Los militares de la Unidad Militar de Emergencias (UME) que ayudarán a rastrear la covid necesitan tan solo unos minutos para extraer la información relevante de un enfermo o de un contacto estrecho, un proceso breve para no saturar al entrevistado y cuya confianza deben ganarse con empatía y dosis de psicología.
Tras el ofrecimiento del Gobierno de 2.000 rastreadores militares a las comunidades autónomas, ocho comunidades, Madrid, Andalucía, Comunidad Valenciana, Castilla y León, Murcia, Baleares, Canarias y Asturias, y Melilla han pedido ya al Ministerio de Sanidad la ayuda de alguno de ellos.
El teniente de enfermería de la UME, Eloy Conde, explica en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid) que en un primer momento se enviarán unidades para recabar los datos de la comunidad autónoma y después se desplazarán los equipos de vigilancia epidemiológica, formados sobre todo por profesionales sanitarios.
“Son equipos multidisciplinares -añade- porque estarán apoyados por personal de psicología, de comunicaciones y logística en el lugar donde vayamos. Es una misión que no es solo de la UME sino una misión multicolor con miembros de distintos ejércitos, de Tierra, Armada, etcétera”.
“La importancia del psicólogo es grande, porque no todo el mundo asume la enfermedad” con normalidad. En ocasiones hay que buscar el apoyo de estos profesionales para resolver las inquietudes del paciente -advierte Conde-, aunque también “nosotros tenemos unos conocimientos previos por nuestra profesión a nivel psicológico”.
El perfil de estos rastreadores militares es el de una persona muy comunicativa, asertiva y cercana. “Tenemos que ganarnos la confianza de esos pacientes para conseguir nuestro objetivo, que es parar la pandemia”, subraya el teniente. En su nueva labor no parten de cero, porque vienen desarrollando esta tarea desde la Operación Balmis en marzo pasado, cuando “empezamos a tratar a nuestra población (militar), en la que tuvimos algunos contagios y algún contacto estrecho. Ahora es extrapolar esa experiencia previa y poder ayudar lo máximo”.
Según Eloy Conde, la intención es contactar a diario con el mayor número de personas. “Se harán llamadas de varios minutos: no puede ser muy corta ni tampoco excesivamente larga y que acabe saturando a la persona o que no consigamos al final ninguna información. Con preguntas concretas sacaremos los datos”.
Cuando se trata de casos confirmados, es “más sencillo, porque la persona asimila rápidamente que tiene la enfermedad y que tiene que aislarse. Puede haber una mayor dificultad con los contactos estrechos, a los que hay que explicárselo todo bien, pero no solemos encontrar dificultades”.
El rastreador intenta además adaptarse a la persona con la que conversa; por ejemplo, puede ser un anciano al que le cueste más entender y con “el que vamos a emplear siempre términos cercanos y familiares” .
En las preguntas, previamente estipuladas pero flexibles, “hay que tener mucho tacto y realizar un acercamiento asertivo, empático, de manera que la persona sienta que lo que queremos es ayudarle”. Si no hubiera colaboración por parte del interlocutor y, por ejemplo, se negara a respetar la cuarentena, se comunica a las autoridades y se toman las medidas oportunas.
En algunos casos la obtención de la información puede resultar más o menos compleja, pero “al final la gente colabora”, recalca el teniente Conde.
Los 2.000 rastreadores que apoyarán a las comunidades, aparte de la experiencia previa que tienen desde que comenzó la pandemia en marzo, han seguido cinco módulos “online” de formación, “enfocados sobre todo a nivel científico (capacidad infectiva del virus, los periodos de incubación, etc.), una parte centrada en el tratamiento del paciente (habilidades sociales y de comunicación) y una tercera relativa a la protección de datos.
Dentro de estos profesionales hay dos perfiles claramente diferenciados: aquellos que van a detectar de manera precoz los contactos estrechos que haya podido tener un paciente positivo y los responsables de realizar el seguimiento telefónico.
Según el teniente de la UME, también es interesante que el rastreador conozca la zona donde va a trabajar o que pertenezca a esa comunidad, porque ello ayuda a “acercarse al paciente para buscar su confianza”.
Además, concluye que los militares se limitarán a dar apoyo a las comunidades autónomas y responderán a sus necesidades: “No vamos a hacer algo nuevo, porque las comunidades ya vienen trabajando en esto”.
El Consejo General del Trabajo Social (CGTS) ha pedido que se incluya a los trabajadores sociales en los equipos rastreadores de la covid-19 en todas las comunidades autónomas.
Han explicado en un comunicado que se ponen a disposición de la Secretaria de Estado de Derechos Sociales y Agenda 2030 y de su titular, Nacho Álvarez, para que se contemple la inclusión de los y las profesionales del Trabajo Social en los equipos de rastreadores.
Los trabajadores sociales han argumentado que conocen a la población de referencia de los centros sanitarios y sus problemas de salud prevalentes, saben cómo funciona la estructura sociológica de los barrios o las variables antropológicas de los colectivos vulnerables, identificando y catalogando las singularidades culturales por el que las familias transmiten sus valores y que condicionan sus conductas sociales.
Además, tienen la competencia y las herramientas profesionales para "activar un acercamiento colaborativo con las personas y su familia, garantizando las medidas de prevención y confinamiento, especialmente en los colectivos vulnerables".