Son muchas las figuras públicas que visibilizan la salud mental, y el último en lanzar un alegato contra el estigma ha sido Ángel Martín, cómico y presentador del exitoso 'Informativo matinal para ahorrar tiempo' en Twitter. En sus redes sociales confesó haber sufrido un brote psicótico por el cual estuvo ingresado dos semanas en 2017.
Su testimonio ha provocado una oleada de apoyo, pero también más de un comentario morboso que el propio cómico ha criticado, y es que la forma en la que hablamos sobre los trastornos mentales es un reflejo de nuestros prejuicios. “Muy fan de los titulares no alarmistas”, twitteaba, “Propongo un juego. Se llama ‘Sube la apuesta’. La regla es escribir el titular más alarmante posible”. Sin embargo, el cómico ha querido aprovechar su plataforma de Twitter para lanzar una reflexión más allá de los chistes y el humor que le caracteriza.
“Desde que comenté que hace unos años sufrí un brote psicótico y acabé ingresado en el hospital he recibido muchos mensajes de mucha gente. Por redes, por mail, privados, etc”, compartía Ángel Martín. “Muchos de esos mensajes dicen una cosa que me llama la atención. Dicen: «yo estaba mal, pero la verdad es que no he llegado hasta tu punto». Importante, no es una competición. Si estás mal, estás mal. No esperes a estar en el punto de alguien que tú consideras que ha estado peor para preocuparte”.
El cómico insistía en que no es necesario sufrir un malestar insostenible para empezar a tomar medidas y pedir ayuda profesional. “No es un campeonato de rebajo lo mío porque el otro ha estado peor. Tu umbral es el tuyo y si estás mal, notas que estás mal, coméntalo. No es menos ni lo otro es más”, añadía.
Las declaraciones de Ángel Martín han provocado un debate sobre cuál es el momento ideal para pedir ayuda profesional, y la respuesta es tan sencilla como decir: cuando tú no lo sepas manejar, cuando notes que algo va mínimamente mal, cuando tu vida se ve afectada por ese problema, cuando tus relaciones se deterioran. Sin embargo, es más fácil leer esto que llevarlo a la práctica.
Tendemos a minimizar el sufrimiento psicológico. Cuando nos duele la cabeza, rápidamente vamos a la farmacia a comprar paracetamol. Cuando tenemos una otitis no nos tiembla el pulso a la hora de visitar las urgencias. Cuando el motor del coche hace un ruido raro, llamamos al taller. Cuando en casa hay una pequeña humedad, se lo decimos a nuestro casero para que aíslen bien y pinten la pared. Actuamos. Pedimos ayuda. Priorizamos lo visible y no dejamos que el tiempo pase porque sabemos que irá a peor. Con la salud mental hacemos lo opuesto.
El tiempo juega en nuestra contra en el terreno de las enfermedades físicas, pero también en el de los problemas psicológicos. Pensamos que es una mala racha aislada, que se pasará sola, que es de exagerados ir a terapia o que no es para tanto. En consecuencia, una dificultad fácilmente abordable se convierte en un trastorno grave e insostenible.
Lo mismo sucede a la hora de pedir ayuda a nuestros seres queridos. Por no preocuparles evitamos decirles nada. No queremos ser pesados porque “ellos ya tienen sus preocupaciones”, así que callamos y tragamos hasta explotar.
Cuando pensamos en el trabajo de un psicólogo todos tenemos claro que tratan trastornos mentales, pero, ¿y si te digo que esto no es cierto? Tal vez te sorprenda, pero los psicólogos tratan personas. Estas personas pueden tener un trastorno mental, o quizá han atravesado una ruptura y no saben superarla, han empezado la universidad y les está costando adaptarse o tienen una mala relación con sus padres y se sienten incomprendidas.
Hay muchos motivos para ir al psicólogo: ansiedad, inseguridad en el trabajo, problemas para relacionarse, dependencia hacia la pareja, una mala relación con la comida, ser demasiado autocríticos, ser demasiado críticos con los demás… La lista es interminable y empieza y acaba en tu propio malestar.
Si algo te está afectando y no puedes solo, no tienes que forzarte a hacerlo solo. Pide ayuda, aprende herramientas nuevas y prioriza tu salud mental.