Hoy se celebrar el 'Día mundial de la bondad' porque así lo proclamó en el año 1998 la ONG World Kindness Movement, que para su creación aunó diferentes asociaciones con ideas de bondad de distintas partes del mundo. Si buscamos en la RAE la definición que obtenemos es: Cualidad de bueno. Natural inclinación a hacer el bien. Acción buena. Blandura y apacibilidad de genio. Amabilidad de una persona respecto a otra.
Ainhoa Videgain, psicooncóloga, tiene una sentencia que deja claro el sentido de la vida. Aunque no nos demos cuenta hasta que es demasiado tarde. “Cuando pregunto a las personas a las que acompaño en sus últimos días de vida ¿Cómo te gustaría que te recordarán? Todas, absolutamente todas me hablan de aspectos positivos: buen padre, buena persona, altruista, buen amigo”. En el camino de la vida se nos olvida la esencia, lo que nos hace humanos.
Queremos dejar un buen recuerdo. Pero… ¿Cuándo olvidamos esa maravillosa aspiración? ¿Por qué dejamos de ejercer esa bondad que nos hace más felices a nosotros mismos y a los demás?
José Luis Bimbela, autor del libro Bondad práctica y radical, (Desclée De Brouwer: Bilbao, 2023) lo tiene claro. "La causa principal para ese “olvido” es el miedo, los miedos. Esos miedos que sacan lo peor de nosotros (contra los demás y contra nosotros mismos): miedo a lo que dirán, miedo a no ser querido, miedo a querer demasiado, miedo a perder, miedo a ganar, miedo al propio miedo. Tendremos pues que empezar a practicar asiduamente (entrenar) la emoción que, según los grandes expertos en el tema, logra prevenir, paliar y vencer al miedo: El amor.
Algunos de los expertos que más han estudiado la bondad y sus efectos certifican que el ser humano aspira a la bondad con sentencias como estas. “La bondad es la base de un cerebro sano y se puede entrenar” (Richard Davidson, neuropsicólogo). “Existe una tendencia solidaria y prosocial que es básica en la humanidad, tanto a nivel psicológico como a nivel biológico” (Jorge Tizón, psiquiatra). “La vida es una unión simbiótica y cooperativa que permite triunfar a los que se asocian. Es la cooperación lo que hace biológicamente posible la vida” (Lynn Margulis, bióloga).
Desde que comenzó a conmemorarse el 'Día de la bondad' cada año son más los países que se han unido a la iniciativa de la realización de actividades para fomentar la bondad. Australia, Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Italia, Francia, Japón, Brasil, México... son algunos de los países que celebran el 'día de la amabilidad'.
El objetivo de celebrar este día es que todo el mundo realice un gesto bondadoso no solo para hacer feliz a la persona que lo recibe sino para aumentar la satisfacción propia y es que hacer el bien consigue hacernos a nosotros más dichosos. Diversos estudios científicos concluyen que los humanos estamos programados para ser amables, y que los actos de bondad hacen que nos sintamos mejor física y emocionalmente -ojo , un 40% de españoles reconoce hoy que su salud mental no es buena- y nos han permitido evolucionar como especie. Y sí, la bondad es buena para nuestra salud y para nuestro cerebro. El ejemplo lo tenemos en el éxito de anuncios como el de la lotería de la Navidad, que logran empatizar como pocos. La bondad es vital para tener una buena salud mental.
José Luis Bimbela Pedrola nació en Barcelona. Desde muy joven decidió compaginar estudios (Económicas, Psicología, Teatro) y trabajo (entidades financieras, Ministerio de Trabajo, ayuntamientos varios). La abrupta aparición del SIDA le hizo descubrir dos disciplinas (salud pública y counselling) y una institución (Escuela Andaluza de Salud Pública) a las que desde entonces ama con pasión. Cursó estudios de Máster, primero en Drogodependencias y después en Salud Pública, y se doctoró en Psicología por la Universidad de Barcelona. Se define como docente y formador vocacional y en los últimos años ejerce, con gran entusiasmo y compromiso (en contenidos, formas y fines), como conferenciante y escritor. En su libro Bondad práctica y radical, (Desclée De Brouwer: Bilbao, 2023), Bimbela sentencia sin dudar que la bondad es la clave de un cerebro sano.
Bimbela desgrana en su libro las bondades para nuestra salud de ser bondadoso. Su impacto en la salud física provoca que "las personas que potencian este rasgo de la personalidad se cuiden más, se adhieran más y mejor a los tratamientos farmacológicos y conductuales (con las beneficiosas consecuencias que ello conlleva), disminuyan su producción de cortisol (hormona del estrés) y aumenten su producción de oxitocina (hormona del amor y de la felicidad). Esto resulta clave, por ejemplo, para sufrir menos procesos inflamatorios", explica.
Pero la salud física no se puede desgranar de la salud emocional: Si uno se siente mejor conmigo mismo, su autoestima aumenta; su poder sobre los propios pensamientos y emociones crece, lo que es vital a la hora de prevenir enfermedades mentales. No solo eso, una persona bondadosa "se siente más querido por el entorno (personal y profesional); genera relaciones basadas en el respeto mutuo y la confianza mutua y tiene más capacidad de cooperar. "Esas personas son capaces de negociar asertivamente, buscar alternativas que una y promover acciones por el bien común", dice el experto. Como punto culminante la vida tiene más sentido y un sentido más sólido. "Las decisiones éticas acaban dando también un sentido a la vida", señala Bimbela.
La ciencia ha analizado a lo largo de los años el impacto de la bondad, de ser buenas personas en nuestra salud y el impacto en la sociedad. Richard Layard, economista laboral que estudia la felicidad en la Escuela de Economía de Londres afirma que "hacer el bien te hace más feliz y ser más feliz te hace hacer actos bondadosos". Este concepto ha sido puesto a prueba por la profesora de Psicología de la Universidad de California en Riverside, Sonja Lyubomirsky, que en sus experimentos a lo largo de 20 años ha podido comprobar en numerosas ocasiones que las personas se sienten mejor cuando son amables con los demás, incluso más que cuando son amables consigo mismas.
En su libro The Healing Power of Doing Good, el líder de una organización sin fines de lucro, Allan Luks, citó a los encuestados que intentaban expresar los sentimientos que experimentaban al realizar trabajo voluntario. “Te hace explotar de energía”, dijo uno. Otros describieron “una relajación de los músculos que ni siquiera me di cuenta de que estaban tensos” y una sensación “eufórica” de haber sido “golpeado por un rayo de energía”. Luks acuñó el término “euforia del ayudante” para describir estos sentimientos.
Esta sensación tiene orígenes fisiológicos. Gregory Fricchione, profesor de psiquiatría del Instituto Médico Mente/Cuerpo del HMS y director del Instituto Benson-Henry de Medicina Mente-Cuerpo del Hospital General de Massachusetts, lo describe como una liberación de "jugo químico". Cuando ayudamos a otros, dice, los neurotransmisores fluyen en un haz apretado de axones llamado haz del cerebro anterior medial a través de la subcorteza con “rampas de salida a muchas de las estructuras importantes del cerebro”: la amígdala que condiciona el miedo, la que forma la memoria. hipocampo y la corteza prefrontal medial que modera la motivación.
Entre estos neurotransmisores se encuentra la dopamina. Esta sustancia química que nos hace sentir bien está vinculada al centro de recompensa del cerebro. Y se libera cuando damos a los demás. De hecho, los científicos han sido testigos de esto en el laboratorio. Un pequeño estudio de una colaboración de investigación internacional que incluyó a científicos de los Institutos Nacionales de Salud utilizó imágenes de resonancia magnética para medir la actividad cerebral asociada con la realización de una donación caritativa. Los hallazgos, publicados en PNAS, sugirieron que esta acción activa el sistema mesolímbico del cerebro, desencadenando una oleada eufórica de dopamina de la misma manera que lo hace la anticipación de una recompensa, como el dinero. Luego está la oxitocina, la llamada hormona de afiliación, que tiene abundantes receptores en la amígdala, donde ayuda a suprimir el miedo y la ansiedad.
Christakis en su libro de 2019, Blueprint: The Evolutionary Origins of a Good Society habla del beneficio social de la bondad. De hecho ya hay evidencias científicas que demuestran lo estresante que nos resulta estar solos, aislados. Según la Asociación Estadounidense del Corazón, la soledad y el aislamiento social se asocian con un riesgo 29% mayor de ataque cardíaco o muerte prematura, mientras que emociones como la ira y la hostilidad también se consideran factores de riesgo de enfermedad coronaria.
El Instituto Nacional de Salud (EE.UU.) realizó un estudio sobre las respuestas emocionales en el cerebro, y encontró una conexión entre las personas que donan regularmente y las regiones del cerebro que se iluminan para las emociones de empatía, confianza, placer y conexión social.
Entre los efectos que puede mejorar la bondad encontramos los malestares físicos como el sistema inmunitario deprimido; estómago encogido; colón irritado; jaqueca incapacitante, insomnio, tensiones musculares. Y no solo eso también los trastornos emocionales, esa salud mental que gana cada vez más terreno y ha dejado de ser un tabú social. Hablamos de distorsiones cognitivas, ansiedad, angustia, estados pre-depresivos, miedos. Esa capacidad de ser bondadoso y ético limitará nuestro aislamiento, agresividad, marginación o rechazo y evitará que sintamos una falta de sentido vital, convertirnos en un “alma rota” y tener un sentimiento de vida desaprovechada.
Bimbela añade a todos estos datos se experiencia personal. "En 2009, a raíz de un dolor físico que yo vivía como insoportable, interminable e inabordable y al que sumó el abandono de su pareja y su aislamiento social decidió matarse. Escribió un folio para explicar su decisión a sus padres y se dio cuenta de que les iba a provocar un dolor insufrible. Decidió no hacerlo, al menos mientras ellos vivieran, y esa decisión cambió su vida. Y ahora quiere cambiar la de muchos.