El 1 de septiembre es para muchos una fecha clave en el calendario. Nuevos propósitos, vuelta a la rutina y una maleta repleta de ilusión y estrés a partes iguales. Este año la coloquialmente llamada ‘depresión postvacacional’ ha vuelto a visitarnos, pero con una dificultad añadida: el estrés por la pandemia que sigue entre nosotros.
Este año la ‘vuelta al cole’ está protagonizada por el miedo a los rebrotes, la incertidumbre ante la vuelta a la rutina y las dudas sobre nuestra situación educativa o laboral. Por si esto fuera poco, en septiembre estamos experimentando las consecuencias del exceso de socialización en verano. Todas las quedadas para ir a la piscina, viajar con nuestros amigos o tomar una caña en una terraza abarrotada ahora se traducen en cuarentenas y pruebas médicas.
Las crisis postvacacionales son un fenómeno muy habitual que experimentamos de forma cíclica. En enero coincide con el fin de las navidades. En abril, si bien las vacaciones son más cortas, el cambio de rutina y la llegada de la primavera afectan a nuestros hábitos. Finalmente, el final del verano trae consigo una sensación de novedad.
Muchas personas asocian el 1 de septiembre al mantra ‘año nuevo, vida nueva’. ¿Qué implica esta filosofía de vida?
Si de por sí estas condiciones suelen provocar una crisis postvacacional, la incertidumbre por la situación sanitaria está aumentando todavía más el estrés en la población.
Como acabamos de ver, al volver a la rutina es habitual experimentar una crisis postvacacional. Dicha crisis puede provocar cambios de ánimo, motivación y comportamiento.
Estos cambios pueden asemejarse más a lo que la sociedad entiende como depresión o, en la otra cara de la moneda, a la ansiedad o el estrés. Por lo tanto, depresión y estrés postvacacional son dos formas diferentes de vivir un mismo fenómeno.
¡Ojo! Cuando hablamos de depresión o ansiedad postvacacional debemos tener claro que no son trastornos psicológicos y que en la mayoría de los casos no requieren tratamiento. Simplemente son reacciones normales ante la vuelta a la rutina a las que se les ha denominado así para facilitar su comprensión.
Tradicionalmente, cuando se hablaba de crisis postvacacional nos centrábamos en los síntomas de tipo depresivo. Sin embargo, este año la población esta experimentando otro tipo de emociones, conductas y cambios físicos que se asemejan más a la ansiedad.
Estos síntomas no son casualidad, sino que se deben a la situación sanitaria que estamos experimentando en España. No cabe duda que la pandemia ha influido en la vuelta a la rutina, y el miedo a los rebrotes o incluso a haber contraído el coronavirus durante nuestras vacaciones está causando repuntes de estrés.
La depresión postvacacional está caracterizada por animo bajo, culpabilidad y apatía. Por lo tanto, la forma de gestionarla es un poco diferente que en el caso del estrés postvacacional.
Según los expertos, la clave está en la activación conductual, una intervención que consiste en aumentar gradualmente las tareas que realizas. En otras palabras, evitar no hacer nada.
Si te da pereza hasta levantarte del sofá, empieza por tareas sencillas: limpiar a fondo la casa, guardar la ropa de verano, reorganizar la decoración del hogar, sacar a pasear a tu perro, hacer la compra, visitar a tus padres, guardar en el ordenador las fotografías de tus vacaciones…
Progresivamente introduce tareas de mayor complejidad, pero que resulten reforzantes. Por ejemplo, hacer deporte, quedar con tus amigos, retomar la rutina laboral o empezar a estudiar poco a poco.
Y si la crisis postvacacional se vuelve demasiado difícil de manejar, pide ayuda profesional. Aunque lo más habitual es volver a nuestro estado psicológico normal pasadas unas semanas, algunas personas se estancan en el malestar. No te sientas culpable si eso sucede y ponte en manos de un psicólogo.