Los tics nerviosos son más comunes de lo que podemos pensar, ya que “hasta el 21 % de los niños en edad escolar tienen tics, siendo más frecuentes en los varones”, según apunta la Clínica Universidad de Navarra. Afortunadamente estos movimientos o sonidos (tics motores o vocales), que tienden a ser breves, repetitivos, no rítmicos, estereotipados y sin ningún objetivo, suelen ser transitorios.
Como acabamos de apuntar, son movimientos o sonidos repetitivos que hace una persona de manera involuntaria. Están asociados a algún trastorno neurológico y, habitualmente, tienden a empeorar cuando la persona que los desarrolla se encuentra en una situación de mayor estrés y ansiedad. Al contrario, en los momentos de relajación se repiten con menor frecuencia.
Habitualmente los que aparecen en la infancia tienden a desaparecer. Asimismo, en la edad adulta, las personas tienen una mayor capacidad para controlar un tic nervioso, aunque no siempre es recomendable, pues el esfuerzo que realizan llega a provocar episodios de ansiedad.
No todos los tics nerviosos son iguales. Los hay que consisten en movimientos repetitivos y espasmódicos (elevación de hombros, movimientos de cejas, giros de cabeza…) y otros que se limitan a sonidos que la persona hace con la voz sin poder evitarlo. Asimismo, los hay simples y complejos. En los primeros únicamente participa un grupo muscular, mientras que en los segundos toman parte varios grupos musculares y, por lo tanto, son más complicados de controlar.
Como hemos apuntado, las personas que tienen tics suelen tener la capacidad de controlarlos, aunque a veces prefieren no hacerlo porque ese control puede transformarse en una situación estresante que resulta contraproducente.
Por otro lado, cuando los tics afectan a la vida cotidiana, sí que hay opciones de tratarlos para que la persona afectada pueda vivir con normalidad. En este caso, existen algunos tratamientos, tal y como expone en la citada Clínica Universidad de Navarra. Esta entidad médica habla de tratamientos farmacológicos cuando se dan tics neurolépticos. Eso sí, dichos tratamientos deben ser individualizados “en función de la gravedad de los tics y de si existe trastorno psiquiátrico asociado”.
Además de las farmacológicas, que están enfocados en escenarios más complejos, también existen otras opciones para tratar los tics nerviosos, tales como las terapias cognitivo-conductuales, las técnicas de relajación y la reversión del hábito –en la que se toma conciencia del tic nervioso para llevar a cabo una conducta físicamente incompatible con este–.
Cabe señalar que tener un tic es un síntoma de que una persona puede padecer el síndrome de Tourette. “El síndrome de Gilles de la Tourette (síndrome de Tourette o ST) es un trastorno neurológico que se manifiesta primero en la infancia o en la adolescencia, antes de los 18 años. El síndrome de Tourette se caracteriza por muchos tics motores y fónicos que perduran durante más de un año.
Por lo general, los primeros síntomas son movimientos involuntarios (tics) de la cara, de los brazos, de los miembros o del tronco. Estos tics son frecuentes, repetitivos y rápidos. El primer síntoma más habitual es un tic facial (parpadeo, contracción de la nariz, muecas). Pueden reemplazarlo o agregarse otros tics del cuello, del tronco y de los miembros”, explica en la Tourette Association of America.
Este trastorno va más allá del hecho de tener un tic, con lo que lo más adecuado será acudir a un especialista que ayude a mejorar la situación de quien lo padece.