Cada 15 de noviembre se celebra el Día Mundial Sin Alcohol con el fin de reflexionar sobre las efectos nocivos que el consumo de las bebidas alcohólicas puede provocar en nuestra salud física y mental. Popularmente, el alcohol mantiene una relación intrínseca con los eventos sociales, tal y como refleja el último informe sobre alcohol, tabaco y drogas de 2023 del Ministerio de Sanidad, que estipula que la principal razón por la que más de la mitad de los individuos encuestados lo consumen es "porque es divertido y anima las fiestas". La segunda es cómo se siente el bebedor después de la ingesta, con respecto al aumento de su autoestima.
La efeméride pretende concienciar sobre los riesgos de convertir el consumo de bebidas alcohólicas en un hábito pues, según el mismo informe, el alcohol sigue siendo la sustancia psicoactiva más demandada en nuestro país (por delante del tabaco). Sin embargo, el empoderamiento social de la Generación Z alberga también una oleada de orgullo abstemio, es decir, gente que, en la misma línea de aquellos que pretenden sanear el planeta con el potenciamiento del comercio de segunda mano, también han decidido cuidar de sí mismos y eliminar de sus vidas la presión de tener que beber alcohol para divertirse.
Para ellos, el 15 de noviembre es un día más dentro de su sobriedad, motivada por distintos factores, pero con una misma experiencia: la de salir por la noche sin ingerir alcohol. En Informativos Telecinco web hemos entrevistado a tres orgullosos abstemios: Miguel, Enrique y Consuelo, que nos han relatado cuáles son los principales beneficios de su decisión de no beber, al igual que el escrutinio al que son sometidos cuándo el entorno, al enterarse de que no consumen, les pregunta por qué:
Miguel es un joven de 24 años al que no le da ninguna vergüenza pedirse un vaso de agua cuando entra en una discoteca. En ocasiones, la necesidad de encajar lleva a la gente más joven a dejarse llevar por la masa, pero él tiene claro que no necesita beber para pasárselo bien: "Yo no bebo porque no me gusta. Soy perfectamente capaz de divertirme y 'desmadrarme' sin el uso del alcohol. A mí me ha influido mucho la educación que me ha dado mi padre, quien sufrió una enfermedad (pancreatitis aguda) derivada del consumo de alcohol. También he tenido la suerte de conocer a un grupo de amigos cuya gran mayoría no bebe cuando sale de fiesta. Eso, unido a que suelo ir al gimnasio, hace que no necesite beber para nada", ha explicado.
Su juventud hace que a muchas personas les resulte extraño verle en un local nocturno sin una copa o una cerveza en la mani, hasta el punto de que intentan coaccionarle para que beba: "En cuanto alguien se acerca a mí y ve que 'solo' estoy tomando un refresco, me preguntan si me pasa algo, por qué no bebo alcohol o cómo aguanto toda la noche. Algunos incluso, me cogen de la cabeza y me acercan al vaso, cosa que rechazo totalmente", ha confesado, como reflejo de esa presión social que incita al alcoholismo. Sin embargo, Miguel también observa que "cada vez hay más gente que sale sin beber" y que, por supuesto, no tiene por qué dar una justificación estereotipada de su decisión.
Enrique pertenece a la generación anterior, pero a sus 33 años también tiene claro que "beber alcohol no le compensa". En su caso, es una cuestión de salud pues, a posteriori, las bebidas alcohólicas le producen un "dolor de estómago" por el que no está dispuesto a pasar. "No bebo alcohol cuando salgo porque me sienta mal al estómago, no lo tolero bien. En alguna ocasión especial (fiestas de Navidad o algo así), sí me puedo tomar un par de cervezas, pero no es lo habitual, no me compensa el malestar que tengo luego. Es algo que llevo haciendo muchos años y siempre suelo salir con mis amigos, a los conozco de siempre, así que me siento igual de desenvuelto que si me bebiera unos cubatas", explica, desmitificando las incomodidades que podría sufrir.
Además del evidente ahorro económico que supone el no consumir bebidas alcohólicas, Enrique también destaca otro de los grandes beneficios de no volver 'borracho' a casa: "Yo vivo en el extrarradio y, como no bebo, no tengo ningún problema de coger el coche", asegurando así tanto su propia seguridad como la del resto de los conductores con los que se cruce.
En el caso de Consuelo, una madrileña que sobrepasa los 40, la decisión de no beber alcohol le vino impuesta. Por prescripción médica, toma a diario una medicación que es incompatible con su consumo y, por lo tanto, debe respetarla. Esto no hace, sin embargo, que se aburra más o se abstenga de salir a comer, cenar o bailar con sus amigos, aunque éstos sí beban alcohol.
"Yo nunca me siento incómoda, ni me aburro, me lo paso bien sin beber el alcohol. Me divierto con la gente. Si veo que, a una hora ya más avanzada, me canso, me voy a casa y ya está", ha dicho. Lo que sí reivindica esta abstemia es que la carta de los bares tenga una mayor variedad, para no tener que "beberse 20 coca-colas en una sola noche" y que el precio de la entrada no sea el mismo que el que incluye una copa, pues "los que no bebemos también tenemos derecho a salir sin tener que pagar el alcohol de los demás".
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