Es muy habitual que las parejas atraviesen baches: periodos de altibajos emocionales que pueden afectar solo a una de las partes o, en algunos casos, a ambas. Sea como sea, estos puntos críticos de la relación pueden convertirse o bien en un final, o bien en una fuerza motivadora para que la relación avance y sea más fuerte.
Normalmente, tenemos mucho miedo a discutir con nuestra pareja. Es entendible, ya que asociamos la palabra “discusión” con la agresividad, la ira o el distanciamiento entre dos personas. Esto no es cierto. Una discusión puede ser un debate saludable en el cual expresar nuestros sentimientos, comprender mejor a la otra persona y crear límites sanos. Curiosamente, suele ser la falta de discusiones lo que arruina una relación, y es que la falta de comunicación es el síntoma previo a una crisis de pareja grave.
La gran pregunta que se hacen las parejas es cómo diferenciar esos pequeños baches de las crisis de pareja irreparables.
La principal característica de un bache de pareja es que se asocia a un detonante concreto. En otras palabras, tiene una causa fácilmente identificable.
Como vaticinábamos antes, las crisis de pareja suelen surgir por un problema de comunicación. A menudo son baches de pareja que se barren debajo de la alfombra bajo la creencia de que “el tiempo todo lo cura”. Error. Se acaban convirtiendo en dificultades muy serias.
Además de la falta de comunicación, lo que caracteriza a las crisis de pareja son las diferencias en los valores personales, afectivos y sexuales. Es decir, cuando tú tienes tus ideales, tus aspiraciones de vida o tus expectativas respecto a la relación, pero tu pareja no piensa lo mismo.
Esto ocurre muy a menudo con el hecho de tener hijos. Muchas parejas están formadas por una parte que quiere y otra que no, pero como todavía son jóvenes evitan hablar de este tema hasta que es demasiado tarde y ya no hay solución. Pero los hijos –o, mejor dicho, el deseo de tenerlos o no– no son el único detonante de las crisis de pareja. También pueden surgir ante ideas de futuro diferentes respecto al trabajo: tú te quieres ir al a una gran ciudad o extranjero, pero tu pareja es muy feliz en el sitio de siempre. También pueden surgir crisis por características de la personalidad como la extraversión e introversión: una de las partes es muy sociable y disfruta haciendo mil planes, saliendo de fiesta, quedando con gente, y la otra necesita más tiempo en casa.
Cuando este tipo de conflictos surgen, lo único que puede ponerles remedio es hablar. Aunque deis mil vueltas a lo mismo, tenéis que comunicaros, hacer pequeñas concesiones y llegar a un punto en común. Y para hablar, tenéis que escucharos desde la empatía, no desde el orgullo. En otras palabras, no sirve de nada imponer a tu pareja tus emociones o creencias. La clave es comunicaros de una forma abierta, sincera y constructiva.