Si hay alguien en España que sepa lo que es estar encerrado, ese es Antonio Pampliega. Fue uno de los tres secuestrados por Al Qaeda en Siria en el año 2016 y su cautiverio duró 299 largos días, de los cuales, más de 200 pasó solo, a oscuras y en una habitación de 4x4 llena de suciedad y humedades. Por eso, a la hora de enfrentarse a un nuevo confinamiento que, para él, “no tiene nada que ver”, este intrépido periodista conoce bien los mecanismos psicológicos que podemos usar para llevar esta situación anómala de la mejor forma posible.
“Yo no tenía ni internet, ni móvil, ni libros, ni podía hablar con mis seres queridos y detrás de la puerta había una gente que no sabía si me iba a matar o no. Entiendo que, ahora, todo el mundo esté viviendo esto como una pesadilla porque nos saca de nuestra zona de confort pero, si relativizamos, quedarnos en casa un mes no es tanto pedir. El Gobierno no nos está pidiendo que salgamos a combatir al Frente”, ha dicho para Informativos Telecinco desde su residencia, en la que está aislado con su mujer, o “casi mujer”, pues iban a casarse justo antes de que comenzase la cuarentena.
Como dijo Balzac, “en las grandes crisis, el corazón se curte o se rompe” y Pampliega sabe de sobra que este encierro, esta amenaza invisible, nos va a servir para que valoremos las cosas si no mejor, por lo menos, de otro modo. “¿Te imaginas lo que es no poder ver la luz del sol, ni escuchar la lluvia? Todo depende del prisma con el que miremos las cosas. Es muy difícil estar ahora alejado de padres o hermanos, pero podemos llamarles cada día y saber que están bien”, dice, y confiesa que, para despejar la cabeza y mantenerse algo en forma, saca la basura o sube y baja las escaleras de su edificio, como cualquier otro ciudadano confinado.
Solo hay una cosa que Antonio no comprende: a las personas que se saltan el confinamiento descaradamente: “No entiendo que haya gente que se haya subido a esquiar a Navacerrada, o que salga a la calle diciendo que va a cazar Pokemon. Esas personas solo piensan en ellas mismas y esto lo tenemos que hacer todos juntos”, recuerda alguien que, después de todo lo vivido, podría haber dejado de tener fe en los demás. Y nos alienta: "Si yo sobreviví a un secuestro, vosotros podéis con el coronavirus".