La ansiedad por comer es un tipo concreto de ansiedad que se relaciona con la alimentación y que nos lleva a ingerir comida no porque tengamos hambre, sino porque nos encontramos en una situación personal que no sabemos gestionar y que nos provoca estrés, nerviosismo o tristeza. A veces la ansiedad por comer o ‘hambre emocional’ se relaciona con el simple aburrimiento, la tristeza, el desánimo...
En cualquier caso, estaríamos relacionando el acto de alimentarnos con otros aspectos que nada tienen que ver con la necesidad de nutrirnos. ¿En qué consiste la ansiedad por comer y cuáles son sus síntomas? ¿Cómo controlar el hambre emocional?
Tal y como recuerdan desde Sanitas, la ansiedad por comer o hambre emocional se refiere a cuando comemos sin hambre real. Se considera un trastorno alimentario relacionado con los conflictos anímicos y las emociones: cuando no sabemos resolverlos, es posible que alteren nuestra forma de alimentarnos.
No hay que confundir situaciones puntuales (un atracón de chocolate un día en que estamos tristes por un hecho concreto) con un trastorno: la persona que sufre hambre emocional siente una gran necesidad de comer de forma impulsiva y descontrolada aunque no tenga hambre, tratando de llenar un vacío que nada tiene que ver con la ingesta de alimento.
Estos son los síntomas de la ansiedad por comer:
En cuanto a la forma de mantener controlada el hambre emocional, es importante consultar a un profesional de la salud mental, pero estos consejos pueden resultar útiles:
Por último, hay que recordar que tras la sensación de hambre existen muchos factores que influyen en su aparición, y que van más allá de lo estrictamente alimentario: hay motivos emocionales, dietéticos, fisiológicos, hormonales, endocrinos, etc. Además, factores como la salud de nuestra flora intestinal, la presencia de un desequilibrio hormonal (síndrome premenstrual, por ejemplo), la deshidratación, las pocas horas de sueño o una mala calidad de éste, la mentalidad de dieta (dietas restrictivas o alimentación insuficiente), la presencia de estrés o una baja autoestima (que nos lleva a cuidarnos menos)... determinan la presencia de esta tendencia al atracón descontrolado.