toman cartas en el asunto, se multiplican como esporas, y señalan a los niños como uno de los grandes damnificados por los efectos del calentamiento global.
Sus probabilidades de criarse y desarrollarse en un planeta limpio y saludable se han reducido considerablemente, de manera alarmante en los últimos años. El pasado octubre salió a la luz un informe sobre los efectos en la salud mental de las personas (ecoansiedad) y de cómo los impactos climáticos pueden provocar estrés en los más pequeños que han experimentado un desastre o temen padecerlo. Más recientemente supimos de otra vía de análisis que atestigua una bajada en el rendimiento escolar en los niños expuestos a mayores niveles de contaminación.
Sin embargo, el publicado a principios de noviembre va más allá, se centra en el embarazo, y asegura que la exposición prenatal a la contaminación atmosférica se asocia con cambios en el cerebro infantil relacionados con trastornos de comportamiento. Los responsables de este artículo, publicado en Environmental Research, recuerdan que una exposición a niveles altos de contaminación pueden generar daños permanentes en los niños.
De acuerdo a los datos recogidos, la exposición a las partículas finas, especialmente en el último trimestre, puede inducir cambios estructurales en el cuerpo calloso observables en niños de entre 8 y 12 años. "Nuestros resultados son preocupantes por diversas razones", comenta Jordi Sunyer, líder de la investigación y jefe del programa de Infancia y Medioambiente de ISGlobal. "En primer lugar, porque provienen de casos de exposición prenatal crónica a niveles de PM (2,5) que no exceden el valor límite establecido por la Unión Europea (25 μg/m3). En segundo lugar porque, aunque no se trate de una alteración específica de estos trastornos, la reducción del volumen del cuerpo calloso es una característica común del TDAH y del TEA. Por último", añade el investigador, "los niños y niñas con el volumen del cuerpo calloso reducido en un 5% mostraron unos niveles de hiperactividad más altos".
Por otra parte, el lanzamiento de un artículo en The Lancet Countdown a pocas semanas de la celebración de la Cumbre del Clima es totalmente deliberado. Así lo confirma Marina Romanello, una de las científicas y autoras del estudio, que espera que las conclusiones a las que han llegado investigadores de 35 instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial sean una prioridad en la agenda del encuentro mundial.
"La vida de todos los niños nacidos hoy se verá profundamente afectada por el cambio climático, y las poblaciones de todo el mundo se enfrentarán cada vez más a condiciones climáticas extremas, inseguridad alimentaria e hídrica, patrones cambiantes de enfermedades infecciosas y un futuro menos seguro. Sin una intervención acelerada, esta nueva era llegará a definir la salud de las personas en cada etapa de sus vidas", dicen en una de sus conclusiones.
Los expertos, tras un exhaustivo repaso de los efectos del calentamiento global y las predicciones de los científicos en cada materia, señalan dos únicos caminos: Desoír las advertencias y apostar por la inacción, con lo que estaríamos ante un escenario dantesco de impactos a la salud brutales, o un segundo, en el que los gobiernos y los ciudadanos se esmeren por limitar el calentamiento en al menos 1,5 grados centígrados, lo que procurará a las próximas generaciones un mundo con nivel cero de emisiones de CO2.
"Colocar la salud en el centro de la próxima transición generará enormes dividendos para la gente y la economía, con un aire más limpio, ciudades más seguras y dietas más saludables", subrayan, y advierten: “Un desafío sin precedentes exige una respuesta sin precedentes. Se necesitará el trabajo de 7,5 mil millones de personas vivas en la actualidad para garantizar que la salud de un niño nacido hoy no esté definida por el cambio climático”.