Estás tumbado en la cama a punto de dormirte y de repente sientes un nudo en el estómago y unas ganas terribles de llorar, pero no hay ninguna preocupación en tu cabeza ni te ha pasado nada malo durante el día. ¿Te ha pasado? Si la respuesta es sí, debes saber que no eres el único. Sentir ganas de llorar repentinamente y sin motivo puede ser completamente normal e incluso saludable.
Aunque para muchas personas llorar es algo inútil, lo cierto es que se trata de un proceso fisiológico que tiene muchos beneficios tanto a nivel físico como en el plano mental.
Las lágrimas permiten que el ojo se mantenga húmedo, mejorando la visión. Además, ayudan a eliminar bacterias de nuestro cuerpo gracias a las lisozimas, unas sustancias presentes en la saliva, las lágrimas y los mocos.
Facilita la expresión de ciertas emociones. Cuando estamos tristes, agobiados o muy enfadados, llorar puede ayudarnos a canalizar esa sobrecarga de sentimientos y a recobrar el equilibrio emocional.
Nos permite conectar con nuestros seres queridos. Cuando lloramos favorecemos el contacto social, ya que la gente se preocupa y nos apoya. Además, con el llanto se libera oxitocina, una hormona muy relacionada con los vínculos de amor, ya que permite aumentar la confianza y reduce el miedo.
Como vemos, llorar nos ayuda en tres aspectos: nuestro cuerpo, nuestra salud mental y nuestras relaciones sociales.
¿Por qué lloramos?
Sí, llorar tiene muchos beneficios, pero también muchas incógnitas. La primera y más importante es por qué lloramos.
Cuando somos pequeños, llorar nos permite comunicarnos con nuestras figuras de apego. Por eso hay llantos específicos para el hambre, para el sueño y para la necesidad de atención. A medida que crecemos, el llanto obtiene otra nueva función. Nos permite comunicar emociones a los demás como cuando somos bebés, pero también nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos y, sobre todo, a autorregularnos.
Lloramos por diferentes motivos, entre ellos, porque sentimos emociones muy intensas. Esas emociones no siempre son desagradables. Puedes llorar de tristeza, de ira, de frustración, de ansiedad o de decepción, pero también tras recibir una gran sorpresa, en un momento muy alegre o al recordar un momento bonito de tu pasado.
Durante este proceso, se activan ciertas zonas, cada una relacionada con una función. Por ejemplo, el área de Broca del cerebro, que es la encargada de procesar el habla y los sonidos complejos. Por otro lado, la amígdala, el centro emocional del cerebro. También se activa el hipocampo, que guarda mucha relación con la memoria. Y no podemos obviar el papel de la corteza prefrontal medial, relacionada con las respuestas fisiológicas en respuesta a emociones, por ejemplo, que aumente la frecuencia cardíaca al enfadarnos, que sudes cuando tienes miedo o que llores al estar triste.
Como vemos, es un proceso muy complejo. Quizá el gran peso recaiga sobre la última zona mencionada, la corteza prefrontal medial, porque es quien activa en última instancia las lágrimas, pero está claro que intervienen muchas otras áreas.
¿Y por qué a veces quiero llorar sin motivo?
Para entender porque lloramos sin motivo debemos conocer ese circuito cerebral de las lágrimas que acabamos de describir.
Hay veces que vivimos situaciones difíciles que activan nuestro centro cerebral de las emociones, la amígdala, y posteriormente la corteza prefrontal medial provocando las lágrimas. Sin embargo, ese no es el único camino que conduce al lloro. Podemos llorar por otras causas, por ejemplo, cuando de repente recordamos un momento del pasado que nos pone tristes o melancólicos.
También es muy frecuente que lloremos tras experimentar un estrés mantenido en el tiempo. Estás de exámenes y aguantas como puedes. Justo sales del último examen, te vistes para salir de fiesta a celebrarlo y te viene todo el bajón y las ganas de llorar. No es que tu cuerpo funcione mal, es que por fin siente que puede relajarse y liberar todas esas emociones que había contenido durante tanto tiempo.
Incluso podemos llorar para comunicarnos. Si estás muy cansado porque llevas una semana durmiendo mal, te sientes incómodo porque estás rodeado de gente con la que no tienes confianza, o crees que tu pareja te desatiende, una reacción muy habitual es llorar.
Además de estos motivos, podemos llorar porque somos testigos indirectos de problemas ajenos. Dichos problemas pueden ser reales, como la guerra entre Ucrania y Rusia, o incluso ficticios, como una película o serie de televisión. Sea como sea, lo que vemos puede afectarnos de forma inconsciente, y es normal necesitar soltar esa preocupación en forma de lágrimas.
Por norma general, llorar sin motivo no es malo, pero hay una excepción: la depresión. Si llevas varias semanas sintiendo que tu vida no tiene sentido, que nada te hace feliz, que has perdido las ganas de hacer cosas y que siempre tienes ganas de llorar aunque no tienes claro por qué, pide ayuda profesional a un psicólogo.