La catedrática de Epidemiología, Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad Europea de Valencia, la doctora Patricia Guillem, señala el desconocimiento de la metodología exacta de transmisión de la úlcera de Buruli, una enfermedad de origen bacteriano presente en algunos países tropicales, que recientemente se ha viralizado por el caso de la bióloga Patricia Casas.
Casas se encontraba en Perú trabajando en un proyecto de conservación de selvas en 2014 cuando, a su llegada a España, comenzó a brotar esta enfermedad en su brazo provocando una úlcera de hasta 12 centímetros de diámetro. En este contexto, Guillem indica que se trata de un caso "importado".
En términos globales, se han notificado casos de úlcera de Buruli en 33 países de África, las Américas, Asia y el Pacífico Occidental, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y a pesar de que la mayoría de estos casos se han producido en regiones tropicales y subtropicales, también se han diagnosticado casos en Australia y en Japón. De los 33 países, 14 informan periódicamente a la OMS.
La cifra anual de presuntos casos de úlcera de Buruli notificados en todo el mundo era de alrededor de 5.000 hasta 2010, momento en el que empezó a disminuir hasta alcanzar un mínimo de 1.961 casos en 2016. A partir de ahí, el número de casos comenzó a repuntar otra vez de año en año, hasta llegar a 2.713 en 2018. Desde entonces, la cifra ha ido cayendo en 2019 (2.271), 2020 (1.458) y 2021 (1.370). La reducción observada en 2020 y 2021 podría guardar relación con las repercusiones del covid en las labores de detección activa.
Denominada 'Mycobacterium ulcerans', la experta asegura que esta microbacteria se encuentra en el ambiente y, a pesar de desconocer su metodología de transmisión, apunta a estudios "prometedores" vinculados a varias vías de investigación, relativas tanto a los tratamientos como a las causas de infección por la enfermedad.
La doctora Guillem habla de la infección por picadura de organismos vectores, más concretamente a través del 'Aedes notoscriptus', que son mosquitos portadores de la bacteria capaces de transmitir enfermedades infecciosas a las personas. Según añade, estudios recientes también han encontrado trazas de la misma en heces de zarigüeyas.
En cuanto a la sintomatología, la experta en epidemiología explica que la bacteria penetra dentro de la piel, en el tejido subcutáneo, generando en primeras instancias un nódulo (bulto) o placa que no supone dolor ni fiebre y, posteriormente, lesiones cutáneas convertidas en úlceras.
En esta línea, advierte de que en estadios iniciales de la enfermedad, un diagnóstico precoz mejoraría el pronóstico y evitaría que la bacteria migrara en profundidad, pudiendo alcanzar hasta los huesos y, por ende, producir lesiones óseas y discapacidades de larga duración.
Estas lesiones pueden provocarse en diferentes partes del organismo, siendo un 50% más comunes en las zonas inferiores, entre la que destacan piernas, tobillos o pies; un 35% más frecuente en brazos; y un 10% en otras zonas como la cabeza.
El personal sanitario, resalta la OMS, debe ser cuidadoso al diagnosticar úlcera de Buruli en pacientes con lesiones en la pierna para evitar toda confusión con otras causas de ulceración, como la diabetes o la insuficiencia arterial o venosa.
En cuanto a su tratamiento, la doctora Guillem puntualiza que lo "ideal" es un abordaje con antibióticos como rifampicina y claritromicina con una duración de ocho semanas, pudiéndose extender en el tiempo dependiendo de la respuesta del paciente.
Por último, la experta concluye que debido a su relación con enfermedades como la lepra o la tuberculosis, se ha observado que en algunos individuos vacunados contra estas infecciones la enfermedad ha tenido una mejor respuesta. No obstante, en individuos infectados por el VIH, la progresión clínica y eficacia del tratamiento ha empeorado.
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