Ser psicóloga e ir al cine a ver una película de M. Night Shyamalan es como comer paella fuera de casa siendo valenciano; no sabes lo que te vas a encontrar, pero aun así te arriesgas. Por eso cuando vi por primera vez el tráiler del largometraje 'Old' —'Tiempo' en la traducción al castellano— empecé a prepararme para lo peor.
Muchos se preguntarán dónde nace esa mirada escéptica a las obras de Shyamalan, y antes de que me lancen piedras quiero recalcar que mi crítica se basa en la óptica de una psicóloga, no de una experta en cine.
Todo surgió en 2016, aunque podríamos remontarnos incluso antes. Fue en ese año cuando salió a la luz ‘Split’, una película en la que el eje central era un problema psicológico, concretamente el Trastorno de Identidad Disociativa (TID) o como muchos lo conocen, “personalidad múltiple”.
Fui al cine con muchas ganas y pocos prejuicios, ya que me encantan las películas de terror y los thrillers, me encanta Shyamalan, y me encanta James McAvoy, y sentía muchísima curiosidad por la forma en la que se iba a reflejar el TID.
Como dirían los romanos, veni, vidi, vici, pero en vez de vencer me horroricé un poco. Eso era de todo menos un trastorno psicológico. Aun así, me comí todas las palomitas y mis conocimientos sobre psicología, y me aferré a la idea de que absolutamente todo era ciencia ficción, incluida la representación del Trastorno de Identidad Disociativo.
Tres años después llegó 'Glass', (¡¡SPOILER!!) en la que confluían la maravillosa película ‘El protegido’ con ‘Split’. Como ya iba con las expectativas a raya, la disfruté más. Lo que no me gustó tanto fue el efecto que provocó esta trilogía en la visión popular del Trastorno de Identidad Disociativo.
Comencé a leer hilos de Twitter y artículos periodísticos en los que, basándose en el personaje de Kevin y sus 23 personalidades, perpetuaban una serie de mitos sobre el TID. Entre ellos que su origen son los abusos sexuales o el maltrato en la infancia, cuando no es necesariamente cierto, o que es muy habitual que haya un popurrí de personalidades en una lucha interna de poder. En otras palabras, que sólo había una forma de experimentar el Trastorno de Identidad Disociativo, muy similar por otro lado a la representación de la película de Shyamalan (obviando a ‘La bestia’, porque eso ya sería venirse muy arriba).
En ese momento me di cuenta de que lo que para mí era ficción claramente, para otras personas que no tienen conocimientos sobre psicología se convertiría en la realidad, un reflejo de lo que es el Trastorno de Identidad Disociativo, un mito al que aferrarse. Al fin y al cabo, hay algo que une a la mayoría de películas en las que aparece un trastorno mental: la naturaleza agresiva de las personas con problemas psicológicos. Y la filmografía de M. Night Shyamalan no se escapa de este estereotipo.
Una vez superado el trauma de 'Split' y 'Glass', me olvidé un poco de Shyamalan. Llegó la pandemia y todos dejamos de ir al cine, así que mis preocupaciones iban más allá de si un director reflejaba regular un trastorno mental. Pero cuando por fin hemos vuelto a la normalidad y los cines han abierto sus puertas de par en par, no he esperado para sentarme en la butaca con un bol XXL de palomitas para disfrutar de Old.
Iba tranquila ya que en el tráiler (que prácticamente te cuenta toda la película) no había ningún atisbo de un trastorno psicológico, pero a medida que avanzaba el film ya empecé a sudar —y no precisamente por la ola de calor—.
Como explican a lo largo de la película, todas las familias que acuden al resort vacacional tienen un miembro con una enfermedad y al adentrarse en una playa cercana sufren un deterioro rápido ya que las rocas que rodean la zona alteran el funcionamiento celular provocando una aceleración del envejecimiento. Hasta aquí todo bien.
De las diez personas que se ven atrapadas en la playa, una de ellas padece esquizofrenia, y como el tiempo avanza tan deprisa, su deterioro es muy brusco. Hasta aquí todo también sigue bien.
La cosa se tuerce cuando Charles, el personaje con esquizofrenia, pasa de preguntar “¿Cuál era la película en la que salen Marlon Brando y Jack Nicholson?” a asestarle un navajazo a un personaje negro para después atacar también a un personaje asiático. Pero ojo, porque en la película dejan claro que el motivo del crimen no es que Charles sea racista, es su trastorno mental.
Y para rematar, en los últimos minutos de metraje cuando los villanos de la película (una farmacéutica, cómo no) están reflexionando sobre su valiosa aportación al mundo, uno de los investigadores sugiere separar a los enfermos mentales de los enfermos físicos, ya que no es la primera vez que hay un crimen de este tipo que arruina su propósito de experimentar con personas.
En una película en la que los trastornos mentales no tenían un papel central e incluso se podían haber abordado de una forma más realista, se convierten de nuevo en un batiburrillo de prejuicios fruto del desconocimiento.
Decepcionada y un poquito cabreada, me puse a recordar en otras películas del director como ‘La visita’, en la que los protagonistas también son agresivos asesinos que se han escapado de un hospital psiquiátrico.
Shyamalan se escuda en que le fascina la mente humana por su misterio, poder y oscuridad, y a raíz de la polémica que surgió con 'Split' y 'Glass' afirmó que él no banalizaba las enfermedades psicológicas. “De ningún modo demonizamos ni el trastorno ni la enfermedad. En todo caso, ¿qué pasa? ¿No se puede hablar de problemas mentales en una película?” reflexionaron en una entrevista James McAvoy y Shyamalan. A lo que yo respondo que no sólo se puede hablar de ello, sino que se debe, pero con cabeza.
Es necesario crear arte de cualquier género que incluya una visibilización no estigmatizada de los trastornos mentales, y cada vez nos acercamos más a esta utopía. Ejemplo de ello son el episodio ‘Acéptame como soy, sea quien sea’ de la serie Modern Love o el thriller ‘La mujer en la ventana’.
Y es que el sufrimiento psicológico es un tabú, pero porque nosotros lo convertimos en eso gracias a los prejuicios que se perpetúan tanto en las conversaciones a pie de calle con la vecina del barrio que te dice “mi hijo tiene depresión, pero no se lo digas a nadie que qué vergüenza me da” como en el cine con personajes agresivos, violentos y crueles por tener un trastorno mental.
¿Algún día Shyamalan canalizará su obsesión por la mente humana de una forma no prejuiciosa? Confío en que sí, aunque para lograrlo hagan falta más críticas como ésta que él jamás llegará a leer, pero que tienen el potencial de cambiar un poco el mundo en el que vivimos.