Países como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Vietnam o Nueva Zelanda han priorizado un marco de contención y eliminación del nuevo coronavirus. De hecho, Nueva Zelanda llegó a confinar una ciudad por un solo caso. Los países que tenían experiencias previas con los virus MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) o SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo) han puesto el énfasis en la importancia de reducir a cero los casos de infección.
Y han logrado el éxito mientras España y sus líderes siguen obsesionados con aplanar la curva. Estamos dentro de esos países que hemos visto el contagio como algo inevitable y se ha buscado, o bien mitigar los impactos sanitarios más agudos y severos, o bien favorecer un contagio controlado hasta adquirir cierta inmunidad grupal, aunque no se reconozca abiertamente.
Expertos de varios hospitales y centros científicos aconsejan en un informe seguir la estrategia de "control y máxima supresión" de la transmisión de la COVID en vez de la de "contención" o "mitigación" que aplica España, pensada para bajar la curva epidémica y evitar el colapso de la sanidad.
El informe, que publica el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISglobal), lo han elaborado Anna Llupià (epidemióloga del Hospital Clínic), Israel Rodríguez-Giralt (investigador del IN3/UOC), Anna Fité (consultora médica), Lola Álamo (epidemióloga de la Agencia de Salud Pública de Barcelona), Laura de la Torre (preventivista del Hospital Clínic), Mar Callau (directora de Blau Advisors), Ana Redondo (Hospital Bellvitge) y Caterina Guinovart (investigadora del ISGlobal).
El informe constata que "la experiencia internacional muestra que los países que optan por una estrategia de máxima supresión desarrollan una respuesta epidemiológica y comunitaria más eficaz y con menos consecuencias económicas y psicosociales negativas que aquellos que apuestan por una estrategia de mitigación o de inmunidad de grupo".
La estrategia de máxima supresión también se diferencia de otras estrategias de contención o mitigación (“aplanar la curva”) que persiguen evitar el colapso sanitario. La carencia de las estrategias de mitigación es que obvian las fases de transmisión baja o casos esporádicos, y actúan cuando el contagio comunitario ya es muy elevado y ejerce un impacto en el sistema sanitario. Esto, sin embargo, aumenta el riesgo de cronificar la transmisión y de quedar atrapados en ciclos de escaladas y desescaladas de medidas que debilitan mucho la economía, el sistema sanitario y la implicación ciudadana.
En cambio, una actuación preventiva y precoz para mantener el control de la transmisión, no solo evita el colapso sanitario a todos los niveles asistenciales, también por patologías que no son COVID-19, sino que permite preservar la salud física y emocional de la ciudadanía y de los profesionales sanitarios, además de mantener la vida social y económica, y reforzar la confianza y el compromiso del conjunto de la ciudadanía.
Aunque los expertos reconocen que "la estrategia de máxima supresión no es sencilla, y requiere un grado elevado y prolongado de coordinación e implicación del conjunto de la sociedad", afirman que "es una buena herramienta para superar esta crisis, prepararnos para futuras pandemias y ser más solidarios a nivel global".
El informe, que denomina la estrategia de supresión como "Búsqueda, Test, Trazado y Aislamiento con Apoyo" (BTTAA), considera que hasta ahora se ha priorizado y financiado una investigación eminentemente biomédica, con poca investigación epidemiológica, que ha sido básicamente de modelaje matemático. "Hay impactos, factores y dinámicas clave a nivel psicológico, social, económico, político, cultural, etc. para reducir y evitar el contagio que hasta ahora han sido muy poco estudiadas" porque "favorecer un conocimiento y una investigación más plurales e integrados es primordial para anticipar, trazar y cortar rápidamente las cadenas de contagio", aduce el informe.
Los investigadores, que creen que "esta pandemia puede ser una oportunidad para fortalecer la relación entre ciencia, política y ciudadanía", dicen que para hacer posible una estrategia de máxima supresión, "es imprescindible disponer de una estrategia de comunicación capaz de generar seguridad, solidaridad y confianza", en contraposición a una comunicación basada en "la seguridad individual (autoprotección), obediencia (cumplimiento) o responsabilidad moral (portarse bien)".
"Es importante también promover una comunicación del riesgo veraz, rigurosa, comprensible y accesible, basada en evidencias científicas, ser creíble, coherente y consistente en el tiempo y ser sensible a las necesidades de diferentes grupos y situaciones sociales", recomiendan.
La estrategia de máxima supresión, según el informe, tiene que tener niveles de alerta e incluir restricciones y, cuando hace falta, también confinamientos, "que deben ir acompañados de apoyo económico y social para paliar sus consecuencias".
El informe destaca que los confinamientos disminuyen la transmisión, aunque "tienen un alto impacto económico y psicosocial" y que, en una estrategia de máxima supresión, se emplean en fases con pocos casos para recuperar el trazado y control, y se implementan solo en las zonas donde es necesario, brevemente y en coordinación con el resto de medidas disponibles. En cambio, en estrategias de mitigación, los confinamientos se implementan más tarde, en fases de transmisión muy alta, con el objetivo de evitar el colapso sanitario, lo que "implica que sean más restrictivos, que se alarguen en el tiempo y que incrementen su impacto psicosocial y socioeconómico".
Además, apuntan que "la necesidad posterior de revertir estos impactos de manera rápida aumenta el riesgo de incrementar de nuevo la transmisión y la posibilidad de nuevos confinamientos, con la consiguiente pérdida de confianza de la ciudadanía en la efectividad de las medidas".
"La combinación de confinamientos tardíos, poco coordinados, sin coherencia entre las diferentes medidas y levantados de forma precoz, conducen a cronificar la transmisión y a mayor impacto de la epidemia a nivel sanitario, social y económico", concluyen los investigadores.
El informe, sin embargo, admite que para poder implementar una estrategia BTTAA (Búsqueda, Test, Trazado y Aislamiento con Apoyo) que permita conseguir eliminar la transmisión, es necesaria una estructura de salud pública "dimensionada, robusta y coordinada". También es "esencial" liderazgo y capacidad de respuesta de los servicios de vigilancia epidemiológica, coordinada con los servicios de promoción y protección de la salud. Igualmente, ven imprescindible, para llevar a cabo aislamientos y cuarentenas, un apoyo (económico, de vivienda, social y psicológico, de acceso a alimentos y fármacos, asesoramiento legal y laboral…) "eficaz, amplio, diversificado y que garantice la implicación de la ciudadanía".
El informe aporta que la estrategia de control y máxima supresión de la transmisión de COVID se ha aplicado con éxito en países como Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Vietnam o Nueva Zelanda, que ya tenían experiencias previas con los virus MERS (Síndrome Respiratorio de Oriente Medio) o SARS (Síndrome Agudo Respiratorio Severo).
1. La velocidad es clave en la detección e casos y contactos, prescripción de aislamientos y cuarentenas, así como en el apoyo a las personas que necesitan aislamiento o cuarentena, para cortar las cadenas de transmisión. La velocidad también es necesaria para monitorizar, evaluar y construir confianza en torno a la estrategia de Salud Pública.
2. Exhaustividad de trazado (saber dónde se ha contagiado cada caso y, por lo tanto, conocer por dónde circula el virus), hace falta una estructura con recursos humanos y tecnológicos que permita recoger información sobre los espacios en donde han estado los casos y sus contactos para
agrupar casos, sospechas de brotes y cadenas de transmisión. La exhaustividad en el trazado indica el estado de control de una epidemia y facilita la toma de decisiones para cambiar de nivel de alerta
y acciones.
3. Aislamientos y cuarentenas necesitan un apoyo económico, de vivienda, social y psicológico, de acceso a alimentos y fármacos, asesoramiento legal y laboral…) eficaz, amplio, diversificado y que
garantice la implicación de la ciudadanía. Hay que disponer de herramientas que permitan detectar las necesidades de apoyo de forma sistemática para dar respuesta y coordinar políticas, servicios y profesionales que garanticen unas buenas condiciones para realizar los aislamientos y las cuarentenas.
4. Testeo. Imprescindible que evalúe y protocolice las diferentes pruebas disponibles para optimizar su utilidad. A fin de desarrollar esta estrategia, es necesario también promover el trabajo en equipo, la comunicación entre los diferentes agentes implicados y una cultura de revisión, evaluación continuada y adaptación al cambio. Se necesitan recursos, como un sistema de información centralizado que permita una entrada de datos rápida, sistemática y estandarizada o, en su defecto, un circuito de traspaso de información rápido entre diferentes agentes y proveedores asistenciales y la colaboración entre territorios. Herramientas como una aplicación para la detección automática de contactos a través del bluetooth pueden ayudar, aunque nunca sustituir una estructura sólida de Salud Pública. Este sistema puede equivocarse en la correcta identificación de contactos y, además, hace falta una alta aceptabilidad (como dato, Singapur, que es un modelo de éxito, solo ha conseguido que el 20% de la población use la aplicación).
5. Comunicar bien es clave: La implicación de la ciudadanía es fundamental para acompañar y hacer posible una estrategia de máxima supresión. Para que resulte factible es imprescindible disponer de una estrategia de comunicación capaz de generar espacios de seguridad, solidaridad y confianza. Es decir, capaz de compartir y enmarcar el objetivo COVID-0 como un esfuerzo solidario y constructivo más que como una cuestión de seguridad individual (autoprotección), de obediencia (cumplimiento) o de responsabilidad moral (portarse bien).