Uno de cada diez contagiados de coronavirus continúa con síntomas a pesar de haberse infectado hace meses, muchos de ellos son jóvenes que no pueden hacer su vida normal porque se fatigan con una actividad mínima, tienen problemas de concentración o sufren fuertes dolores de cabeza, entre otros.
Respecto a estas secuelas que puede dejar el SARS-CoV-2, el pasado viernes, el Ministerio de Sanidad actualizó la lista de las secuelas que se pueden sufrir tras haberte contagiado. En el documento, expone hasta seis tipos de secuelas que pueden llegar a persistir en nuestro organismo hasta doce semanas después del contagio. Esas seis categorías son:
El ministerio de Sanidad recoge que "entre los supervivientes de COVID-19 se ha informado de un espectro de manifestaciones pulmonares que van desde disnea (con o sin dependencia crónica de oxígeno) hasta daño pulmonar fibrótico".
Son muchos los estudios que han analizado estas secuelas en pacientes que han superado la enfermedad. Una de las conclusiones de una investigación en la que han participado siete centros hospitalarios de España señala que los pacientes de covid que han estado ingresados en planta con una afectación severa o leve-moderada mantienen, a los tres meses de haber sido dados de alta, una limitación respiratoria.
El estudio se inició porque, cuando empezó la pandemia, a los médicos les llamó muchísimo la atención las alteraciones que se veían en las radiografías de estos pacientes y les preocupaba conocer si dejarían secuelas por la inflamación del pulmón.
Fatiga, disnea, no poder hacer la vida habitual y, al andar un poco más deprisa de la normal, se entrecorta la respiración. Estos son algunos de los síntomas que presentan.
Como recoge el documento, de momento no hay evidencias de que el SARS-CoV-2 infecte a las neuronas. Sin embargo, diversos estudios si que han demostrado que "puede causar cambios en el parénquima cerebral y los vasos, posiblemente por efectos sobre las barreras sangre-cerebro y sangre-líquido cefalorraquídeo, que provocan inflamación en neuronas, células de apoyo y vasculatura cerebral".
Uno de los últimos estudios que se han realizado hasta la fecha sobre los síntomas neurológicos del COVID-19, del que se hace eco la Sociedad Española de Neurología, señala que el 60 por ciento de los pacientes hospitalizados por COVID tuvieron síntomas neurológicos, aunque en el 85 por ciento de los casos fueron síntomas leves e inespecíficos, además un 12 por ciento de los pacientes post-COVID tienen secuelas neurológicas.
"Uno de los aspectos que hemos tratado es que, a lo largo de estos meses de pandemia hemos podido observar que el SARS-CoV-2 tiene varias vías para producir afectación neurológica: por invasión directa del virus en el sistema nervioso central, por la respuesta inmune, pero sobre todo por afectación indirecta. En todo caso la invasión directa del virus del sistema nervioso parece anecdótica y muy poco probable", señala el doctor Pere Cardona Portela, neurólogo del Hospital Universitari de Bellvitge y moderador de la mesa 'Afectación neurológica en pacientes con COVID'.
A lo largo de estos meses se han reportado en pacientes con COVID-19 numerosos síntomas neurológicos como dolor muscular, encefalitis, encefalopatías, mielitis, crisis epilépticas, neuropatías, etc. Pero los más reseñables por su alta prevalencia fueron la anosmia (perdida de olfato) y las cefaleas y, por su gravedad, los accidentes cerebrovasculares, como los ictus isquémicos, ictus hemorrágicos, o trombosis venosas cerebrales que se han producido.
Así, destacan que se ha podido observar que la anosmia, además de ser un síntoma de buen pronóstico, es uno de los síntomas más habituales en personas jóvenes, en mujeres y en personas con algún tipo de afección neurológica previa.
El covid-19 puede tener consecuencias fatales para las personas con enfermedad cardiovascular subyacente y causar daño cardíaco incluso en pacientes sin afecciones cardíacas subyacentes. Además, estos síntomas pueden permanecer: "Aproximadamente el 20% de los supervivientes de COVID-19 a los 60 días de seguimiento presentan dolor torácico".
Sanidad señala también que se ha observado "una mayor incidencia de miocardiopatía por estrés durante la pandemia de COVID-19 en comparación con los períodos prepandémicos".
Con el coronavirus se desarrollan tasas desproporcionadamente altas de complicaciones trombóticas más que hemorrágicas. Esto se debe a que "la coagulopatía asociada a COVID-19 es compatible con un estado hiperinflamatorio e hipercoagulable.
Así, las complicaciones trombóticas en la fase post aguda de la enfermedad están relacionadas con la duración y gravedad de un estado hiperinflamatorio, aunque todavía se desconoce cuánto tiempo
persisten estas secuelas.
Cuando pensamos en la infección de COVID-19 por regla general lo primero que te viene a la cabeza es que se trata de una enfermedad que afecta especialmente a los pulmones, y puede dar lugar a una fuerte neumonía. Pero no sólo es eso.
"Todos asociamos a que es una afectación respiratoria, porque los síntomas iniciales por ahí van, pero cuando llegamos a este espectro de la enfermedad, cuando es un paciente crítico, es una enfermedad devastadora, que puede afectar a multitud de de órganos y puede llegar a ser una situación de disfunción multiorgánica, donde se ve que el riñón puede ser uno de los principales órganos diana de afectación".
Así lo afirma en una entrevista con Infosalus la doctora María Ángeles Ballesteros, coordinadora de los grupos de trabajo de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC).
El riñón es un órgano diana de la enfermedad porque presenta un marcador, la renina angiotensina (un sistema de regulación de la tensión arterial), que se ve afectado por este virus. "Uno de los órganos en los que se encuentra es en el riñón, pero también está este marcador en el pulmón, y se postula que puede estarlo en el cerebro", mantiene la especialista.
Según un estudio en China, recogido por el documento de Sanidad, "a los 6 meses tras el inicio del cuadro, el 35% de los pacientes tenían una disminución de la tasa de filtración glomerular".
Otra de las secuelas que se ha observado es la cetoacidosis diabética (CAD) "en pacientes sin diabetes mellitus conocida semanas o meses después de la resolución de los síntomas de COVID-19 agudo".
La duración de estas secuelas todavía son desconocidas: "Aún no se sabe cuánto tiempo persistirá el aumento de la gravedad de la diabetes preexistente o la predisposición a la CAD después de la infección".