Hasta hace unos años, la palabra 'microbiota' era patrimonio de médicos, biólogos e investigadores. Hoy es un concepto conocido, aunque quede mucho por investigar. Por microbiota nos referimos al conjunto de microrganismos que habitan, principalmente en nuestro intestino. Está compuesta por bacterias, hongos, virus y otras especies. ¿De cuántos hablamos exactamente? Depende de cada persona.
La microbiota intestinal de un individuo de 70 kilos, por ejemplo, se compone de más de 100 billones de microorganismos y pesa alrededor de 200 gramos. Hay de 150 a 200 veces más genes en la microbiota de un individuo que en el conjunto de sus células. Sin duda, se trata de un 'organo' fascinante que ha obligado a la investigación médica a reescribir mucha de la teoría comúnmente aceptada.
Hoy se reconoce el papel clave de la microbiota para la salud, impactando sobre el sistema endocrino, inmune y nervioso. Mantener una microbiota saludable es imprescindible para una buena salud global.
Al mismo tiempo, ya se sabe que existe un eje cerebro-intestino en constante comunicación que regula la salud física y emocional. Algunos expertos van, incluso, más allá: el intestino es el segundo cerebro. Junto a la gestión del estrés y del ejercicio físico, la dieta es el parámetro que más afecta a la microbiota. Lo que comemos puede influir en el estado de ánimo, en la gestión de las emociones y en el desarrollo de ciertas enfermedades. Pero cuando hablamos de comer, también tenemos que hablar de descomer. O lo que es lo mismo: 'ir al baño' o el 'hacer caca' de toda la vida.
Hasta ahora, las heces eran algo que únicamente se analizaban para descartar enfermedades del aparato digestivo. Sin embargo, sin llegar explícitamente a la patología, pueden indicar otras deficiencias de nuestro estado de salud o de nuestro estilo de vida. A modo de ejemplo, quienes hacen ejercicio físico de manera regular mantienen una microbiota saludable y sus deposiciones son regulares. Quienes practican meditación también logran regular su tránsito intestinal. Algunas migrañas pueden estar relacionadas con disfunciones intestinales y algunos problemas graves de digestivo pueden solucionarse con un trasplante de heces. Estas son solo algunas de las manifestaciones de una microbiota en buen o mal estado.
Las heces, en definitiva, son la prueba palmaria de nuestro estilo de vida. Podemos decir que nos 'hablan', pero no las entendemos. Para aquellos que quieran entenderlas (y entenderse), existe el diccionario adecuado: la escala de heces de Bristol.
Desarrollada por los investigadores Stephen Lewis y Ken Heaton en esa universidad inglesa y publicada en el Scandinavian Journal of Gastroenterology en 1997, se trata de una tabla que sirve para clasificar la forma de las heces en siete grupos según su morfología:
Cada uno de estos tipos indica un estado de la microbiota. Idealmente, las heces deben tener una consistencia suave, ligeramente alargada, con una forma que no cause dolor o dificultad para evacuar. Sin embargo, es frecuente que surjan pequeñas variaciones sin que exista ningún problema, solo por algún cambio en la dieta. En otras ocasiones, sí puede haber algún indicio de carencia o enfermedad. Así lo explica la escala de Bristol.
Las heces de este tipo se caracterizan por pequeñas bolitas duras y separadas que se evacúan con mucha dificultad. En general, este tipo está vinculado a una alteración aguda en la flora intestinal causada por el uso de antibióticos o de una dieta baja en fibra. A falta de fibra y de las bacterias adecuadas en el intestino, no hay nada que ayude a retener agua. Por tanto, la materia fecal está deshidratada haciendo que los trozos de heces sean duros y difíciles de transitar. En este caso, no suele haber gases, ya que no hay bacterias ni fibras para que ocurra el proceso de fermentación en el intestino. El estreñimiento crónico tiene su peor derivada en el fecaloma, una acumulación de heces en el recto o en el colon que taponan el flujo normal del tracto intestinal
¿Cómo corregimos el problema? Aumentando el consumo de fibra, a través de alimentos integrales, frutas y verduras. También es bueno consumir yogur y todas sus bacterias buenas, además de probióticos. Además de mejorar el tránsito intestinal, el humor también mejora.
Este tipo está formado por heces compactas en una sola masa de aspecto enroscado. La evacuación es la más dolorosa porque son bastantes rígidas y de gran tamaño; de hecho, puede sobrepasar la apertura del canal anal. Para eliminar estas heces hay que hacer mucho esfuerzo y es habitual que haya sangrado, fisuras, hemorroides o divertículos.
Las causas más comunes de este tipo de heces son precisamente estas hemorroides o fisuras anales. El paciente retiene la defecación por miedo y agrava el problema, propiciando, además, el estreñimiento crónico. Como consecuencia, puede aparecer el Síndrome del intestino irritable debido a la presión continua de heces grandes en las paredes intestinales. Lo mejor en esta circunstancia es acudir al médico, pero de manera preventiva se pueden tomar probióticos y alimentos que estimulen el tránsito intestinal: alimentos integrales, los que tienen fibra y los que tienen mucha agua; es decir, la mayoría de frutas y verduras.
El tipo 3 tiene forma de morcilla con grietas en su superficie. Estas heces se mantienen durante más horas en el intestino. Al estar más tiempo en el interior de nuestro cuerpo, pierden agua, se hacen más pequeñas y se agrietan. Podríamos decir que estas heces están a medio camino entre la normalidad y el estreñimiento. La frecuencia de las evacuaciones suele ser regular, aunque requiere algún esfuerzo y, posiblemente, no sea diaria.
Para mejorar el tránsito, debemos hidratarnos adecuadamente, con abundante ingesta de líquidos, preferiblemente, agua, infusiones y caldo, evitando las bebidas carbonatadas, y de frutas y verduras.
Las heces del tipo 4 se dan en aquellas personas que evacúan una vez por día suelen tener forma de salchicha o serpiente. Son lisas, blandas y no presentan grietas. En general tiene un diámetro de uno a dos centímetros, y la evacuación ocurre sin esfuerzo. El color cambia en función de los alimentos que hayamos ingerido, pero el más habitual es el marrón medio. Cuando se cumplen todas estas condiciones, la defecación es normal.
Las heces del tipo 5 son típicas de las personas con metabolismo rápido, aquellas que evacúan dos a tres veces por día, normalmente después de las comidas principales. El aspecto es de trozos de masa pastosa con los bordes definidos y fáciles de eliminar. Si no desaparecen con la facilidad deseada, la actividad física, la hidratación y algún cambio en la dieta pueden ayudar. Como explica el médico nutricionista Jesús Vázquez, nuestro sistema digestivo es prodigioso: tan solo hay que masticar bien, dejar que el intestino actúe y "abrir compuertas". Todos los recursos mencionados facilitarán la tarea.
En este tipo, empieza a ser difícil controlar el deseo de evacuar. Son evacuaciones líquidas, acompañadas de gases, normalmente por una hiperactividad del colon. Los expertos señalan que pueden producirse por un exceso de potasio en la dieta, deshidratación o aumento de la presión arterial. La mala gestión del estrés también puede estar detrás. Otros factores que favorecen la diarrea es el exceso de condimentos y la ingesta excesiva de bebidas carbonatadas o de laxantes, a veces inadvertidos en ciertos alimentos. Es el caso del sorbitol, un alcohol de azúcar, utilizado en chicles, mentas, caramelos y otros productos sin azúcar, que también se utiliza como laxante.
Estas heces suelen ir asociadas al dolor abdominal y se dan cuando hay alguna patología: virus, infecciones intestinales, alergias, celiaquías o distintas intolerancias, como por ejemplo a la lactosa. La apariencia es acuosa, líquida y sin nada sólido. Son habituales en niños, ya que aún no tienen maduro el sistema digestivo y en personas mayores. A partir de los 50, por ejemplo, puede haber deficiencias enzimáticas en el páncreas que dificultan la digestión de algunas grasas.
Mientras que las heces de tipo 3, 4 y 5 se consideran normales, las que indican estreñimiento (1 y 2) y las diarreicas (6 y 7), cuando se dan de manera habitual, deben consultarse con el profesional médico. La buena noticia es que, además de un posible tratamiento farmacológico, algunos cambios en el estilo de vida pueden mejorar la salud gastrointestinal significativamente.
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