Luis Fernando López, psicólogo: “El duelo del psicoterapeuta por el suicidio de un paciente se vive en profundo silencio y soledad”
Entrevista al psicólogo y experto en conducta suicida Luis Fernando López sobre el duelo del psicoterapeuta tras la muerte por suicidio de un paciente
Se trata de un tema poco tratado pero que necesita ser abordado urgentemente “porque los profesionales de la salud mental también somos personas que sentimos”, asegura
Además del sentimiento de culpa y otras emociones que se manifiestan tras el suicidio de un paciente está la ‘pena del banquillo’, el miedo a la mirada o señalamiento de otros colegas de profesión
Es tan grande el impacto que un suicidio tiene en el entorno de la persona fallecida que en nuestro lenguaje no encontramos mejor expresión para ilustrar ese sufrimiento que la de ‘superviviente de un suicidio’. Reconozco que cuando oí ese término por primera vez hace unos años no entendí bien su significado…¿se refiere a una persona que ha sobrevivido a un intento de suicidio? No: se refiere a que la estela de sufrimiento que deja tras de sí una persona que se suicida es tan inmensa, que en ese preciso momento sus familiares y seres queridos dejan de vivir para empezar a sobrevivir. Con todo, por muchas filigranas que hagamos con el diccionario para dar un nombre a ese dolor, quien ha vivido esa experiencia sabe que el lenguaje encorseta la realidad y por ello se quedará siempre corto...No hay palabras para describir semejante desconsuelo.
Cuando uno piensa en el concepto ‘superviviente de un suicidio’ automáticamente viene a la mente la imagen de los familiares, amigos, tal vez compañeros de trabajo o estudios del fallecido…pocas veces pensamos en el psicólogo o profesional de la salud mental que -a lo mejor durante meses o incluso años- acompañó a esa persona en terapia.
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Del sufrimiento de esos ‘supervivientes profesionales’ hemos hablado con el psicólogo Luis Fernando López Martínez, creador del proyecto ISNISS cuyo principal objetivo es la prevención de conductas disruptivas y autodestructivas y el estudio de la influencia de los entornos digitales en la autolesión y el suicidio. Para él, sin duda la frase que mejor refleja el dolor del terapeuta por el suicidio de un paciente es ‘se me ha suicidado un paciente’. Eso es lo primero que suelen pronunciar los compañeros que se sientan en la silla del paciente para expresar su demanda terapéutica. “Esa es la frase que mejor muestra su desesperanza y su sufrimiento extremo”, asegura Luis Fernando López.
La conversación con este psicólogo -experto en autolesiones y conducta suicida- sobre el duelo del psicoterapeuta por el suicidio de un paciente, nos trajo la oportunidad de reflexionar sobre la necesidad de crear espacios de cuidado para los profesionales de la salud mental, algo que actualmente no existe a nivel institucional. Según López, muchos profesionales de la salud mental “nos creemos invulnerables, nos creemos con un rol profesional en el que debemos estar constantemente equilibrados, sosegados para poder atender a nuestros pacientes. Pero detrás de y debajo de esa bata blanca se encuentra una persona que siente, una persona que sufre, una persona que tiene miedos”. Además, añade el experto, de no atenderse esa necesidad de acompañamiento del psicoterapeuta, “existe el riesgo de hacer intervenciones inadecuadas”.
No ha habido una conciencia sobre el dolor que el profesional tiene que reparar, sobre ese espacio de dolor y de sufrimiento y de pérdida que también conlleva la muerte por suicidio de uno de sus pacientes (Luis Fernando López, psicólogo)
Pregunta: Entre los supervivientes de un suicidio, además de familiares y allegados está también -si es que lo hubo- el psicólogo o la psicóloga que acompañó a esta persona en terapia…¿qué impacto puede tener en él o ella?, Lo que experimenta este profesional ¿es un duelo en toda regla?
Respuesta: El mayor de los duelos que podemos experimentar es la pérdida por la muerte de un ser querido. Pero la muerte por suicidio es especialmente dolorosa. La muerte por suicidio provoca un efecto devastador en todo el sistema familiar; y las personas que quedan tras la muerte por suicidio de un familiar o allegado -que son los llamados supervivientes del suicidio- van a transitar una serie de emociones, una serie de experiencias, van a tener que reaprender a reconstruir el proceso de sus vidas y sus recuerdos a lo largo de todas sus experiencias vitales. Pero poco se habla del profesional, el psicólogo, el psicoterapeuta que ha tratado a este paciente y que también se convierte en un superviviente -de tipo profesional- precisamente por el vínculo, por el tiempo compartido, por la alianza, por los sistemas de apego que se han establecido dentro del trabajo y el tiempo compartido en sesión. Efectivamente se despliegan también en el terapeuta emociones que son muy parecidas a las que viven los supervivientes que son familiares o allegados de la persona fallecida.
P: Este es un tema muy desconocido… ¿se habla de ello entre los profesionales de la salud mental?
R: Este ha sido un espacio que, en muy pocas ocasiones, por no decir nunca, se ha podido hablar en entornos profesionales; es un tema que queda muy oculto y velado a la opinión pública, que no ha tenido espacio de reconocimiento, ni espacio de sensibilidad. No ha habido una conciencia sobre el dolor que el profesional tiene que reparar, sobre ese espacio de dolor y de sufrimiento y de pérdida que también conlleva la muerte por suicidio de uno de sus pacientes con el que ha mantenido posiblemente mucho tiempo de contacto, de relación en el espacio terapéutico. Y creo que es importante hablar también de estas cuestiones. Es importante desromantizar la profesión del psicoterapeuta, del psicólogo y mostrar que los terapeutas y psicólogos -profesionales de la salud que atendemos a otras personas- también somos personas que sentimos y que tenemos unos sistemas de apego con nuestros pacientes que, ineludiblemente, vamos a tener que transitar cuando una mala decisión conlleva a la muerte autoinfligida de nuestros pacientes.
P: Aparte de la tristeza por la pérdida de un paciente por suicidio…¿puede vivirse esa experiencia como un fracaso profesional?
R: Normalmente en el terapeuta, cuando trabaja con pacientes en los que hay un riesgo o una vulnerabilidad hacia la vida del paciente, donde hay un riesgo para la propia vida del paciente, se despliegan como cuatro miedos esenciales durante todo el proceso terapéutico, incluso todavía cuando el paciente se encuentra en el proceso terapéutico. Uno de estos miedos es el miedo a la propia muerte del paciente; también el miedo a las amenazas de muerte, que sería como el segundo miedo. Otro miedo es la percepción de falta de competencia, la falta de cualidades o conocimientos para poder trabajar todo lo que se va a desplegar en sesión cuando el riesgo para la vida del paciente está presente, bien por una conducta suicida o bien por un comportamiento autolesivo…pero sobre todo, uno de los miedos -que atraviesa los tres miedos principales- es el miedo a las consecuencias legales o a las consecuencias de la mala praxis que puedan derivarse de un mal acompañamiento (…) Existe el temor a equivocarnos, a cometer errores cuando quizás un error o un mal cálculo de los objetivos o la trazabilidad del proceso terapéutico puede llevar a la muerte del paciente.
La culpa del profesional es especialmente intensa sobre todo por lo que hizo, por lo que quizás -en su pensamiento y en su percepción- no hizo, qué fallos cometió durante el proceso terapéutico, de qué no se dio cuenta (Luis Fernando López, psicólogo)
P: Aunque finalmente no haya consecuencias legales por la muerte por suicidio de un paciente, es muy humano como terapeuta sentir ese miedo... ¿Qué me dices del miedo al qué dirán los colegas de profesión?, ¿también está presente ese miedo en esa tormenta de emociones que surgen en un duelo por la muerte por suicidio de un paciente?
R: También está la ‘pena del banquillo’ -que se le suele llamar- que es la mirada o señalamiento de otros colegas de profesión ante la percepción de qué van a pensar mis compañeros, qué van a pensar mis colegas o qué van a pensar otros profesionales de la salud sobre mi competencia profesional. Y esto evidentemente provoca un fuerte deterioro en la autoestima y en el autoconcepto de la persona como profesional…Evidentemente esto puede conllevar un deterioro en la capacidad, en la eficacia y en la competencia desde el autoconcepto personal para poder seguir trabajando con pacientes cuya problemática tenga que ver con la autolesión o la conducta suicida.
P: ¿Es normal que aparezca también el sentimiento de culpa o el pensamiento de que se podría haber hecho algo para evitar esa muerte?
R: Fíjate que la primera expresión que los terapeutas en los procesos de terapia individual cuando están en duelo por suicidio; la primera frase con la que llegan, o la demanda terapéutica que expresan, el motivo por el que llegan a consulta es muchas veces: “se me ha suicidado un paciente”…esa es la frase que mejor muestra su desesperanza y su sufrimiento extremo (…) Pero la primera emoción que surge y la que está debajo de todo esto, es la de la culpa. ¿Por qué su paciente murió finalmente por suicidio? La culpa del profesional es especialmente intensa sobre todo por lo que hizo, por lo que quizás -en su pensamiento y en su percepción- no hizo, qué fallos cometió durante el proceso terapéutico, de qué no se dio cuenta, el pensamiento distorsionado, rumiativo y constante sobre qué aspecto le dificultó o qué aspecto no consiguió evaluar adecuadamente; el repaso, casi de una forma compulsiva, de la historia clínica para encontrar errores o fallas en el proceso intentado a todas luces encontrar una explicación a por qué finalmente no pudo acompañar en la forma en que le hubiese gustado acompañar al paciente, o en la que el paciente hubiese encontrado un camino para no provocarse la propia muerte.
P: El sentimiento de culpa aparece a pesar de que todo profesional de la salud mental sabe de sobra que en un suicidio nunca hay una sola causa, que es un fenómeno multifactorial…
R: El sentimiento de culpa de los profesionales está presente sobre todo por la percepción distorsionada por el propio dolor y sufrimiento del profesional, sobre lo que no hizo o sobre lo que le faltó por hacer porque, como bien dices, el suicidio no es unifactorial, no lo aboca una única causa, sino que es multifactorial y el multidimensional. Efectivamente, la labor del terapeuta es especialmente importante para elaborar los planes de seguridad, para elaborar todas las contingencias y todos los precipitantes y los factores de protección y de riesgo que pudiesen conllevar una conducta o un comportamiento suicida… pero es extremadamente complejo abordar las problemáticas tan diversas y multifactoriales de la vida de los pacientes.
La profesión de psicoterapeuta, la profesión del psicólogo es una profesión profundamente solitaria (Luis Fernando López, psicólogo)
P: Si tuvieras que decir una…¿Cuál dirías que es la mayor dificultad a la que se enfrenta un terapeuta tras la muerte de un paciente por suicidio?
R: Evidentemente son emociones que se van a transitar desde el miedo, desde la vergüenza, desde la culpa, desde la rabia, el enfado también con el propio paciente -a veces con el propio sistema-. Son emociones que el terapeuta, en la mayoría de ocasiones, va a transitar en un profundo silencio y soledad…porque muchos terapeutas y compañeros que han estado en supervisión, que están en procesos terapéuticos por la muerte de un paciente por suicidio, encuentran el temor a poder hablar en espacios compartidos por otros compañeros, por otros colegas, sobre la muerte de un paciente precisamente por el temor a ser juzgados, a no ser entendidos o a que su competencia o cualificación profesional se pueda ver en entredicho. Esto provoca una serie de emociones y un silencio, un tabú, un deterioro sobre tus capacidades de expresar todos tus sentimientos y emociones que necesitan de un acompañamiento, de una escucha, de un entendimiento en espacios seguros, amables, sostenidos, en espacios en una profunda comunión con colegas para poder desplegar y trabajar todas estas emociones que surgen en el transcurso natural de los sentimientos que se expresan tras la muerte por suicidio de uno de nuestros pacientes.
P: El psicoterapeuta tiene esta imagen pública de ‘ser humano invulnerable’…pero claramente no es así: también necesita acompañamiento en ocasiones…¿Hay alguna iniciativa a nivel de colegios profesionales para poder acompañaros a los psicólogos que atravesáis por circunstancias tan traumáticas como la muerte por suicidio de un paciente?
R: No hay programas: fíjate que quizás de lo que adolecemos los profesionales de la salud -sobre todo los profesionales de la salud mental- es de espacios gestionados por otros profesionales de la salud mental donde tengamos ese autocuidado…un autocuidado para poder hablar en grupos, con otros colegas, de lo que nos ocurre en la soledad de nuestros despachos. La profesión de psicoterapeuta, la profesión del psicólogo es una profesión profundamente solitaria (…) La terapia a veces es un baile entre dos personas donde suena una música, donde hay una resonancia que al mismo tiempo se vuelca y se deposita en sesión. Es decir, hay muchos aspectos que al propio terapeuta le pueden resonar de la historia del paciente. Y tener espacios compartidos con otros profesionales de la salud para poder resolver estos aspectos es una función de autocuidado. Esto nos permite desplegar emociones y ver que lo que sentimos no es únicamente exclusivo de nosotros, sino que hay otros compañeros y compañeras que sienten estas mismas emociones: que a veces sienten la incompetencia, que a veces sienten que le faltan cualidades, que le faltan conocimientos, que le falta experiencia o pericia en determinados aspectos. Volcar estos miedos, estas emociones en un espacio seguro con otros colegas debería ser profundamente reparador. Todos los profesionales que no trabajan en equipos o que trabajan dentro de sus despachos de forma individual necesitan de la función de una supervisión en estos espacios que desgraciadamente no existen o son complicados de encontrar. Porque quizás el terapeuta encuentra el miedo a desplegar delante de otros colegas el temor que sienten al no sentirse competentes o con la cualificación necesaria para poder atender las problemáticas que muchas veces llegan a consulta. Y esto es una exposición pública ante otros colegas de los propios miedos terapéuticos…
Nosotros facilitamos a nuestros pacientes el espacio seguro para poder expresar todas estas cuestiones que sienten…pero ¿qué ocurre con nosotros los profesionales? (Luis Fernando López, psicólogo)
P: Explicado así, tiene sentido que no existan iniciativas de autocuiodado para los profesionales de la salud mental a nivel colectivo…porque en el fondo es como si estuviera mal visto reconocer la propia vulnerabilidad delante de otros colegas.
R: Institucionalmente creo que hay pocos espacios de cuidado para los profesionales de la salud en general y los pocos que existen se recurre muchas veces a ello en espacios individuales alejados de los entornos profesionales donde ejercen estos profesionales, precisamente por el síndrome de la ‘bata blanca’, donde nos creemos invulnerables, nos creemos con un rol profesional en el que debemos estar constantemente equilibrados, sosegados para poder atender a nuestros pacientes. Pero detrás de y debajo de esa bata blanca se encuentra una persona que siente, una persona que sufre, una persona que tiene miedos. Nosotros facilitamos a nuestros pacientes el espacio seguro para poder expresar todas estas cuestiones que sienten…pero ¿qué ocurre con nosotros los profesionales?, ¿dónde podemos desplegar todas estas emociones que también sentimos?...las emociones que también se vuelcan en sesión, nuestros propios miedos. Por eso deberíamos empezar a pensar en generar y construir espacios de grupo donde los profesionales podamos encontrarnos en un lugar donde poder desplegar estas cuestiones. Ver que lo que nos ocurre a nosotros también les ocurre a otras personas, a otros profesionales…
P: ¿Por qué otras razones el psicoterapeuta suele buscar ayuda a nivel individual alejado de su entorno profesional?
R: Muchas veces he acompañado a muchos compañeros y compañeras que han sufrido un duelo por suicidio de un paciente. Estas personas han tenido que buscar esos espacios fuera de sus entornos de trabajo precisamente por el temor o el miedo a sentirse juzgados o señalados, o bajo la percepción de qué van a pensar mis compañeros, qué van a pensar de mi práctica profesional, qué van a decir de mí como profesional si esto ha ocurrido.
P:¿ Qué efecto podría tener en el desempeño profesional de un psicólogo este autoconcepto negativo sobre su propia valía profesional?
R: La necesidad de sentirse escuchados, acogidos, de sentirse queridos en esta vulnerabilidad y de tener un lugar y espacio seguro para poder expresar sin temor a ser señalado o a ser enjuiciado es importante para recuperar esa parte de autoconfianza, para poder seguir trabajando y desplegando los conocimientos -que sin duda tienen- con el resto de sus pacientes…porque de no atenderse, existe el riesgo de hacer intervenciones inadecuadas (…) Es especialmente importante que el terapeuta, cuando llega a sesión con uno de sus pacientes, se encuentre -por decirlo de algún modo- ‘limpio’ de emociones y abstraído de sus propias emociones para poder atender de forma completa lo que el paciente trae a sesión.
Es importante el trabajo personal del profesional de la salud mental para luego poder llegar a un espacio terapéutico donde sea capaz de abstraerse (Luis Fernando López, psicólogo)
P: En este caso el dicho popular de ‘en casa del herrero cuchillo de palo’ podría tener un impacto muy negativo en la salud mental a nivel global…
R: Fíjate que hay determinadas áreas -como son los psicólogos que atienden catástrofes y emergencias, los equipos de primeros intervinientes- que, ante grandes eventos de emergencias y catástrofes sí tienen un espacio en grupo para poder ventilar todas las experiencias que han podido vivir (…) Sin embargo, en la práctica generalizada de la profesión, la alta demanda no permite estos espacios de grupo para poder acompañarnos entre colegas. Y creo que es algo a lo que, como sociedad y como profesión, deberíamos dar una vuelta o darle una reflexión profunda a si realmente estos espacios nos ayudarían como profesionales a mejorar la práctica terapéutica y a que nuestras intervenciones ganasen en eficacia y en eficiencia precisamente solventando aquellas situaciones que pueden provocar emociones y sentimientos en el terapeuta que pueden interferir en el buen proceso terapéutico… porque debajo del rol profesional siempre hay una persona y la persona se ve afectada también por la influencia y el impacto de determinadas experiencias e historias vividas a través del relato de nuestros pacientes…ineludiblemente, algunas de ellas provocarán un fuerte impacto en la emocionalidad del profesional.
P: ¿Cómo hacéis -y ya termino con esto- para que esta emocionalidad no se vuelque en sesión y tenga un efecto negativo en la terapia?
R: Me han preguntado en alguna ocasión: pero Fernando ¿a ti no te afecta todo lo que escuchas, lo que vives, la cantidad de experiencias a veces tan dolorosas que escuchas diariamente? Y siempre respondo que claro que me afecta, que cómo no me va a afectar. Me afecta… y hay momentos que son especialmente duros y hay días que son especialmente duros. Eso no significa que durante el tiempo que estoy con mis pacientes no me abstraiga de mis propias emociones y de mis propios sentimientos porque, cuando estoy con mis pacientes, estoy al 100% con mis pacientes, con su experiencia, con su relato, y eso ocurre porque he conseguido la capacidad de abstraerme de mis propias emociones y sentimientos. Pero mis emociones y mis sentimientos, cuando la sesión termina, cuando el día termina, también tienen que tener un lugar donde yo pueda expresar y depositar todo lo que yo he sentido y experimentado en la sesión como profesional…Ese lugar es el otro lado de la silla, con un supervisor que me acompaña, con otro colega con mucha más experiencia que me acompaña y me sostiene en mis momentos de vulnerabilidad… y esto es importante de entender. Es importante el trabajo personal del profesional de la salud mental para luego poder llegar a un espacio terapéutico donde sea capaz de abstraerse gracias a que su necesidad como persona -debajo del terapeuta- también está atendida y también está sostenida.