Las espinacas están de moda. El consumo de este superalimento aporta múltiples beneficios al organismo, entre los que están el retrasar el envejecimiento, reducir el riesgo de anemia o contribuir a evitar ciertas enfermedades. Te contamos cómo cocinarlas bien para sacarles partido.
Las espinacas son buenísimas para nuestra salud. Se componen en más de un 90 % de agua, al tiempo que nos aportan proteínas y grasas. No son la fuente de hierro extraordinaria que nos pintaba el marino Popeye, aunque también contienen en pequeña medida este mineral.
Son bajas en calorías, son una buena fuente de fibra y son ricas en minerales y vitaminas. Destaca su aporte de ácido fólico, fundamental en nuestra dieta.
Pero, para beneficiarte de todos estos beneficios, es importante cocinarlas como es debido y tener claros algunos pasos antes de ponerte a ello.
Las puedes comprar enteras, cortadas e incluso lavadas y listas para añadir a tu ensalada. Aunque todas son válidas, lo cierto es que la única manera de garantizar que no se han usado pesticidas es comprarlas frescas en un mercado y, generalmente, huir de las que sean demasiado perfectas, verdes y sin magulladuras.
Si vas a añadirlas crudas en una ensalada, te irán mejor las de hoja pequeña y calcular es más sencillo. Sin embargo, para cocinar decántate por las de hoja grande y ten en cuenta un detalle importante: el volumen de las espinacas será una cuarta parte del inicial una vez cocinadas.
Como con toda verdura y fruta, es importante lavar las espinacas si las hemos comprado frescas. También se venden cortadas y lavadas en bolsas, pero nunca está de más darles un repaso.
Una vez tengas las hojas lavadas y secas con un escurridor o papel de cocina, corta el tallo central para evitar que le dé el toque amargo y quédate con la parte verde.
Las espinacas se pueden comer crudas o cocinadas, pero en el caso de cocinarse no todas las maneras conservan sus propiedades. Es preferible hacerlas al vapor, rehogadas o salteadas, incluso pueden hacerse al microondas, antes que hervirlas o guisarlas. Aunque lo cierto es que para sacarles todo el partido lo mejor es comerlas crudas en una ensalada o como acompañamiento.
En caso de hervirlas, lo más típico, es importante no extenderse en el tiempo de ebullición porque si lo hacemos se perderán las vitaminas al agua y además quedará deshidratada y menos sabrosa. Realmente no necesitan mucho tiempo de cocción, a diferencia de lo que se suele pensar.
En el caso de los batidos détox de moda, lo cierto es que pueden ser buenos en su debida medida, pero abusar de ellos jugará en nuestra contra. Desde la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) avisan del riesgo de su consumo excesivo por su contenido de ácido oxálico, que en grandes cantidades puede favorecer la aparición de un cálculo renal.
Si las hacemos en sartén o wok, es fundamental la temperatura y el tiempo que las cocinamos, de lo contrario se chamuscarán y el sabor será desagradable. Pon el fuego muy alto y échalas cuando el aceite esté bien caliente, dales dos vueltas rápidas y ¡voilà!, ya estaría.