Los funcionarios de Correos también están siendo héroes anónimos en esta crisis. Ana Cristina es una cartera aragonesa que hace más llevadera la vida a los ancianos de 14 pueblos de Zaragoza. No sólo les lleva el correo y la compra cada día, sino también mucho cariño y esperanza.
Cuenta que una abuelita le dijo “es que estoy 'hartica' de comer puré”. Algo se le movió por dentro aquel día a Ana Cristina, esta cartera aragonesa, que, desde entonces, trae comida y lo que necesiten a ella y a todos los mayores de los alrededores.
Lleva tres años repartiendo cartas y paquetes en la zona de Alhama de Aragón, en Zaragoza, pero en tiempos de coronavirus, los vecinos esperan la visita de esta cartera con más ganas. La crisis sanitaria ha hecho que la solidaridad y los planes de actuación rápidos se pongan en práctica como nunca en los pequeños pueblos que, en muchos casos, están repletos de personas mayores y los recursos tampoco ayudan. “A la gente de los pueblos, que en muchos pueblos no hay tienda, les cogió como un poco desprevenidos”, lamenta.
Porque ella se ofrece a repartir el correo y a la vez todo aquello que necesiten como leche o medicamentos. Su labor no tiene precio y asegura que vuelve a casa “con la satisfacción muy grande de ver que, aparte de tu trabajo, la gente que te necesita”.
Los pequeños también se aferran a ella y, en los pueblos donde no funciona bien la cobertura, reciben los deberes con más ilusión que nunca: “estoy emocionadísima cuando me están esperando”, comenta.
Todo un ejemplo de solidaridad que mantiene vivos a los pueblos. Como ella, muchos alcaldes de pequeñas localidades se han puesto las pilas para que a los más desfavorecidos no les faltes de nada. O, si no, el ejemplo del ciclista profesional Davide Martinelli, que aprovecha el tiempo libre debido al parón causado por la pandemia y recorre 10 kilómetros al día para comprar medicamentos para los enfermos de su pueblo italiano.
Aunque también hay héroes anónimos, como Ana Cristina, o como Luis, almacenista y cajero en uno de los dos súper que hay en Manzanares el Real, que se ha convertido en una especie de ángel de la guarda para muchos ancianos de la sierra madrileña a los que reparte la compra del supermercado.