Durante el curso 2021–2022 va a seguir siendo necesaria la utilización de la mascarilla en los centros educativos. No es descartable que lo siga siendo en cursos posteriores, aunque observamos que se van abriendo espacios donde la mascarilla ya no es obligatoria. Y aunque a los adultos nos resulta molesto lidiar con ellas, nos proporciona una situación perfecta para trabajar unos valores dentro de la clase que tienen continuidad fuera de ella.
En el entorno educativo en general, los alumnos entrenan sus formas de ser y aprender en una sociedad que ha acordado unas normas y leyes. La normativa de los centros educativos no sólo sirve para la convivencia, sino también para el aprendizaje de los límites, derechos personales e individuales, y respeto a unas normas que hemos convenido entre todos. Así pues, cabe continuar como se hizo el curso pasado: trabajando desde el aula la aceptación de la mascarilla, y las demás medidas, como un compromiso social de todos.
Habitualmente intentamos encontrar proyectos con los que trabajar colaborativamente para que el alumnado aprenda a trabajar en equipo. ¿Qué mejor objetivo que conseguir que el virus no entre en las aulas, y que tampoco entre en las distintas unidades familiares?
Se trata de trabajar desde el compromiso social de los alumnos (y también de los docentes y las familias), sin entrar en la punición ni en los reproches. Es extremadamente complicado evitar el virus, pero, según indican las autoridades sanitarias, si el conjunto de la sociedad colabora, se va a ir reduciendo la propagación. Un compromiso social que incorpora a los grupos escolares en su consecución.
La mascarilla ha supuesto un refugio momentáneo para muchos alumnos (y algunos docentes) que tienen problemas de timidez, dificultades de relación y comunicación con los demás, o un autoconcepto y autoestima bajos. Ser conscientes de ello nos permitirá ayudar a estos alumnos a desarrollar dichas competencias aprovechando este refugio momentáneo.
Hay que pensar en la utilización de espacios en los que la mascarilla no sea necesaria. Nos hemos acostumbrado a trabajar en el aula como el único punto físico de trabajo. Pero muchas de las actividades lectivas en primaria y secundaria no requieren estar en el aula (como bien saben los maestros y profesores de educación física).
En muchos centros se dedica un espacio para la lectura individual. ¿Por qué no hacer esta actividad en el exterior con distancia interpersonal y disfrutar de un tiempo sin mascarilla? Sobre el cálculo mental, ¿por qué no realizarlo en el patio del propio centro? El desayuno en los primeros cursos de primaria, ¿no podemos realizarlo en el patio, y que ya siga con el tiempo de recreo?
Por otro lado, las transiciones entre las diferentes actividades o materias, así como las entradas y salidas, son momentos difíciles. Los rituales que hemos incorporado de limpieza e higiene se han convertido, sin que nos demos cuenta, en una ayuda para la planificación del tiempo en estas transiciones.
En educación primaria, el alumnado tiene que estar en el centro 5 horas al día. Pero nada indica que tengan que estar las cinco horas sentados en sus sillas, dentro del aula. Si vamos intercalando tiempo en el exterior, tendremos una situación tal vez más fácil para todos.
Una situación práctica: clase en el aula de 9 a 10:30 (con mascarilla). Actividad en el exterior de 10:30 a 11, patio de 11 a 11:30 (sin mascarilla). Vuelta al interior (con mascarilla) hasta las 12:30. Al final de la mañana tendremos dos horas y media de clase dentro del aula (con mascarilla), y una hora sin ella, pero que intercalada entre las dos franjas con mascarilla la harán mucho más llevadera para los alumnos.
A mediodía, los alumnos pueden comer en el comedor o en casa, pero en ambos casos la mascarilla se limita a espacios interiores de personas no convivientes. Y por la tarde, otra hora y media de clase, que se puede realizar en el interior (con mascarilla). De las cinco horas, habremos limitado las horas con mascarilla a 4, pero intercaladas con tiempo sin ella.
En la educación secundaria, donde muchos profesores pasan por los diferentes grupos, parece más complicado, pero la planificación en los equipos docentes puede reducir la presencia dentro de un aula. Se trata de, siguiendo el ejemplo anterior, reducir las horas dentro del aula para permitir la alternancia entre tiempo con mascarilla y sin ella. La programación acordada de algunas actividades compartidas en equipos docentes con horarios colaborativos puede ayudar a intercalar espacios, ubicaciones y actividades que ofrezcan un descanso en el uso de la mascarilla de forma planificada. En general, será suficiente con que una parte mínima lo haga, ya que redundará en beneficio de todos (también de los docentes que no quieran o no puedan salir del aula).
Reducir las seis horas sentados en clase no sólo es recomendable ahora con la situación sanitaria. Ya lo era también antes. Si a los adultos nos resulta extremadamente complejo estar seis horas al día sentados en una clase siguiendo las explicaciones de un profesor/a, ¿qué nos hace pensar que a los adolescentes no les ocurre lo mismo?
En este sentido el virus ha conseguido variar, aunque sea mínimamente, el tiempo de presencia física en el aula, para pasar a utilizar otros espacios del centro. No se trata sólo de la mascarilla. Se trata, en definitiva, de alternar metodologías, actividades, espacios y mejorar la coordinación docente.
Podremos incluir proyectos y actividades que tengan en cuenta las limitaciones de la mascarilla, pero que a la vez aprovechen las oportunidades que nos brinda. El hecho de llevar mascarilla hace necesario el trabajo proactivo y planificado de los aspectos paralingüísticos y no verbales de la comunicación: la gesticulación, la entonación, el tono, el ritmo, el volumen. Estos aspectos pueden programarse como objetivo de trabajo con los alumnos.
Podemos aprovechar para trabajar el uso de la comunicación escrita y gestual, y el uso de pictogramas, así como las competencias digitales de los alumnos. Aprender a subtitular los vídeos que se graben, a utilizar las redes sociales apropiadamente, en entornos colaborativos y compartidos, puede ayudar a los estudiantes a incorporar lo que hacen fuera del entorno educativo y favorecer la interacción con otros compañeros de otros grupos burbuja.