Poco a poco los trastornos psicológicos están adquiriendo la importancia que merecen. Hace años problemas tan comunes como la depresión o la ansiedad se ocultaban por vergüenza y reconocer abiertamente que ibas al psicólogo o al psiquiatra era impensable. Por suerte la sociedad avanza y el sufrimiento en cualquiera de sus formas está dejando de ser un tabú.
Aunque ya no nos da miedo pedir ayuda psicológica, seguimos teniendo un pequeño problema: no sabemos cuándo hacerlo. Las condiciones laborales y sociales nos impulsan a dar el máximo de nosotros mismos, dejando por el camino nuestra salud mental. En consecuencia, acabamos pidiendo cita con el psicólogo cuando la gravedad del problema es alta. Para entender esto mejor imagina tener un resfriado, pero no ir al médico hasta que ha derivado en una pulmonía. En muchos casos de depresión sucede algo parecido.
Para evitar que una mala racha derive en algo más serio lo ideal es reconocer los síntomas y ponernos en manos de un profesional cuanto antes. Por eso hemos recopilado algunas señales de que "un bajón" puede ser algo más serio de la mano del testimonio de Alberto.
Mi nombre es Alberto, tengo 25 años y soy de Badajoz, pero vivo en Madrid por trabajo. Me mudé hace seis meses porque encontré algo más o menos de lo mío, y después de años buscando y haciendo cursos y masters, ni me lo pensé. Al principio con la mudanza y el trabajo estaba bastante entretenido, pero desde hace un mes o así me noto más apagado.
Mi vida en Madrid es bastante aburrida. Entro a trabajar a las ocho, así que me tengo que despertar muy pronto para llegar a tiempo. Luego salgo a las siete y entre que llego a casa y me hago la cena y la comida para el día siguiente se me pasan las horas. Como mucho me da tiempo a ver un capítulo de alguna serie. Ni socializo, ni hago deporte, ni me da tiempo a divertirme haciendo cosas diferentes. Todos los días son iguales y me siento vacío, cansado y triste.
Ha llegado un punto en el que no me apetece hacer nada, y cuando hago cosas del trabajo que antes me gustaban me siento apático. Ir a trabajar ya no me da la alegría ni el subidón que sentía antes, y eso me hace sentirme muy culpable e inútil. Me da la sensación de que soy un fraude, que hay mucha gente más preparada que yo para este trabajo o que por lo menos tienen más ilusión.
Por si fuera poco, duermo fatal, me despierto mucho por la noche, y me cuesta concentrarme. También me he dado cuenta de que cuando estoy mal como mucho, en plan abrir la nevera y arrasar con lo que veo o bajar al 24 horas y comprarme bollería que luego como de una sentada. Como tampoco hago deporte porque no tengo tiempo, he engordado bastante y me siento con la autoestima por los suelos. Es un círculo vicioso.
He comentado esto con algunos amigos de Badajoz y a veces me siento muy tonto, porque por lo menos yo trabajo de lo mío. Debería estar feliz, pero no es así. No sé si esto es una mala racha normal o si debería pedir ayuda.
No es necesario ni deseable esperar a no poder salir de la cama y tener ideas suicidas para pedir ayuda psicológica. Ningún profesional va a decirte “vete a tu casa porque lo tuyo no es para tanto” (y si por desgracia te topas con alguien así lo mejor que puedes hacer es poner una reclamación).
Al fin y al cabo, los psicólogos no tratamos trastornos psicológicos, sino personas. Algunas de estas personas cumplen los criterios necesarios para diagnosticarles, por ejemplo, un trastorno depresivo, un trastorno de ansiedad generalizada, una fobia social, etc. Sin embargo, otras personas tienen problemas que no llegan a constituir un trastorno, pero que les están provocando malestar y afectando negativamente a su día a día.
Entones, ¿cuándo debo pedir ayuda profesional?
Si tras pensarlo detenidamente te has dado cuenta de que necesitas ayuda profesional, hay muchas formas de conseguirla: psicólogos de la seguridad social, centros privados, asociaciones para personas en situación de riesgo o con bajos ingresos, universidades, etc. Busca en tu ciudad y encontrarás muchas más opciones de las que crees.