Fue Karl Marx el que dijo que el trabajo dignificaba al hombre, pero lo que el filósofo no sabía es que, dos siglos después, el mercado laboral iba a convertirse en una auténtica jungla. Contratos basura, horas extras sin cobrar, acoso laboral o mobbing, y una sociedad que nos convence de que el ‘polyworking’ es una moda cuando lo que sucede es que los jóvenes se han visto obligados a compaginar tres trabajos precarios para poder pagar un alquiler desorbitado.
A la precariedad le sumamos que a veces nuestras expectativas son demasiado altas. Te pasas cuatro años terminando el grado, dos años estudiando un máster que te apasiona, y tres años preparando unas oposiciones que te traen por el camino de la amargura hasta que por fin consigues algo, y además es ‘de lo tuyo’. Tus padres respiran tranquilos y tú te convences de que va a ser el trabajo de tus sueños, pero llega la hora de la verdad y no es como lo habías imaginado.
Para Marta, ingeniera informática de 28 años, la situación laboral en los últimos años se ha convertido en un tira y afloja constante que ha afectado a su salud mental. “Ya antes de la pandemia estaba harta, pero como en mi trabajo todo va por proyectos, aguantas con la esperanza de que cuando te cambien de proyecto la situación cambia. Me aferraba a eso y cuando me cambiaban estaba un par de meses bien, pero luego era lo mismo”, relata.
La ansiedad constante acabó afectando a su relación de pareja, a su vida social y a su salud mental. “Se me cayó el pelo y me salieron ronchas en la cabeza del estrés. Luego nos confinaron y empezaron a desconfinarnos ya en 2021 pero de forma caótica. A eso súmale los jefes que te llaman a las tantas aunque no estés de guardia, que te echan la bronca si no lo coges, que te responsabilizan de errores de otros, que te humillan en plena reunión. Ir al trabajo era una tortura, pero no lo dejaba por la presión social”.
“Mis padres me decían que aguantase, que cómo lo iba a dejar. Mi novio me decía que así no podía seguir. Mis amigos me decían que no me quejase que por lo menos tenía trabajo y de lo mío. Yo me decía que si seguía así iba a acabar en urgencias”, confiesa, “y lo dejé. Por un lado, me arrepiento, porque igual me tendría que haber cogido la baja por ansiedad, o esperar a un despido improcedente. Pero por otro lado sé que de haber aguantado más, habría acabado muy mal. Al mes encontré un trabajo y aunque fueron semanas de mucho agobio, mereció la pena”.
Pasamos ocho horas durmiendo –con suerte–, ocho horas trabajando, y el tiempo libre que nos queda lo gastamos en el transporte público, en alimentarnos y en nuestro ocio y autocuidado. En otras palabras, un tercio de nuestra vida lo invertimos en trabajar. Es inevitable que si nuestro trabajo nos genera malestar, dicho malestar se extrapole a otras áreas vitales provocando un impacto en la salud mental.
Algunos expertos incluso han puesto nombre a este fenómeno: el 'síndrome de burnout' cuando tu trabajo te genera un estrés insostenible, y el 'síndrome del boreout' cuando no te sientes realizado ni valorado en el entorno laboral. En ambos casos, los síntomas son muy similares:
Alfonso, periodista de 26 años, tenía un contrato de prácticas, aunque su trabajo no se correspondía con lo que inicialmente se le explicó. Trabajaba más, cobraba menos, y a eso se sumaba la sensación de estar perdiéndose la vida. “No es viable pasarte la vida en el trabajo o en el metro y llegar a casa para comerte un ramen al microondas y ver algo en Netflix. Eso no es vida, es tortura moderna”, reflexiona, “y yo formaba parte de eso”.
“En el mundo del periodismo te das con un canto en los dientes cuando tienes contrato, aunque sea de prácticas, porque todo son falsos autónomos. Por eso al principio estaba muy ilusionado. Luego vas viendo que no es oro todo lo que reluce. Mi jefe era un tirano y me decía que si me iba no sería nadie, que nadie me conocería. Como un novio tóxico que te tortura psicológicamente, así era”, recuerda. “Lo único por lo que merecía la pena ir a trabajar eran mis compañeros, que estaban tan puteados como yo y por lo menos nos desahogábamos”.
“Se supone que mi contrato era de prácticas y que estaba ahí para aprender, pero nadie me enseñaba. Pasaban de mí, pero cuando me tenían que echar la bronca se podían tirar horas. Me acuerdo una vez que un redactor me pidió un tema. Lo hice tal cuál lo quería, me dio el visto bueno. Pues cuando lo vio el jefazo vino a decirme que qué era esa basura de primero de periodismo. El redactor que me lo pidió se calló la boca y tuve que comerme yo la bronca. Como esta anécdota hay a puñados, tanto mías como de otros compañeros”, confiesa lamentándose. “Por eso acabé dejándolo, aunque en realidad figura como despido porque la de recursos humanos fue un amor y me hizo el favor de tramitarlo todo para que tuviese acceso a paro e indemnización”.
“Después de dejarlo me fui de Madrid y volví a casa de mis padres en Valencia”, nos explica. Ahora Alfonso realiza trabajos de freelance y aunque reconoce que la situación sigue siendo precaria, su salud mental ha mejorado. “Me pude independizar este año y voy tirando, y cuando me entran las dudas de si debí haber dejado el trabajo en Madrid hablo con compañeros que trabajaban conmigo y que lo han dejado también porque mes tras mes todo seguía igual”.
Ya sabes lo que dicen… Más vale malo conocido que bueno por conocer. Y es que son muchos quienes permanecen en un trabajo que no les llena por miedo a dar el salto y no encontrar nada mejor, o porque ya se han acostumbrado a esa rutina. Son muchos más los que se ven obligados a ello porque económicamente no pueden permitirse estar sin trabajo.
Sea cual sea tu situación, es posible permanecer en la empresa priorizando tu salud mental. Pero, ¿cómo?
Si el motivo por el que estás a disgusto en tu trabajo es que ya no te motiva, puedes solicitar un cambio de proyecto. En algunas empresas se trabajan varios proyectos simultáneamente o hay diferentes áreas en las que puedes trabajar. Puedes probar otra y ver si te sientes más realizado.
Por otro lado, puedes negociar las condiciones de tu contrato con recursos humanos o con tu superior para que cambie la jornada, el horario o cualquier modificación que pueda afectar positivamente a tu salud mental.
El 50% de las bajas en nuestro países son por salud mental, y es que el nivel de exigencia laboral ha aumentado drásticamente en los últimos años. Según el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, el nivel de atención exigida en la tarea, la percepción de tener mucho trabajo y sentirse agobiado, tener que trabajar muy rápido o deber atender a varias tareas a la vez aumenta los problemas psicológicos, sobre todo ansiedad, depresión y trastornos psicosomáticos.
¿Tengo que comunicar a mis superiores o a recursos humanos el motivo de la baja? No. Tu médico es el único que tiene que conocer las causas, ya que es él quien te va a conceder la baja. Así que será totalmente confidencial.
¿Me pueden despedir mientras estoy de baja? Si te despiden durante ese periodo de tiempo, se considerará despido improcedente y tendrás derecho a una indemnización. En estos casos, es útil asesorarte a través de un sindicato o un abogado laboralista.
A veces el trabajo nos agobia porque estamos pasando un mal momento en otra parcela vital. Si acabas de romper con tu pareja o estáis en crisis, es normal sentirte sobrepasado. Si tus padres tienen un problema de salud, es normal que te afecte. Si has discutido con un amigo y te sientes solo, es normal que en el trabajo te sientas decaído. Por eso es importante averiguar hasta qué punto el problema es el trabajo o es una situación ajena a él.
El primer paso es decidir a qué te quieres dedicar. Es decir, si quieres seguir en el mismo sector o si, por el contrario, quieres probar otras opciones aunque no estén relacionada con aquello que has estudiado o con tu experiencia laboral previa.
Nos han vendido la creencia de que solo podemos trabajar de aquello que hemos estudiado, pero hay muchas más opciones profesionales que nos pueden llenar más psicológica y económicamente. Deja de pensar que por dedicarte a otra cosa has tirado años de estudio y dinero en matrículas a la basura. Nunca sabes de qué te puede servir ese título universitario, pero siempre tendrás tiempo de volver a dedicarte a eso.
Crea varios currículums dependiendo del perfil al que quieras acceder. En cada uno van a figurar los mismos estudios y la misma experiencia laboral, pero debes enfatizar en aspectos diferentes.
Es importante investigar lo que está de moda. En todas las disciplinas profesionales surgen teorías, técnicas o herramientas nuevas, aunque a veces son idénticas a las tradicionales, pero con un anglicismo o un nombre ‘chic’. Si tienes experiencia y las conoces, inclúyelo en el currículum. Si no, puedes buscar algún curso relacionado, además en muchas universidades hay cursos gratuitos o a bajo coste.
Da igual, lo importante es que dejes claro tu interés en la empresa.
Si mandas tu currículum online escribe una pequeña carta de presentación en la que expliques tus fortalezas, cuáles son aquellos detalles relevantes que no tienen cabida en el currículum, y sobre todo por qué quieres trabajar en una nueva empresa.
Si das tu currículum en mano no lo dejes en recepción y huyas haciendo la croqueta. Pide hablar con el responsable para que vea que de verdad estás interesado y que no estás dándote un paseo por la zona dejando tu currículum en cada empresa que ves.
En último lugar se encuentra la opción de dejar el trabajo sin alternativas. En este caso, puedes seguir las siguientes recomendaciones:
Si tienes buena relación con tus padres, puedes volver a casa una temporada hasta que encuentres otro trabajo o pedirles ayuda económica. También puedes contar con tu pareja o con un buen amigo. Habrá gente que hará bomba de humo, pero entre todos tus seres queridos aparecerán personas que te echarán una mano de una forma u otra.
En algunas empresas, desde recursos humanos o desde los sindicatos se desviven para beneficiar a los empleados. Pueden valorar la opción de tramitar un despido para que tengas acceso a paro o a una indemnización.
Abre la aplicación del banco y apunta todos tus gastos: alquiler, luz, agua, Netflix, cañas con los amigos, ir de compras… Reduce lo que sea prescindible y ajústate un poquito durante un mes o dos hasta que encuentres otro trabajo.