La relación entre la infección por SARS-CoV-2 y la pérdida del olfato (a veces también del gusto) se constató casi en los primeros momentos de la pandemia del coronavirus, a principios del año pasado. Se calcula que de los más de 100 millones de personas infectadas en el mundo, un 60% perdieron el sentido del olfato mientras duró la infección y hasta un 10% presenta este síntoma de manera persistente. Por eso, los expertos ya recomiendan seguir un entrenamiento para intentar recuperarlo.
El olfato ha sido históricamente el sentido más olvidado en el campo de la ciencia o la medicina, ya que se le ha prestado normalmente muy poca atención. Por eso, hay muy pocos estudios científicos sobre cómo intentar recuperarlo. Aun así, algunos experimentos han demostrado la efectividad de determinados entrenamientos olfativos. Esto es, adquirir ciertas rutinas repetitivas con distintos olores para intentar que nuestro cerebro vuelva a identificarlos.
En el caso de las personas asintomáticas, la pérdida del olfato es muchas veces el primer indicio de que han sido contagiadas por el coronavirus. Por lo que identificar lo más rápido posible este síntoma puede ser vital para realizar una prueba de diagnóstico y mantener una cuarentena que evite más contagios. La pérdida del olfato suele detectarse en la vida cotidiana, pero a veces podemos pasar varios días hasta darnos cuenta. Por ello, si hemos tenido algún contacto con un positivo, no es mala idea someterse a sencillas pruebas diarias para ver si perdemos capacidad olfativa.
Hay una serie de pruebas clínicas de identificación del olfato que se utilizan para evaluar y diagnosticar los trastornos del olfato. Lo importante es utilizar cosas que tengan un olor muy distintivo, fácilmente identificable y familiar para la persona que se realiza la prueba. En el caso de niños en edad escolar, es recomendable utilizar la naranja, la vainilla o la menta. Para los adultos puede ser más apropiado utilizar el ajo, el café o el coco como aromas muy reconocibles. En general, puede utilizarse cualquier olor intenso y reconocible y adaptado a cada cultura o región.
El primer estudio que relacionó el entrenamiento olfativo con la recuperación de este sentido fue publicado en 2009 por el profesor Thomas Hummel, director la Clínica del olfato y el gusto en la Universidad de Dresde, en Alemania. Hummel quería comprobar si la exposición repetida a ciertos olores durante un período de doce semanas tendría algún efecto en la capacidad olfativa de un grupo de pacientes que padecía anosmia. En dicho estudio, un 30% de los pacientes que olieron, todos los días por la mañana y por la noche, una serie de aceites esenciales, experimentaron alguna mejora en su función olfativa.
Distintos estudios posteriores han demostrado los beneficios del entrenamiento olfativo en muchos pacientes que habían perdido el olfato debido a traumatismos en la cabeza, alguna infección grave del tracto respiratorio o por razones desconocidas.
Lo bueno del entrenamiento olfativo es que es una técnica sencilla, barata, no requiere de ningún tipo de prescripción médica y puede realizarse en casa. Es una técnica que utilizan los olfatólogos para ayudar a recuperar el olfato y se trata de la exposición breve y repetida a distintos olores.
Para realizar un entrenamiento olfativo eficaz hay que intentar aplicar, con una frecuencia constante y a lo largo de varias semanas, el mayor número de olores posibles. Pero, ¿qué tipo de olores hay? La ciencia ha intentado categorizar los olores, de la misma forma que los sabores se han clasificado en dulces, ácidos, salados y amargos. Normalmente, se suele utilizar el modelo que el el psicólogo alemán Hans Henning desarrolló en 1916. Henning creó el llamado "prisma del olor", clasificando los olores en florales, fétidos, afrutados, especiados, quemados y resinosos.
Normalmente se utilizan una serie de aceites esenciales que recogen algunos aromas dentro de esta clasificación para realizar los entrenamientos olfativos. Por ejemplo, en el famoso estudio de Thoman Hummel, este utilizó estos cuatro aceites: rosa (florido), limón (afrutado), clavo (picante) y eucalipto (resinoso).
Pero, si no tenemos a mano aceites esenciales de este tipo, podemos utilizar cosas que tengamos en casa. Así, podemos utilizar cáscaras de limón y de naranja, nuez moscada, clavo, menta, eucalipto, café molido, coco o vainilla. Lo ideal es colocar los distintos materiales en frascos separados, que se mantengan tapados hasta que realicemos el ejercicio. Para hacerlo, no hay que realizar inhalaciones profundas, sino cortas y suaves. Podemos oler cada uno de los distintos olores durante 10 segundos. Se pueden repetir 2 o 3 veces, descansando unos cinco minutos para pasar al siguiente olor.
Lo ideal es repetir el entrenamiento dos veces al día (por la mañana y por la noche( y extenderlo varias semanas. Los expertos también aconsejan anotar cualquier cambio que notemos en el entrenamiento, en una especie de diario, apuntando cuándo se produce el cambio, con qué olor en concreto, con qué intensidad.