Un trasplante de riñón salvó la vida de Hugo: "Nos dijeron que nos despidiésemos de él"

Ana Fernández estaba embarazada de mellizos. Esperaba un niño y una niña. Al tratarse de un embarazo de riesgo, iba a ecografía por mes. "Me decían que todo estaba bien", cuenta a la web de Informativos Telecinco. Sin embargo, el día del nacimiento, los médicos descubrieron que el niño, Hugo, no venía como esperaban. Fue llevado inmediatamente a la incubadora "porque estaba bajo de peso", le explicaron en ese momento. Pero ese no era el motivo real.

Hugo tenía horas de vida cuando, de madrugada, le informaron al padre, Pablo Centenera, que debían intubar al bebé porque no podía respirar. Solo tenía un 25% de función renal: el líquido que su riñón no era capaz de eliminar estaba llegando a sus pulmones. Mientras tanto, Ana era ajena a esta situación. "Mi familia me quería proteger. Yo acababa de parir a dos niños por cesárea", reconoce.

A los cuatro días de vida de la criatura, vista la gravedad de la situación, no les quedó otra que informarle de la realidad. "Debemos trasladar al bebé a otro hospital porque está entre la vida y la muerte", le planteó su médico. El SUMA, Servicio de Urgencia Médica de la Comunidad de Madrid, escoltado por dos ambulancias y la Guardia Civil, recorrió las calles hasta llegar al Hospital 12 de Octubre.

Entre la vida y la muerte

Al llegar al centro, el padre y Ana entraron en el despacho de un nefrólogo, que les advirtió de que si un día Hugo no mostraba mejorías, tendrían que despedirse de él. "Nos dijeron que no teníamos nada, que si no pasaba de 24 horas, se moriría", relata.

Hugo necesitó reanimación. Los médicos utilizaron la técnica de AMBU (del inglés Airway Mask Bag Unit), un resucitador-manual o bolsa-autoinflable. Se trata de un dispositivo manual para proporcionar ventilación a aquellos pacientes que no respiran o lo hacen con bastante dificultad, como era el caso del pequeño.

Hugo superó las 24 horas y sobrevivió. Pasó 45 días en la unidad de cuidados intensivos (UVI) "lleno de cables", recibiendo una terapia de canguro que permitió a sus padres estar cerca de él constantemente. Esta cercanía fue vital, pero también devastadora, ya que Ana perdió su trabajo debido a su ausencia prolongada. "Pasábamos desde la mañana hasta la noche en hospital, y mi hija, -también recién nacida-, se quedó con mi madre".

Al salir del hospital, Hugo necesitó una diálisis peritoneal en casa. "Fue tener un pequeño hospital en nuestro hogar", recuerda Ana. Sin embargo, esta técnica no fue suficiente a largo plazo, por lo que tuvo que empezar con hemodiálisis en el Hospital La Paz, al que acudía tres veces por semana durante bastantes horas cada día.

La búsqueda del donante

A los tres años de Hugo, los médicos informaron a la familia que había llegado el momento de buscar un donante de riñón. Esta noticia fue otro golpe duro, especialmente cuando se descubrió que ni Ana ni el padre de Hugo podían ser donantes debido a problemas de salud. "Ese día el mundo se nos vino encima", relata.

Ana se sintió abrumada por la desesperanza y buscaron entre sus familiares a alguien que estuviese dispuesto a realizarse las pruebas y conocer si eran compatibles con el niño. "Si yo puedo, mi riñón es de Hugo", recrea Ana, con la voz entrecortada, al poner en su boca las palabras de su hermana mayor, María Isabel Fernández. Y sí, las pruebas confirmaron que era un 99% compatible. Esta noticia trajo consigo una mezcla de alegría y miedo, ya que Ana temía por la salud de ella. "Si algo salía mal no me lo iba a perdonar en la vida", recuerda.

El 27 de junio de 2012, Hugo recibió el trasplante de riñón de su tía. "Apenas unas horas después de la operación, estaba saltando en la cama, pidiendo galletas y natillas", rememora. "Me dijeron que el niño ya no estaba para estar en la UVI", se estaba recuperando muy rápido, y en nada ya estaba en planta. Sin embargo, para la tía la recuperación fue más complicada.

El ahora de Hugo y su tía

El problema renal de Hugo se originó en el útero debido a una obstrucción en el flujo de orina que impidió el correcto desarrollo de sus riñones. A pesar de los temores iniciales, finalmente la hermana de Ana se recuperó completamente, alcanzando un 100% de función renal con el tiempo. Desde entonces, Hugo ha tenido una vida relativamente normal, aunque requiere visitas hospitalarias cada dos meses y medicación crónica para evitar el rechazo del riñón.

Ahora, Hugo está a punto de cumplir 16 años, y el 27 de junio marcará el duodécimo aniversario de su trasplante. Aunque él no recuerda nada de esos difíciles primeros años, Ana se asegura de compartir su historia para inspirar a otros. Alienta a las familias a tener fuerza y a la gente a convertirse en donantes de órganos: "Salvas vidas". También expresa un profundo agradecimiento y admiración por su hermana, cuya valentía y generosidad salvaron la vida de Hugo.

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