Cuando uno está confundido, no hay nada mejor que entrar en una cafetería y pedir una taza de manzanilla. Así lo hizo el pensador Erich Fromm una triste mañana en la que seguía sin comprender cómo, a pesar de cumplir con todos los cánones establecidos para ser feliz, por dentro se encontraba gris y vacío. Al acercarse, la camarera le preguntó si quería la manzanilla "normal o natural", y fue entonces cuando tuvo la revelación que le llevaría a escribir uno de sus más importantes libros: 'La patología de la normalidad'.
Con una pregunta tan simple (y a la vez, compleja), Fromm se dio cuenta de que "lo normal no tiene nada que ver con lo natural", de que aquello que es funcional y normalmente aceptado por la sociedad no tiene por qué corresponderse con lo que lo que verdaderamente siente y quiere cada individuo en su fuero más interno. Ajustarse pues al sistema para encajar de cara a los demás, lo que comúnmente definimos como "ser normal", no sólo era para él el síntoma de una grave enfermedad social, sino que además le resultaba un auténtico "coñazo".
En la misma línea, aunque con muchos años de diferencia, trabaja David Rodríguez, creador de la Fundación Pegasus y abanderado del lema "Ser anormal mola", que podríamos considerar como una síntesis moderna (y gamberra) del mensaje de aquel viejo alemán. Él también ha escrito un libro. Su título es 'Lo mío no es normal, pero lo tuyo tampoco' y le ha servido de excusa para llamar "discapacitados" a personajes de la talla de Núñez Feijóo o Isabel Diaz Ayuso. En televisión. Sin que esto le causara un disgusto.
Porque él, que sufre diparesia, una "discapacidad física que afecta al tono muscular de sus piernas", tal y como ha explicado en una entrevista para la web de Informativos Telecinco web, considera que su verdadera limitación no está en el "flow" de sus extremidades, sino en su cabeza: "Yo creo que lo que realmente nos limita a todos es el miedo. Y esa es una discapacidad que tenemos todos. Por fuera podemos parecer muy diferentes, pero por dentro somos exactamente iguales. Tenemos las mismas emociones, el mismo miedo al rechazo, a no gustar, a no ser amados. Por eso digo que todos somos discapacitados", confirma, además de hacer una crítica activa a un sistema social que busca "la eficiencia" y deja a un lado al "diferente".
Actualmente, David tiene un alto (altísimo) concepto de sí mismo, pero no siempre ha sido así. Desde muy niño utilizó el humor negro para presentarse ante los demás, como un mecanismo de defensa contra los prejuicios. Sin embargo, un día se dio cuenta de que todas esas bromas, esa "falsa felicidad" que mostraba de cara a la galería (y que hoy se prodiga en Instagram), le estaba haciendo un profundo daño emocional: "El humor que yo usaba era una carátula, una mentira. Yo sonreía mucho, le decía a todo el mundo que estaba guay, pero no era verdad. Lo único que buscaba era la aceptación de los demás y me hice adicto a esa validación. Hasta que un día me di cuenta y empecé a deconstruir esa coraza, a dejar de aparentar lo que no era", ha admitido, recordando que su máxima intención era ser aceptado para que "sus padres le quisieran" un poco más.
Estas emociones de las que habla son las que se validan y trabajan en su fundación Pegasus que, al igual que su mensaje, sus conferencias o su propia personalidad, también se rige por una idea distinta de discapacidad. Él mismo quiere trasladar que las personas discapacitadas "no son héroes, ni campeones, ni pobrecitos" y está francamente aburrido de las "historias de superación personal" (sin desmerecerlas), al fundar su asociación decidió que no aceptaría ningún tipo de donativo. Y para los que se preguntan -como yo- cómo se financia entonces un centro de este tipo, la respuesta de David es clara: "Trabajando".
"Nosotros ofrecemos servicios dirigidos a personas vulnerables y que son mucho más económicos que en los sectores privados. Por ejemplo, un psicólogo, que normalmente cuesta 50 euros, en la fundación vale 21 euros. Somos un modelo de empresa diferente y como no aceptamos ayudas, porque no quiero fomentar la idea de que las personas con discapacidad dependemos de la ayuda de los demás, obtenemos fondos de nuestro trabajo, como la venta de este libro o mis conferencias"; unas charlas con las que David pretende crear una sociedad más "empática y amorosa" y donde el público puede conectar con su perspectiva de la vida. Y ya de paso, echarse una risas.
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