La inflamación es la respuesta natural del cuerpo a enfermedades y lesiones. Por lo general suele ser una respuesta temporal y actúa como un mecanismo de defensa eficaz.
Sin embargo, cuando la inflamación se vuelve crónica, puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardíacas, diabetes, accidentes cerebrovasculares, cáncer y la enfermedad del Alzheimer.
Pero, ¿qué provoca la inflamación? Expertos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard advierten de un hábito del que no somos conscientes de las consecuencias que tiene para nuestra salud.
Se refieren a la deprivación del sueño, es decir, no dormir lo suficiente. Muchas personas tienen problemas para conciliar el sueño y simplemente duermen menos horas de las recomendadas, a veces pensando que no es necesario descansar más.
Pues bien, esa deprivación del sueño puede provocar alteraciones en el estado del ánimo, pérdida de memoria y, además, también es un factor de riesfo de inflamación.
Según Harvard, los estudios que se han realizado para averiguar cómo nos afecta no dormir, han visto que la falta de sueño está asociada con marcadores de inflamación, como el aumento de moléculas inflamatorias, incluidas las citoquinas, la interleucina-6, la proteína C-reactiva (un marcador de inflamación que se eleva en personas en riesgo de enfermedades cardíacas y diabetes), entre otras.
De modo que, aunque estos signos de inflamación podían atribuirse a otros factores como el estrés, el tabaquismo o la obesidad, sugieren que la falta de sueño juega un papel en el proceso inflamatorio.
Esa relación entre el insomnio o mala calidad del sueño con la inflamación podría explicar por qué las personas que duermen mal tienen más riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes, entre otras condiciones crónicas.
Una teoría explica que durante el sueño, la presión arterial disminuye y los vasos sanguíneos se relajan. Cuando el sueño se limita, la presión arterial no desciende como debería, lo que puede activar las células en las paredes de los vasos sanguíneos que desencadenan la inflamación.
Además, una falta de sueño interfiere con el funcionamiento normal del sistema de limpieza del cerebro, llamado sistema glinfático (que no debe confundirse con el sistema linfático del resto del cuerpo).
El problema no es tanto una noche de mal suelo, ya que eso se puede compensar, sino un patrón acumulativo de pérdida de sueño, que conduce a una disminución en la integridad estructural, el tamaño y la función de regiones del cerebro como el tálamo y el hipocampo, que son especialmente vulnerables durante las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer.
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