Todos los años rellenamos nuestra lista de propósitos con cambios de hábitos que no llegamos a cumplir. Hacer dieta, apuntarse al gimnasio, cortar una relación tóxica, estudiar una oposición, encontrar el amor… Pero, ¿por qué no logramos estos objetivos?
Como si estuviésemos construyendo una casa, empezamos por el tejado. ¿De qué sirve comer saludable si cuando llega el fin de semana te pegas un atracón? ¿Por qué te cuesta tanto desengancharte de una persona que te hace daño? Si estudiar te provoca mucha ansiedad, ¿por qué seguir haciéndolo? Para llegar a cumplir algunos propósitos y mejorar nuestra vida primero debemos construir nuestros cimientos, y uno de ellos es la salud mental.
Este 2022 es una buena oportunidad para cuidar la salud mental yendo a terapia, pero antes de empezar a ir al psicólogo es importante resolver algunas dudas y desmontar mitos que sin duda te sorprenderán.
¿Alguna vez has oído la frase “todo el mundo necesita ir al psicólogo una vez en la vida”? Yo sí, muchas veces, y la gente se sorprende cuando reacciono en descuerdo porque suponen que, al ser psicóloga, soy la primera interesada en llenar mi consulta.
La psicología es una rama de la salud más. Hay gente que nunca ha visitado a un cardiólogo porque no tiene problemas de corazón, que no ha necesitado a un oftalmólogo porque su vista es de lince o que jamás ha pisado la consulta de un fisioterapeuta porque su postura está bien y no sufre ninguna molestia. También hay gente que dispone de herramientas psicológicas para afrontar las situaciones difíciles de su vida.
Entonces, ¿cómo sé que necesito ir al psicólogo? Si tienes una dificultad psicológica que te genera malestar, que no puedes gestionar tú solo y que repercute en algún área de tu vida (familia, amigos, bienestar psicológico, salud física, trabajo, pareja, etc.).
Si tras reflexionar en solitario o hablar con tus seres queridos decides que necesitas ir al psicólogo, lo siguiente que debes saber es que no siempre hay éxito a la primera.
La terapia psicológica requiere de una conexión entre el terapeuta y la persona. Necesitas sentirte cómodo en la consulta y, por supuesto, que el terapeuta tenga formación y experiencia en tu problema para poder ayudarte.
¿Cómo puedo aumentar las probabilidades de éxito escogiendo a un psicólogo? Aunque parezca obvio, asegúrate de que te pones en manos de un psicólogo colegiado. Si sufrieses un infarto o te diagnosticasen cáncer, ¿dejarías que te tratase alguien que no fuera médico? Trata a tu salud mental con la misma seriedad y busca a un profesional cualificado.
¿Y cómo puedes saber que está cualificado? La forma más sencilla es preguntándole por su número de colegiado. Para ejercer como psicólogo es necesario inscribirse en el Colegio Oficial de Psicólogos (que son quienes te dan un número de colegiado), y para inscribirse es necesario tener el título de psicología.
El siguiente paso es preguntar al psicólogo por su especialidad. Muchas veces nos da miedo preguntar, pero es importante que resuelvas todas tus dudas. Igual que hay médicos especialistas en diferentes problemas de salud física (neurólogos, ginecólogos, pediatras, etc.), los psicólogos también se forman en diferentes ámbitos (problemas de autoestima, trabajar la asertividad, problemas de ansiedad o depresión, dificultades de pareja, sexología, experiencias traumáticas, etc.).
Necesitas ir al psicólogo, encuentras a uno con el que conectas y empieza la terapia, pero en una de las primeras sesiones te hace una pregunta delicada. A ti te da vergüenza responder, así que decides mentir. ¡Error!
Al principio de la terapia, los psicólogos hacen una serie de preguntas para entender mejor a la persona. Esto se conoce como entrevista inicial, y es como montar un puzzle de muchas piezas. Al mentir, esas piezas se deforman y ya no encajan igual. El psicólogo se hace una idea equivocada del caso porque no es adivino ni lee mentes, y la mentira puede afectar al resto de la terapia.
La gran pregunta es qué decir para no mentir. Algunas frases que te pueden ayudar son “prefiero no contestar a eso ahora mismo porque no me siento preparado” o “me gustaría no tocar este tema en esta sesión y dejarlo para más adelante”.
Por otro lado, es muy habitual que el psicólogo mande ejercicios para practicar lo que se ha aprendido durante la consulta. Pasan los días y no has hecho ninguno de esos ejercicios. Llega la siguiente sesión, el psicólogo te pregunta y por miedo a decepcionarle le dices que has hecho todo lo que te mandó. ¡Error!
Si no haces los ejercicios, no debes mentir. Dilo claramente para buscar cuál es el fallo. Quizá no tienes demasiado tiempo y o a lo mejor te resultan muy difíciles. Juntos, tu psicólogo y tú podéis adaptar esos ejercicios para que puedas cumplirlos y, sobre todo, para que haya una evolución y mejores.
El peso de la terapia no recae sobre el terapeuta. En realidad, el éxito depende sobre todo de la persona. Por eso es importante que participe de forma activa.
Participar de forma activa significa, entre otras cosas, preguntar cualquier duda (sí, cualquiera), hablar abiertamente si algo no funciona, pedir feedback para conocer tu evolución, proponer actividades e incluso hacer críticas constructivas a tu psicólogo.
Hay muchas preguntas que las personas que van al psicólogo no hacen por vergüenza o porque creen que “el psicólogo es el que sabe así que mejor callarse”. La consulta debe ser tu lugar de confianza, es decir, un sitio para poder expresarte abiertamente sin prejuicios, inseguridades y, sobre todo, sin miedo a ser juzgado.
¿Qué puedes decirle a tu psicólogo? Puedes preguntarle qué tipo de corriente psicológica ha estudiado, si está viendo mejoría en ti o pedirle que cambie alguna técnica porque no te funciona.
¿Qué cosas no debes decirle a tu psicólogo? Que solucione tus problemas o que te de la respuesta a preguntas que tú mismo debes resolver. Por ejemplo, “¿Debo dejarlo con mi novio?”. Los psicólogos no damos consejos ni soluciones milagrosas. Enseñamos herramientas para que la persona las ponga en práctica. Por supuesto tenemos opiniones, pero no es ético compartirlas. Siguiendo el ejemplo de antes, podemos pensar que una relación es muy tóxica y que es mejor cortarla, pero jamás se puede forzar a una persona a hacerlo. En cambio, sí que podemos enseñar habilidades para que la persona tome la mejor decisión para su salud mental.
En último lugar pero no menos importante, es fundamental que sepas que la terapia es un recurso limitado en el tiempo cuyo objetivo es enseñarte habilidades que te acompañen durante toda tu vida.
No debes depender de tu psicólogo. En otras palabras, es importante que la terapia te ayude a ser independiente para tomar tú tus propias decisiones.
Aprender esas habilidades puede llevarte semanas, meses o años. Depende de tus circunstancias y no tanto de la gravedad. Hay personas con problemas tremendamente graves y mucho malestar que mejoran rápidamente. Otras acuden al psicólogo por un problema menor, pero necesitan meses de terapia. Sea cual sea tu caso, no te compares con otras personas. Cada uno tiene su propia evolución y eso no te hace ni mejor ni peor.
Como explicaba antes, durante todo este proceso tienes derecho a conocer tu evolución. Pregúntale a tu psicólogo si ve mejoría. No te dirá fechas porque afirmar que “en cuatro sesiones ya te daré el alta” genera unas expectativas que pueden no cumplirse. Sin embargo, te proporcionará una idea general para poder hacer autocrítica.
También tienes derecho a cambiar de psicólogo si no ves evolución. Lo ideal sería que tu terapeuta te derive si no es capaz de ayudarte, pero si notas que estás estancado, puedes expresar esas impresiones y cambiar de profesional.