Comer fruta y verdura es importante, pero con cuidado. A diferencia de los productos envasados, buena parte de estos alimentos que compramos frescos, ya sea en el supermercado o en el mercado, no tienen fecha de caducidad. Pero eso no quiere decir que no se estropeen.
Cada alimento tiene unas propiedades y, por tanto, su aspecto y su olor nos dirán si todavía estamos a tiempo de consumirlos o si su tiempo de consumo pasó. A continuación ponemos algunos ejemplos frecuentes de productos que casi todos tenemos en casa:
Suele aguantar bastantes días en buen estado y además es muy saludable, por eso es un producto tan consumido. Eso sí, si lo dejamos demasiado tiempo en la nevera –no se debe conservar a temperatura ambiente–, pueden salirle unas manchas negras o amarillentas bastante sospechosas. Si es así, es el momento de tirarlo.
Los pimientos, cuando los compramos, suelen ser brillantes, coloridos y, en definitiva, muy perfectos. Cuando empiezan a arrugarse o le salen manchas, agujeros o arrugas, significa que ha perdido propiedades y que no presenta su mejor calidad. Lo mejor es desecharlo.
Cuando la piel del ajo está notablemente más arrugada y seca que recién comprada, y si además de lucir manchas oscuras, está claro: tíralo.
No faltan en ninguna nevera y suelen consumirse en unos días o como mucho algo más de una semana, pero si las dejamos demasiado tiempo se estropean. Se recomienda almacenarlas lejos de las patatas para que duren más. Si aun así le aparecen manchas oscuras y su cuerpo se vuelve blando, entonces se ha puesto mala.
Su olor cambia y se vuelve agrio pasados unos días, lo que nos indica que ya no está para consumirse. Da igual si es de pollo o de verdura, detectar cuándo se ha puesto malo es cuestión de olfato.