La guerra contra el virus SARS-CoV-2, causante de la pandemia de COVID-19, se está jugando en tres campos de batalla en todos el mundo. Esta III Guerra Mundial ha desbordado a todos los países con nuevos escenarios bélicos centrados en tres nuevos frentes: los hospitales, la economía y los hogares. Las armas son las mismas pero cada país aplica la estrategia de forma diferente. China, Italia y España marcan la línea dura contra el coronavirus desarrollando una política de tierra quemada mientras que países como el Reino Unido, Estados Unidos, Australia o Brasil, confían en que solo cierto aislamiento social o una inmunización colectiva logre detener el avance de los contagios.
China ha sido el origen y epicentro de este nuevo coronavirus que ha exportado al resto del mundo. Su batalla con el SARS-CoV-2 ya ha dado sus frutos y el gigante asiático presume de haberlo derrotado. Pekín impuso desde el primero momento el confinamiento absoluto de la población afectada y puso en juego todos sus recursos sanitarios y estructurales para detener el contagio.
Durante dos meses paralizó su economía, recluyó a sus ciudadanos y montó hospitales gigantescos en solo semana y y media. El resultado es que en setenta y dos días comienza a recuperar poco a poco la normalidad. Ahora, las medidas están dirigidas a evitar nuevos casos de contagio procedentes del extranjero. Para ello ha impedido la entrada al país de cualquier ciudadano no chino e impuesto cuarentenas a los movimientos entre residentes.
Esta nueva estrategia incluye la distribución masiva de material sanitario al resto de países que se enfrentan a situaciones de contagio parecidas a las suyas. Al tiempo que reactiva su economía en clave interior y se prepara para asaltar los mercados mundiales conforme el resto de países salgan de sus crisis sanitarias.
Italia y España, son, juntos a otros muchos países de todos los continentes, otro ejemplo de la aplicación de las políticas de tierra quemada para intentar parar el avance de la epidemia de coronavirus. Confinamiento absoluto de sus poblaciones y parón completo de la actividad económica para lograr salvar del colapso al sistema sanitario y parar la cifra incesante de muertes por el COVID-19.
Madrid y Roma están jugando una carta muy peligrosa: el parón de la economía a cambio de salvar vidas humanas. Los representantes del sector productivo avisan del peligro de no poder reactivar del todo la economía real y causar un doble daño a la población en forma de recesión económica que deje en la calle a millones de trabajadores.
En el otro frente están países como el Reino Unido, Estados Unidos, Australia o Estados UnidosAustraliaBrasil. Son gigantes económicos que han apostado por medidas parecidas pero aplicadas con mucha flexibilidad buscando un equilibrio entre la derrota del SARS-CoV-2 y la mayor protección de la economía nacional.
El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson se ha doblegado en los últimos días y ha impuesto el confinamiento de sus ciudadanos durante al menos tres semanas, así como cierre de comercios no esenciales y la prohibición de reuniones de más de dos personas. La decisión supone un giro drástico ante la primeras medidas en las que se confiaba más en una exposición de los británicos al virus para derrotarlo mediante un aumento de la inmunidad.
En Estados Unidos, las cifras de la pandemia son también desoladoras, pero allí, el Gobierno federal y los Estados avanzan con velocidades muy diferentes. El gigante norteamericano lleva cuatro días seguidos registrando más de 17.000 casos nuevos por día. Esos incrementos diarios son superiores que la cifra más alta de contagios registrada por China en la peor fase de la pandemia, cuando en febrero marcó el récord de más de 15.000 positivos en un día.
Nueva York, Los Ángeles y Nueva Orleans son los puntos dónde el coronavirus ha adquirido mayor virulencia aunque se cree que en esta semana desborde también a Chicago, Detroit y el estado de Florida.
A pesar de ello, el presidente del País, Donald Trump se resiste a decretar una cuarentena en Nueva York, Nueva Jersey y en partes de Connecticut aunque es una más un aviso que una realidad ya que ha asegurado que "preferiría no hacerlo".
Para enfrentarse a la pandemia ha ordenado que las principales empresas industriales del país se pongan a fabricar mascarillas y material sanitario para romper la cadena de contagios. También ha aprobado con el apoyo de republicanos y demócratas un amplio plan de dos billones de dólares para apoyar a las empresas y a los trabajadores que llega a incluir un salario mínimo. Todo ello con el objetivo de no parar la economía del país.
El mandatario estadounidense ha llegado a sugerir como algunos de los grandes empresarios que la mejor forma de enfrentarse a la pandemia es mantenerse en el puesto de trabajo.
Al otro lado de Pacífico, el gobierno australiano aplica recetas a medio camino entre Europa y estados Unidos. Desde este lunes se han limitado las reuniones de un máximo de 10 personas a dos y se pide a las personas mayores de 70 que se queden en sus casas aunque no se les prohíbe, al contrario, se les aconseja que se salgan a pasear.
El primer ministro australiano ha insistido en que el distanciamiento social es "el arma más importante" para luchar contra los contagios de coronavirus. "Se tomarán medidas más firmes para hacer cumplir las normas de distanciamiento social", ha añadido.
Además, ha explicado que los negocios como cafeterías, pubs, restaurantes, hoteles, tiendas, teatros, cines o los gimnasios se verán duramente afectados por estas normas ya que se limitará el número de personas que podrá acceder a los mismos.
El Gobierno de Brasil, entre otros países de América Latina, ha sido reacio a adoptar medidas drásticas contra la Covid-19, que ha dejado ya casi 100 muertos y más de 3.400 afectados en la nación latinoamericana. La gestión del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, también está siendo muy criticada.
El mandatario, al contrario de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), volvió a mostrarse escéptico el jueves en relación a decretar una cuarentena obligatoria en el país para prevenir el aumento en el número de casos de coronavirus. Además, minimizó el alcance de la pandemia y afirmó que el brasileño "no se contagia" porque es capaz de "bucear en una alcantarilla, salir y no pasa nada".
Además, Bolsonaro puso en cuestión las medidas de confinamiento adoptadas en diversos estados para hacer frente a la pandemia, abogando por "volver a la normalidad" cuanto antes y limitar únicamente los movimientos de colectivos de riesgo.
Y en México, su presidente, Andrés Manuel López Obrador, invitaba a sus gobernados a seguir saliendo a las calles en familia a pesar que los infectados siguen creciendo.
“Vamos hacia adelante y no dejen de salir. Todavía estamos en la primera fase. Yo les voy a decir cuando no salgan, pero si pueden hacerlo y tienen posibilidad económica, pues sigan llevando a la familia a comer a los restaurantes porque eso es fortalecer la economía popular y familiar. No hacemos nada bueno si nos paralizamos de manera exagerada. Vamos a seguir haciendo la vira normal y en su momento el presidente les va decir cuando hay que guardarnos”, señaló el mandatario mexicano.