Hay series icónicas, y sino que se lo pregunten a los fans de Friends que están viendo el reencuentro con un paquete de pañuelos en mano, que las vemos una y otra vez hasta el punto de sabernos los diálogos de memoria, y lo más curioso es que no nos aburrimos. Con cada visionado descubrimos un nuevo detalle, volvemos a reírnos con las mismas bromas y sentimos la tensión de cada momento dramático. Pero, ¿por qué este bucle cinematográfico no nos cansa?
Aunque existe una tendencia a demonizar la rutina, en realidad los seres humanos valoramos la estabilidad. Nos gusta tener todo bajo control y, salvo contadas excepciones, toleramos muy mal la incertidumbre. Esta tendencia humana guarda mucha relación con la costumbre de revisionar series y películas una y otra vez.
Muchas personas justifican este hábito con el argumento de que, al estar familiarizados con la serie, pueden hacer otras cosas mientras ven la televisión. Esto tiene parte de verdad. Cuando comenzamos a ver una serie tenemos que estar muy atentos aunque el argumento sea sencillo, pero a medida que aprendemos a identificar las voces de los personajes y la trama, podemos estar cotilleando el móvil mientras, haciendo la cena o limpiando. No perdemos el hilo conductor. Sin embargo, hay otros motivos por los que nos gusta tanto ver una y otra vez lo mismo.
Cuando vemos una serie por primera vez no sabemos qué emociones se van a desatar. Aunque sea la comedia más sencilla de todo Netflix, es habitual que alguna escena despierte en nosotros sentimientos intensos. Por ejemplo, nostalgia porque una escena familiar nos hace revivir nuestra infancia, rabia porque una escena amorosa nos hace recordar a un ex, o tristeza porque una escena de amistad nos hace recordar a personas que ya no forman parte de nuestra vida.
Cuando elegimos volver a ver una serie, sabemos más o menos qué es lo que va a suceder y podemos anticipar esas emociones. Durante treinta minutos al día, tenemos el control de lo que vamos a sentir y evitar una reacción emocional pasa a ser tan sencillo como saltarnos un capítulo.
Por otro lado, a veces nos apetece evocar ciertas emociones. Igual que nos ponemos música triste para llorar y desahogarnos, también podemos volver a ver un dramón para soltarlo todo en la comodidad del sofá.
Aunque la serie o la película sea la misma, al volver a verla reconstruimos nuestra historia con pequeños recuerdos. La primera vez que la vimos, aquella vez que convencimos a nuestro ex para verla juntos, una mala época en la que la televisión era la única forma de evadirnos… Todos estos fragmentos de momentos convierten a las series o películas en un lugar seguro que nos transmite comodidad y calma, pero sobre todo nos ayuda a lidiar con la incertidumbre.
Cualquier persona disfruta al descubrir obras maestras como la película Tesis o la serie Mindhunter, pero admítamelo, no siempre queremos ver un thriller enrevesado. A veces necesitamos un ocio sencillo que nos ayude a evadirnos.
Saber lo que va a pasar nos aporta una sensación de calma total y, sobre todo, evita la sobrecarga mental de estar pensando constantemente qué es lo que va a pasar. Esto también se pone de manifiesto con los libros. Hay personas que leen una y otra vez la misma obra o que al comenzar una nueva lectura buscan en Internet spoilers o echan un vistazo al último capítulo. Puede parecer una aberración, pero es una conducta que aporta cierta paz mental.
Aunque la estabilidad es un bien muy preciado, de vez en cuando conviene añadir un poquito de novedad a nuestro ocio. Una película diferente en el cine o una serie nueva en el sofá de casa son alicientes no sólo para disfrutar, sino para aprender a tolerar la incertidumbre en un contexto seguro y en poco tiempo –lo que dura un capítulo de la serie o película–.
Y si eres de los que guarda fidelidad a su serie o película favorita, no te preocupes. Ni eres raro ni eres un aburrido, simplemente tienes un lugar seguro al que viajar de vez en cuando.